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Hace un año. Para ti, Juan Carlos

Manolo Armas

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Si, un compañero, pero sobre todo un amigo. Hace un año. Han pasado más de 360 días y han sido jornadas donde ha estado presente tu ausencia. Mentiría si dijéramos que permanentemente pensamos en ti, pero si es cierto que son más los días que nos invade tu recuerdo, que los días de olvido. De forma recurrente algo nos recuerda tu ausencia o añoramos tu presencia y comprobamos la tozuda y cruel realidad. No podemos oírte y tu marcha ha dejado un vacío que nadie, absolutamente nadie, puede ocupar. Aun así, tu arrolladora y pertinaz figura no se disipa, se sostiene y permanece firme en los momentos que seguimos viviendo; viviendo contigo, con tu recuerdo imborrable y tus enseñanzas.

Permaneces porque nunca pasaste desapercibido; para lo bueno, si; para los mejores momentos vividos entre otros muchos buenos momentos. Si; porque nos hiciste disfrutar de una charla entre amigos, haciendo que el tiempo trascurriera cual bólido. He dicho amigos, aunque me cuesta no considerarte como un hermano. Los mejores momentos en los viajes que disfrutamos juntos con Luis -con Luisito y nuestras familias-. Tener el placer de escucharte en una reunión de ejecutiva haciendo tus atinados análisis y tus apasionadas intervenciones en un comité regional. Pasear contigo por La Laguna en diciembre y ver tu cara con la ilusión de un niño por Navidad y los siempre bienvenidos Reyes Magos. Verte enfadado con José Vicente Herrera y luego disfrutar viéndote como te abrazabas a él.

Ratos, también, de tertulia distendida en una cafetería entre compañeros y amigos (incluso algún periodista), alrededor de una mesa adornada de pequeños recipientes que contenían un cortado en unos casos, y una manzanilla en otros. Oírte hablar de tu pasión por el cine, por lo último en tecnología, por la poesía de Neruda y tu divertido gusto por la meteorología. Verte hablar con José Carlos Naranjo y lo paciente que era contigo, siempre escuchándote y sin que lo dejaras hablar, bajo la atenta mirada de Salvador García ¡qué momentos!. Tu grandeza como hombre que se hacía enorme cuando unas lágrimas salían de tus ojos demostrando que siempre acariciabas los sentimientos y la ternura que desprendía tu alma gigante. Sentimientos y valores que te hacían también enorme hablando de tu padre y de tu madre, de Yayi, de tu hija Patricia y de tu hijo Juan Carlos. También recordamos con ternura cuando dabas buenos consejos a Patricia Hernández y la cara de ella y sus vivarachos ojos mirándote con admiración. Tus horas de conversación con un atento José Miguel Pérez y el cariño personal hacia Carolina Darias, que ella lealmente te ha devuelto. Te vimos llorar y con tu llanto eras la persona auténtica que se conmovía con las cosas sencillas pero valiosas de la vida; porque sentías como propio el sufrimiento de otras personas, de la gente que no era favorecida por la vida. Sentimientos que te brotaban y fluían de forma sincera, por tus firmes valores humanos y arraigados cimientos ideológicos.

Ahora escribo de esta forma manifiestamente mejorable, una pequeña parte de mis pensamientos y recuerdos recurrentes de este último año sin tu compañía. Me cuesta seguir sin que se me rayen los ojos, pero me acuerdo –nos acordamos-, de todo lo bueno que hiciste. De los momentos disfrutando de tu sonrisa, de tus bromas. Valoro que el mejor homenaje que te hacemos es recordarte esbozando una serena y cariñosa sonrisa. Tu siempre has sido y serás una persona alegre y no te mereces que abracemos la tristeza. Han sido más los días contigo, que los días sin ti. Hemos vivido, hemos sentido, además, que las personas que te han conocido no paran de citarte, de añorarte y recordarte con el cariño sincero de quienes te disfrutaron. Debemos seguir gozando de lo perenne de tu presencia.

Juan Carlos Alemán sigues con nosotros, con tus amigos y conmigo, con el hermano que no tuviste de niño; con nuestras compañeras y amigas, aquí sigues. Juan Carlos Siempre.

Si, un compañero, pero sobre todo un amigo. Hace un año. Han pasado más de 360 días y han sido jornadas donde ha estado presente tu ausencia. Mentiría si dijéramos que permanentemente pensamos en ti, pero si es cierto que son más los días que nos invade tu recuerdo, que los días de olvido. De forma recurrente algo nos recuerda tu ausencia o añoramos tu presencia y comprobamos la tozuda y cruel realidad. No podemos oírte y tu marcha ha dejado un vacío que nadie, absolutamente nadie, puede ocupar. Aun así, tu arrolladora y pertinaz figura no se disipa, se sostiene y permanece firme en los momentos que seguimos viviendo; viviendo contigo, con tu recuerdo imborrable y tus enseñanzas.

Permaneces porque nunca pasaste desapercibido; para lo bueno, si; para los mejores momentos vividos entre otros muchos buenos momentos. Si; porque nos hiciste disfrutar de una charla entre amigos, haciendo que el tiempo trascurriera cual bólido. He dicho amigos, aunque me cuesta no considerarte como un hermano. Los mejores momentos en los viajes que disfrutamos juntos con Luis -con Luisito y nuestras familias-. Tener el placer de escucharte en una reunión de ejecutiva haciendo tus atinados análisis y tus apasionadas intervenciones en un comité regional. Pasear contigo por La Laguna en diciembre y ver tu cara con la ilusión de un niño por Navidad y los siempre bienvenidos Reyes Magos. Verte enfadado con José Vicente Herrera y luego disfrutar viéndote como te abrazabas a él.