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¿Qué haremos con la Constitución?

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Aunque obviamente es un tema tan polémico o más que las prospecciones petrolíferas en aguas de Canarias o las actuaciones de los fiscales para librar de toda culpa a la Infanta Cristina y a su marido Urdangarín o el sorteo amañado del Mundial de Brasil o la proclamación del Balón de Oro o la nueva formulación de la ley electoral de Canarias o la reforma educativa del famoso ministro Wert, algo habrá que pensar hacer con la Constitución de 1978.

Sin duda que la Constitución ha cumplido el gran papel de encauzar, acoger y orientar la vida política durante un periodo inusualmente largo de la vida española. Su éxito, su permanencia y su aceptación han sido incuestionables. Mejor habría sido también conseguir que se cumpliera su articulado en cuanto a derechos tan fundamentales como el acceso a la vivienda, el puesto de trabajo, la sanidad sin recortes, la educación gratuita para todos, etc.

Pues cuando hasta un ex ministro tan importante como el señor Martín Villa, de aquella UCD de Adolfo Suárez a la que en rigor tanto le debemos, proclama que habría que reformar la Constitución dándole un sentido federal está claro que algo deberían ir pensando los llamados padres de la Patria.

Uno de los grandes problemas de este país es la partitocracia andante. Nos da mucha envidia cuando contemplamos un país tan serio como Alemania donde las mayorías absolutas son prácticamente imposibles y constatamos que no una sola vez sino más de una vez los cristianodemócratas de la señora Merkel son capaces de armar pactos de gobierno con los socialdemócratas de centro-izquierda para garantizar una buena gobernabilidad, eso nos da mucha envidia.

Porque aquí los dos grandes partidos siguen siendo incapaces de sentarse a hablar de las cosas realmente graves: un pacto duradero y serio sobre la educación, por ejemplo. Y, entretanto, los nacionalistas independentistas catalanes organizando sus foros sobre los ataques de España contra su territorio, dándole la vuelta a la historia y tratando de cuadrar el círculo redactando la famosa pregunta del célebre referéndum independentista no resuelto.

Algo habrá que hacer con la Constitución, que ya fue reformada a la chita callando por Zapatero cuando hubo que añadir el epígrafe de que el déficit hay que cumplirlo sí o sí. Dejemos a los padres de la Patria levitando en sus siestas en el Congreso y en el Senado a ver si entre tanto crucigrama y tanto sudoku se les ocurre alguna idea para encauzar el futuro que ya está aquí mismo.

Aunque obviamente es un tema tan polémico o más que las prospecciones petrolíferas en aguas de Canarias o las actuaciones de los fiscales para librar de toda culpa a la Infanta Cristina y a su marido Urdangarín o el sorteo amañado del Mundial de Brasil o la proclamación del Balón de Oro o la nueva formulación de la ley electoral de Canarias o la reforma educativa del famoso ministro Wert, algo habrá que pensar hacer con la Constitución de 1978.

Sin duda que la Constitución ha cumplido el gran papel de encauzar, acoger y orientar la vida política durante un periodo inusualmente largo de la vida española. Su éxito, su permanencia y su aceptación han sido incuestionables. Mejor habría sido también conseguir que se cumpliera su articulado en cuanto a derechos tan fundamentales como el acceso a la vivienda, el puesto de trabajo, la sanidad sin recortes, la educación gratuita para todos, etc.