Canarias Ahora Opinión y blogs

Sobre este blog

La iglesia de los pobres

El cura Alejando Solalinde pertenece a eso que llaman la iglesia de los pobres. Dice Alejandro que él se limita a seguir el mensaje del evangelio, Mateo , 25: fui migrante y no me diste cobijo. Jesucristo estaba en cada migrante, en cada perseguido, en cada prostituta señalada con el dedo de los fariseos. No se le recuerda a Jesucristo en los palacios ni en los mercados. Un día entró en una iglesia y echó a los mercaderes. Por eso Alejandro Solalinde no tiene miedo tampoco cuando señala a la jerarquía de la iglesia y les dice que hay que dejar los palacios y estar en los refugios de migrantes, en los hospitales y en la calle.

Amnistía Internacional tuvo que sacar de México al padre Solalinde. Ayer nos contaba en El Correíllo lo que ocurrió aquel fatídico 24 junio de 2008, cuando 90 personas intentaron quemar el refugio de migrantes con diez personas dentro. Los delincuentes estaban acompañados de dos autoridades municipales. El padre Solalinde llegó en el momento oportuno. En lugar de huir se acercó a una mujer que tenía una botella de gasolina en la mano: “Aquí estoy, quémenme a mi”. Hubo un tremendo silencio. El cura se dio la vuelta y salió a pedir ayuda. No se atrevieron a quemar el refugio. Pero las autoridades tuvieron la poca vergüenza de convocar un juicio contra Alejandro Solalinde. El cura señala con el dedo: el gobernador del estado de Guajaca, Ulises Ruiz, protege a las bandas criminales.

Además del negocio con los migrantes, en México también existe el odio contra ellos. Allí también se reproducen los discursos que criminalizan a los foráneos. “El cura está protegiendo a unos delincuentes que vienen a México a robar”, dicen los que intentan justificar la violencia contra el padre Alejandro. El sacerdote responde con la claridad de quien conoce a los migrantes, del que sabe su esfuerzo y su debilidad: “en México y en todo el mundo critican a los migrantes por ignorancia y desmemoria, todos somos migrantes, en todos los países hubo otros antes de llegar nosotros, los más pobres suelen hacer el trabajo que no quieren hacer los locales.”

A pesar del panorama actual Alejandro Solalinde es optimista. El mes pasado todos partidos políticos mejicanos apoyaron una nueva ley de migraciones que defiende sus derechos y no se somete a los intereses de Estados Unidos. La nueva norma plantea tratarlos como personas y el gobierno mejicano deja de ser el organizador de las redadas contra las personas que quieren entrar en su vecino del norte.

El mensaje de Alejandro Solalinde choca con el discurso institucional de la jerarquía de la iglesia católica, tan pendiente de la doctrina y tan alejada de las necesidades de la gente. Dice el padre Solalinde que “vivimos una religión de barnizados, de ceremonias los domingos, hace falta predicar la verdadera palabra de Cristo, que siempre optó por los más débiles”. La iglesia de los pobres la llaman, en contraposición a la pobre iglesia que es la que suele mandar desde los palacios del Vaticano.

Juan Garcia Luján

El cura Alejando Solalinde pertenece a eso que llaman la iglesia de los pobres. Dice Alejandro que él se limita a seguir el mensaje del evangelio, Mateo , 25: fui migrante y no me diste cobijo. Jesucristo estaba en cada migrante, en cada perseguido, en cada prostituta señalada con el dedo de los fariseos. No se le recuerda a Jesucristo en los palacios ni en los mercados. Un día entró en una iglesia y echó a los mercaderes. Por eso Alejandro Solalinde no tiene miedo tampoco cuando señala a la jerarquía de la iglesia y les dice que hay que dejar los palacios y estar en los refugios de migrantes, en los hospitales y en la calle.

Amnistía Internacional tuvo que sacar de México al padre Solalinde. Ayer nos contaba en El Correíllo lo que ocurrió aquel fatídico 24 junio de 2008, cuando 90 personas intentaron quemar el refugio de migrantes con diez personas dentro. Los delincuentes estaban acompañados de dos autoridades municipales. El padre Solalinde llegó en el momento oportuno. En lugar de huir se acercó a una mujer que tenía una botella de gasolina en la mano: “Aquí estoy, quémenme a mi”. Hubo un tremendo silencio. El cura se dio la vuelta y salió a pedir ayuda. No se atrevieron a quemar el refugio. Pero las autoridades tuvieron la poca vergüenza de convocar un juicio contra Alejandro Solalinde. El cura señala con el dedo: el gobernador del estado de Guajaca, Ulises Ruiz, protege a las bandas criminales.