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¿Imagen?...¿Qué imagen?

En ambos casos, los intereses políticos, económicos y sociales han jugado un papel decisivo para tratar de cercenar las investigaciones de un juez empeñado en acabar con una forma de hacer las cosas que es del todo incompatible con la buena salud de un país que se califica de democrático, cara al exterior. Ni quiero, ni puedo entrar en las consideraciones judiciales de ambos procesos-al no poseer los conocimientos para hacerlo- pero sí puedo decir que resulta tremendamente significativo que se admita a trámite una querella redactada por una asociación que debería estar prohibida desde hace décadas.

En buena parte de Europa, este tipo de grupos están extintos y/ o mucho más controlados que demuestran estarlo en una España que ya está cansada de tener que vivir bajo la sombra del águila imperial, el palio y la mirada del caudillo todopoderoso.No obstante, nada de esto resulta tan extraño si se mira hacia atrás y se comprueba la falta de cuidado que, para con la imagen de nuestro país, se tiene dentro de nuestras propias fronteras. En pleno siglo XXI son muchos los que disfrutan con la imagen de la charanga y la pandereta, el espíritu de la selección española, mientras suenan las notas de la inmortal canción ¡Qué viva, España!

La realidad dicta que el concepto de imagen de marca es un término difícil de asimilar por el ciudadano de a pie y, además, con argumentar que los de fuera no saben cómo funciona nuestra tierra les basta. Yo podría añadir que yo tampoco lo sé, pero me preocupa que el fantasma del fascismo, el mismo que sembró de cadáveres a Europa, siente en el banquillo a un juez por reivindicar la memoria de quienes murieron luchando por sus convicciones.

Me preocupa que se castigue la memoria y se premie el cohecho, el soborno, la mentira y el despilfarro. Me preocupa que nadie se dé cuenta de lo importante que es aprender de los errores del pasado y, luego, cuando los mismos errores del pasado se repiten, salir como fariseos rasgándose las vestiduras.Me preocupa que el tiempo pase y sucesos como éstos se sigan repitiendo, jaleados por fundamentalistas aprovechados, políticos de medio pelo y retrógrados de mente estrecha y delictivo comportamiento.

Me preocupa ver cómo España da la imagen de ser un país en donde la corrupción está bien vista, donde defraudar al “fisco” es un plus de popularidad, y donde el derroche institucional es la moneda de cambio para obtener la cuota de poder correspondiente. Me preocupa que el ego de parte de la clase judicial ponga en entredicho la imagen democrática de nuestro país, rescatando los modos y maneras de la dictadura del general Franco, amparándose en “la letra de la ley”. Sé que la ley y la justicia no son sinónimos, como tampoco lo son perdonar y olvidar. Sin embargo, hemos llegado a un punto en donde no se deberían tolerar insensateces, a costa de una forma de pensar que hace tiempo que dejó de tener validez.

Las paradojas de la vida han querido que, mientras este juicio se celebre, otro finalice exculpando, con su veredicto, a quienes piensan que hay cosas que no se deben tocar y mucho menos comentar cuando se habla del poder. Tampoco entraré en consideraciones judiciales, porque las sentencias hay que acatarlas, aunque estés en desacuerdo.

No obstante, la sentencia del caso de los trajes devuelve a la palestra la consideración que se tiene para con quienes mandan y cómo se les debe tratar. El jamón que siempre acarreaba Peloto Chivatez, compañero de clase de los gemelos Zipi y Zape, buscando ganarse el corazón del férreo Don Minervo, no es sino un fiel reflejo de cómo han funcionado las cosas en nuestras fronteras, desde tiempo pasados. De ahí que no tuviera duda del veredicto, más si se tiene en cuenta la incapacidad de los ciudadanos de a pie de comprender la causalidad que existe entre la tremenda deuda que arrastra una comunidad como la valenciana-no de ahora sino de mucho antes- y el desorbitado nivel de gasto en “humo y espejos”, protagonizado por los responsables de dicho territorio. Para esos fieles votantes, la deuda es cosa de otros y la mejor recompensa es volver a elegir a quienes les han llevado a la situación en la que están.

Ni esta sentencia, ni la que, presumiblemente, deba acatar el juez Baltasar Garzón servirán para recuperar el dinero malversado y derrochado, ni para equilibrar las tremendas desigualdades sociales que, día a día, se acentúan en nuestra geografía.Al final, España seguirá figurando entre los países que más toleran la corrupción del mapa europeo-por mucho que se empeñen en negarlo- y quienes más tienen seguirán mangoneando nuestra sociedad como antaño.

Así se escribe la historia y en cuanto a la imagen de España? Pues eso, ajo y agua, como se dice vulgarmente.

Eduardo Serradilla Sanchis

En ambos casos, los intereses políticos, económicos y sociales han jugado un papel decisivo para tratar de cercenar las investigaciones de un juez empeñado en acabar con una forma de hacer las cosas que es del todo incompatible con la buena salud de un país que se califica de democrático, cara al exterior. Ni quiero, ni puedo entrar en las consideraciones judiciales de ambos procesos-al no poseer los conocimientos para hacerlo- pero sí puedo decir que resulta tremendamente significativo que se admita a trámite una querella redactada por una asociación que debería estar prohibida desde hace décadas.

En buena parte de Europa, este tipo de grupos están extintos y/ o mucho más controlados que demuestran estarlo en una España que ya está cansada de tener que vivir bajo la sombra del águila imperial, el palio y la mirada del caudillo todopoderoso.No obstante, nada de esto resulta tan extraño si se mira hacia atrás y se comprueba la falta de cuidado que, para con la imagen de nuestro país, se tiene dentro de nuestras propias fronteras. En pleno siglo XXI son muchos los que disfrutan con la imagen de la charanga y la pandereta, el espíritu de la selección española, mientras suenan las notas de la inmortal canción ¡Qué viva, España!