Ignacio Marrero Francés 'In Memoriam'

Te fuiste, como llegaste, sin dar ruido, de forma discreta, acorde con tu estilo. No te

gustaba llamar la atención, pero la llamabas por tu buen hacer profesional y, más aún, por tu manera de ser. Reservado y formal, educado y sencillo, disciplinado y trabajador, tenías la mejor cualidad que debe tener un juez, la de saber escuchar.

Gastabas tiempo y también muchos folios, todo hay que decirlo, expresando tu, (nuestra), forma de ver y entender el caso que en suerte te había tocado. Siempre se aprendía de ti y fue una suerte poder compartirlo. Tu dedicación profesional era ejemplar, solo superada por la prestada a tu familia, por supuesto, y a “tu Atleti”. Tu marcha ha sido repentina e inesperada, dolorosa e injusta, dejas ese vacío que solo dejan las grandes personas que han pasado por esta vida sin especial interés en destacar, pero destacando, incluso a su pesar.

Esa puerta que se ubica justo en medio del espacio físico dedicado a los despachos de los jueces en la sección primera, donde todavía aparece tu identificación, va ser muy difícil de abrir y de superar. Ya no estarás sentado en tu despacho, absorto en el estudio de tus asuntos, pulsando sin pausa y con tino los teclados de tu portátil, con tus auriculares puestos. Labor que solo interrumpías para atender con agrado cualquier consulta por nimia que fuera. Tu presencia se echará mucho en falta, como también tus conocimientos y prestancia, así como esos paréntesis dedicados a charlar animadamente sobre los asuntos cotidianos, donde el fútbol siempre era tema recurrente, en especial para valorar los buenos y “los no tan buenos” momentos por los que le tocaba pasar a tu equipo colchonero.

Dejas mujer, también jueza, magnífica profesional y buena gente, y dos hijos preciosos y adorables. No sabemos si tendrás la posibilidad de echarlos de menos, pero ten por seguro que ellos a ti sí, al igual que todos nosotros.

Ignacio, no te olvidaremos.

Tus compañeros de la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Las Palmas.

Te fuiste, como llegaste, sin dar ruido, de forma discreta, acorde con tu estilo. No te

gustaba llamar la atención, pero la llamabas por tu buen hacer profesional y, más aún, por tu manera de ser. Reservado y formal, educado y sencillo, disciplinado y trabajador, tenías la mejor cualidad que debe tener un juez, la de saber escuchar.