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El Imperio en calzoncillos

Sabíamos que en Washintong se salta las leyes. La guerra de Irak, las torturas en Guantánamo, los golpes de Estado en Venezuela y Honduras, el apoyo a las acciones criminales de Israel, son hechos ocurridos en el siglo XXI que pisotean las reglas internacionales con el mismo descaro de toda la vida. Pero los documentos filtrados por wikileaks nos muestran unas comunicaciones oficiales que demuestran que se estuvo espiando al secretario general de la ONU y a su personal, que se presionó al fiscal general del Estado de España, a los máximos responsables de la Audiencia Nacional en Madrid, a gobiernos de todos los continentes. Además podemos comprobar que esas presiones tuvieron efectos en decisiones judiciales de máxima importancia o en la elección del responsable del Organismo Internacional para la Energía Atómica.

Todo esto demuestra que la política internacional no se decide en esas grandes cumbres de jefes de estado y de gobierno que sonríen ante las cámaras de televisión. En realidad en esos encuentros que llenan páginas de periódicos y telediarios lo que se hace es la representación teatral de un guión que se ha escrito previamente en pasillos de embajadas, en despachos de fiscales, en sedes de grandes empresas y de organismos internacionales que están al servicio del poder económico del mundo que tiene su representación política en la Casa Blanca.

En lugar de pedir perdón por todo esto, en lugar mentirnos y decirnos “no lo volveré a hacer, creemos en la democracia mundial, nosotros no presionamos, nosotros exportamos democracia y no bananerismo”, en lugar poner un poquito de dignidad a esta imagen de diplomacia de cloacas, la reacción ha sido la del matón que se ve descubierto en plena faena. Dice Hillary Clinton que los autores de las filtraciones “serán castigados”, porque han atacado a “la comunidad internacional”. La verdad es que no me siento parte de esa comunidad, porque no me siento atacado, al contrario, me gusta conocer cómo funciona el sistema.

Pero cuidado, tampoco vayamos a celebrar la gran fiesta de la democracia. Wikileaks ha filtrado los documentos a los principales periódicos de Europa y Estados Unidos. Si quería la máxima repercusión hizo bien. Pero conviene recordar que esos periódicos son grandes empresas cuyos accionistas en muchas ocasiones tienen que ver con otros poderes que funcionan con métodos oscuros o indecentes como el club Bilderberg, la gran banca o las multinacionales norteamericanas y europeas. Por eso algunas vergüenzas que comparten no serán difundidas.

Por eso ya estamos viendo algunos capítulos sobre Bolivia y Venezuela que se parecen poco a lo que dicen de otros estados. Por ejemplo de Bolivia destacan que Evo Morales tiene un tumor en la nariz, de Venezuela que allí hay muchos espías cubanos. ¿Conoceremos el trabajo de los espías norteamericanos en las embajadas de Sucre y Caracas?¿Nos enteraremos del apoyo económico a los opositores a Evo Morales y Hugo Chávez?¿Publicarán el papel de las multinacionales europeas y norteamericanas en la política de Venezuela y Bolivia? Será difícil, porque el trabajo de los espías del imperio no hubiera servido para nada sin el apoyo de algunos medios de comunicación que estos días editorializan sobre la defensa de la democracia y se escandalizan de las presiones de Estados Unidos sobre el poder político y judicial de la civilizada Europa.

Juan García Luján

Sabíamos que en Washintong se salta las leyes. La guerra de Irak, las torturas en Guantánamo, los golpes de Estado en Venezuela y Honduras, el apoyo a las acciones criminales de Israel, son hechos ocurridos en el siglo XXI que pisotean las reglas internacionales con el mismo descaro de toda la vida. Pero los documentos filtrados por wikileaks nos muestran unas comunicaciones oficiales que demuestran que se estuvo espiando al secretario general de la ONU y a su personal, que se presionó al fiscal general del Estado de España, a los máximos responsables de la Audiencia Nacional en Madrid, a gobiernos de todos los continentes. Además podemos comprobar que esas presiones tuvieron efectos en decisiones judiciales de máxima importancia o en la elección del responsable del Organismo Internacional para la Energía Atómica.

Todo esto demuestra que la política internacional no se decide en esas grandes cumbres de jefes de estado y de gobierno que sonríen ante las cámaras de televisión. En realidad en esos encuentros que llenan páginas de periódicos y telediarios lo que se hace es la representación teatral de un guión que se ha escrito previamente en pasillos de embajadas, en despachos de fiscales, en sedes de grandes empresas y de organismos internacionales que están al servicio del poder económico del mundo que tiene su representación política en la Casa Blanca.