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La igualdad socialista

Hoy, a Dios gracias, la mujer reclama sus derechos, vuelve por sus fueros y ya sobrepasa al hombre en numerosos campos. Y es que las féminas superan a los varones en casi todo: son tan inteligentes como nosotros, más constantes, sufridas, dulces, diplomáticas, perspicaces, estudiosas, intuitivas, listas, trabajadoras, ingeniosas, mejores gobernantes y menos belicosas (1). A todo ello hay que añadir su natural bondad ?hay mujeres malas, pero su maldad suele ser fruto de su relación con un varón perverso-, su belleza ?hasta la mujer menos favorecida tiene su aquél- y la inmensa y celestial virtud de poder ser madres. Las féminas son para mí el máximo escalafón en la escala zoológica, a varios codos por encima del hombre. Afirmo que si gobernaran habría muy pocas guerras.

Por ello lo de la igualdad. Yo opino lo contrario: ¡viva la diferencia! Mujeres juezas, cirujanas, pilotos de combate, escritoras, científicas, arquitectas, parlamentarias, alcaldesas, economistas, gestoras, ministras y hasta jefes de estado, de acuerdo, pero no por decreto. ¿Por qué han de estar al cincuenta por ciento hembras y varones en cualquier estamento o en un gobierno? Lo que debe valorarse para un puesto es el mérito, no el sexo. Si una mujer demuestra más valía que un hombre, la designación debe ser para ella. De esa forma llegará el día, que presumo cercano, en que una nación sea gobernada por una mayoría de mujeres. Pero por sus cualidades y valores, no por orden ministerial ni para cumplir un porcentaje. Lo mismo que el trabajo: a puestos similares y de iguales rendimientos salarios parejos. Sólo admito diferencias salariales en contados casos: el boxeo ?el directo al mentón de un hombre supera en mucho al de la mujer-, el fútbol ?nadie regatea como Ronaldiño-, y poniendo ladrillos o picando piedra, pues está comprobado que las hembras son malas albañiles, manejan mal el pico ?no la lengua- y no emplean con tanta contundencia el marrón de fragua.

La mujer ha pasado de estar preterida por el hombre a ser engatusada. Con lo de la igualdad, terminarán mordiendo el ponzoñoso anzuelo de equipararse al hombre cuando, como ya dije, son esencialmente distintas. Ya hemos conseguido que fumen, beban, jueguen, se droguen y trabajen tantas o más horas que el hombre. El infarto y el cáncer de pulmón eran desconocidos en las féminas hasta no ha mucho. Según las tesis progres hoy día una mujer debe realizarse. ¿Y cómo se realiza una mujer moderna? Pasando por el aro de subirse al andamio diez horas, trabajando como esclavas, viendo a sus hijos diez minutos y fumando lo mismo que cosacos. Los socialistas, en lugar de planes de igualdad, deberían promover más ayudas a la maternidad que, no lo olvidemos, es primordial en la vida de cualquier mujer, su leit motiv. Mientras en Escandinavia la mujer tiene un año para recuperarse y criar a su hijo ?hablan ya de lograr año y medio- en España son dieciséis semanas. Por ahí debiera empezar el señor Zapatero y dejarse de zarandajas electoralistas. Sé que algunas mujeres anteponen el trabajo a los hijos. Ejercen su sacrosanta libertad, pero desbarran en mi humilde opinión. La mujer, dirigida por dentro por enzimas y hormonas que la configuran de forma ineluctable, emisora de distintivas y enloquecedoras feromonas, tiene una función esencial en la vida que le llena y motiva: la maternidad. Hasta las benditas monjas de clausura se hacen llamar madres.

Igualdad de empleo y de salario, sí, pero diferencia en el trato ?la galantería jamás debiera desaparecer- y ausencia de discriminación a la mujer gestante. Son tantos los casos de embarazadas postergadas o sometidas a un indigno mobbing en el trabajo, por el sólo hecho de su estado, que clama al cielo. Así que menos igualdad por decreto y más ayuda a la familia, más guarderías públicas y más socorro a la gestante soltera para que no tenga que acudir a la ignominia del aborto.

(1) La excepción en cuanto a lo guerrero fue la Thatcher.

* Cirujano y escritor. Antonio Cavanillas*

Hoy, a Dios gracias, la mujer reclama sus derechos, vuelve por sus fueros y ya sobrepasa al hombre en numerosos campos. Y es que las féminas superan a los varones en casi todo: son tan inteligentes como nosotros, más constantes, sufridas, dulces, diplomáticas, perspicaces, estudiosas, intuitivas, listas, trabajadoras, ingeniosas, mejores gobernantes y menos belicosas (1). A todo ello hay que añadir su natural bondad ?hay mujeres malas, pero su maldad suele ser fruto de su relación con un varón perverso-, su belleza ?hasta la mujer menos favorecida tiene su aquél- y la inmensa y celestial virtud de poder ser madres. Las féminas son para mí el máximo escalafón en la escala zoológica, a varios codos por encima del hombre. Afirmo que si gobernaran habría muy pocas guerras.

Por ello lo de la igualdad. Yo opino lo contrario: ¡viva la diferencia! Mujeres juezas, cirujanas, pilotos de combate, escritoras, científicas, arquitectas, parlamentarias, alcaldesas, economistas, gestoras, ministras y hasta jefes de estado, de acuerdo, pero no por decreto. ¿Por qué han de estar al cincuenta por ciento hembras y varones en cualquier estamento o en un gobierno? Lo que debe valorarse para un puesto es el mérito, no el sexo. Si una mujer demuestra más valía que un hombre, la designación debe ser para ella. De esa forma llegará el día, que presumo cercano, en que una nación sea gobernada por una mayoría de mujeres. Pero por sus cualidades y valores, no por orden ministerial ni para cumplir un porcentaje. Lo mismo que el trabajo: a puestos similares y de iguales rendimientos salarios parejos. Sólo admito diferencias salariales en contados casos: el boxeo ?el directo al mentón de un hombre supera en mucho al de la mujer-, el fútbol ?nadie regatea como Ronaldiño-, y poniendo ladrillos o picando piedra, pues está comprobado que las hembras son malas albañiles, manejan mal el pico ?no la lengua- y no emplean con tanta contundencia el marrón de fragua.