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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

8 de marzo: sin igualdad no hay democracia

Tenemos que seguir celebrando el 8 de marzo porque, a pesar de los progresos para las mujeres en campos como el legal, el educativo, el político o el profesional, las estadísticas y la realidad nos exigen continuar en la lucha por la construcción de una sociedad más igual. Los datos ponen de relieve que aún queda mucho por hacer en materia de igualdad y tenemos que reconocer, que después de tanto tiempo declarando propósitos, y compromisos, aún queda mucho para conseguir la total igualdad: ya que a día de hoy no hay una región en el mundo en que la Igualdad de Género sea plena.

No podemos permitir que el proceso de avance, que es positivo para la sociedad en su conjunto, sufra retrocesos ni se paralice. Es necesario defender y mantener conquistas adquiridas y seguir impulsando actuaciones que hagan efectivo el derecho a decidir entre otros aspectos, la protección eficaz frente a la violencia de género, la igualdad en el empleo, la igualdad salarial, y el derecho a la conciliación, en definitiva, la igualdad efectiva de mujeres y hombres.

En materia de políticas de igualdad y de derechos no hay margen para el retroceso. No podemos bajar la guardia. En el mundo aún pervive la violencia física, psíquica, sexual y económica contra las mujeres; se siguen produciendo violaciones a su derecho a la libertad e igualdad; son las principales víctimas de la pobreza; persisten conductas obstinadas en hacer invisibles a las mujeres; sigue siendo escasa la presencia de mujeres en puestos de responsabilidad y se incrementa la precariedad laboral, la discriminación salarial, las dificultades para conciliar la vida laboral y personal y familiar y la falta de corresponsabilidad en los cuidados.

Los cambios que se deben generar están en nuestras manos, en nuestro trabajo conjunto y en el esfuerzo aunado. Es necesario que mujeres y hombres nos libremos de esos estigmas que continúan marcándonos y separándonos para poder avanzar. Debemos romper estas cadenas opresoras heredadas del pasado y forjar una sociedad donde el concepto de Igualdad sea real y efectivo. Es fundamental que se abandonen los estereotipos de género que subyacen e impregnan hasta lo más profundo de esta sociedad y que impiden la construcción de un mundo más justo e igualitario. Estereotipos que están presentes en cada rincón de nuestras vidas, que determinan miradas, acciones e incluso convicciones de muchos y muchas y que están tan interiorizados y arraigados en nuestro día a día que los aceptamos sin cuestionarlos y, por lo tanto, sin someterlos a revisión y sin reaccionar ante ellos.

Debemos tomar conciencia de la realidad social en la que vivimos y, es por ello, que todas y todos tenemos y debemos seguir apostando y luchando por conseguir unas relaciones más equitativas en todos los ámbitos, entre chicas y chicos, entre hombres y mujeres, pues sólo así, conseguiremos que la lucha de aquellas mujeres célebres y anónimas que alzaban sus voces hace más de un siglo, no se pierdan en el eco del olvido.

Sin igualdad entre mujeres y hombres y sin la plena participación de las mujeres no habrá democracia plena. Cuando se atacan los derechos de las mujeres pierde toda la sociedad. Si avanzamos en derechos y libertades gana la sociedad en su conjunto. Este es el primer paso para poder construir cualquier proyecto colectivo de transformación social.

La crisis no puede ser utilizada como excusa para abandonar las políticas de igualdad de género, ni para legitimar la desigualdad; puede y debe ser una oportunidad, nunca un retroceso. Tenemos que seguir reforzando aquellas políticas y servicios dirigidos a las personas más vulnerables, como es el caso de las mujeres y menores en situación de violencia de género. Tenemos que exigir a las administraciones, cada una desde su ámbito de actuación, que se dote de presupuesto y se deriven las acciones necesarias para acabar con esta situación.

Las mujeres continúan siendo objeto de importantes discriminaciones y la desigualdad continúa estando muy arraigada en la sociedad actual. El ritmo de progreso es lento, pero debe ser continuo. No es tiempo para pausas. Hay que trabajar en la consolidación y ampliación de derechos, en la concienciación y sensibilización, en desterrar comportamientos injustos y anquilosados, desde la responsabilidad de hombres y mujeres, de colectivos y de Administraciones.

Es necesario hacer una mención especial a la situación de mujeres y niñas que en muchas partes del mundo viven la extrema situación de desigualdad, de violencia, por el hecho de serlo. Es algo que debemos tener muy presente no cada 8 de marzo sino los 365 días del año.

Con el convencimiento de que el trabajo conjunto y continuado es esencial y en esa labor debemos poner nuestro empeño diario. Solo con la igualdad será posible una sociedad más democrática y justa.

Tenemos que seguir celebrando el 8 de marzo porque, a pesar de los progresos para las mujeres en campos como el legal, el educativo, el político o el profesional, las estadísticas y la realidad nos exigen continuar en la lucha por la construcción de una sociedad más igual. Los datos ponen de relieve que aún queda mucho por hacer en materia de igualdad y tenemos que reconocer, que después de tanto tiempo declarando propósitos, y compromisos, aún queda mucho para conseguir la total igualdad: ya que a día de hoy no hay una región en el mundo en que la Igualdad de Género sea plena.

No podemos permitir que el proceso de avance, que es positivo para la sociedad en su conjunto, sufra retrocesos ni se paralice. Es necesario defender y mantener conquistas adquiridas y seguir impulsando actuaciones que hagan efectivo el derecho a decidir entre otros aspectos, la protección eficaz frente a la violencia de género, la igualdad en el empleo, la igualdad salarial, y el derecho a la conciliación, en definitiva, la igualdad efectiva de mujeres y hombres.