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Homilía soberana

Las dos sentencias expresan originalmente aceptación de lo inevitable, pero el redactor homílico se revolvió contra la fatalidad e instó a Paulino, con Wagner heroico de fondo, a que viaje a Madrid, Bruselas y a la ONU y consiga la soberanía antes de 2010. No vaya a ser peor en 2011.

La homilía abunda en despropósitos, si bien advertí cierto progreso al clamar para que “no se imponga sobre los tinerfeños y las tinerfeñas ningún canarión o canariona”; lo que indica esperanzadora asimilación del espíritu de la igualdad de géneros. Aunque luego cayera en la contradicción de recomendar por un lado que “a los canariones, ni agua; con los canariones, ni a misa” y reivindicar, por el otro, la dicha soberanía para una población de dos millones, en la que nos incluye, sin duda; no vaya a ser que con el embullito dejemos de pagar el IGIC.

Fuera de bromas. No le falta razón al redactor epistolar. Porque, es verdad, se nos fue la mano votando en Tenerife y Venezuela contra la voluntad de los tinerfeños, favorable a Melchior, a lo de Granadilla, Las Teresitas y la Lotería premiada. Por más que les dijimos que fueran con tiento, los responsables canariones ejercieron a fondo el opresivo poder colonial de Madrid, radicado, es fama, en Las Palmas de Gran Canaria para mayor oprobio. Aunque semejante descaro no impidiera al alma de cántaro de Paulino apelar a Jerónimo Saavedra para que interceda a favor de la reforma estatutaria. Eso al menos asegura la homilía, que asciende al alcalde de Las Palmas al rango de “virrey”; pero nada dice de la posible pertenencia de Paulino a los “bandos de paces” que ayudaron a someter Tenerife; a los canariones, por lo visto.

Me alegró el día el editorial de ayer y lo traigo aquí para asegurarme de no haber leído visiones. Y no vengan con que las visiones no se leen porque creíamos no menos imposible que pudieran escribirse tales barbaridades y ya constituyen un clásico del periodismo político soberano; y alucinado, claro.

Las dos sentencias expresan originalmente aceptación de lo inevitable, pero el redactor homílico se revolvió contra la fatalidad e instó a Paulino, con Wagner heroico de fondo, a que viaje a Madrid, Bruselas y a la ONU y consiga la soberanía antes de 2010. No vaya a ser peor en 2011.

La homilía abunda en despropósitos, si bien advertí cierto progreso al clamar para que “no se imponga sobre los tinerfeños y las tinerfeñas ningún canarión o canariona”; lo que indica esperanzadora asimilación del espíritu de la igualdad de géneros. Aunque luego cayera en la contradicción de recomendar por un lado que “a los canariones, ni agua; con los canariones, ni a misa” y reivindicar, por el otro, la dicha soberanía para una población de dos millones, en la que nos incluye, sin duda; no vaya a ser que con el embullito dejemos de pagar el IGIC.