Espacio de opinión de Canarias Ahora
Inauguración
El curso escolar lo he inaugurado yo esta mañana con mi tostada de aceite y mi café con leche, sin reírme de nadie y sin engañar a la buena gente. Nos hemos sentado mis alumnos y yo, nos hemos presentado y nos hemos visto otra vez allí, más apretujados, sin libros de texto, sin presupuesto para fotocopias y sin suficientes ejemplares para todos de la lectura del trimestre. Según Wert la situación no exactamente como nosotros la contamos, que somos unos exagerados. La calidad educativa, dijo hace unos días mientras colocaba a su esposa en TVE1, está garantizada. Basta con darse una vuelta por los centros públicos de enseñanza para ver que calidad y cantidad van de la mano, es decir, cuantos más profesores haya más servicios se pueden ofrecer. Es tan evidente que ni merece la pena insistir en ello.
En estas últimas semanas he estado leyendo algunos textos sobre la crisis y el mundo que nos espera. Coinciden en señalar que un Estado que no invierte en los más jóvenes está condenado al inmovilismo, al enquistamiento. De todos, los más divertidos e hirientes son Posteconomía. Hacia un capitalismo feudal, de Antonio Baños, y Simiocracia y Españistán, ambos de Aleix Saló. El de Ernesto Ekaizer, Indecentes. Crónica de un atraco perfecto, es escandaloso.
Así que España no está para inaugurar nada, sino para reparar lo estropeado. Y si el destrozo es tan inmenso que no hay arreglo posible, mejor será cerrar el pico y no caer en lugares comunes que ya no se cree nadie. No hace falta dar una imagen de normalidad. Sabemos perfectamente dónde estamos. Quizá sea ese el problema. Los últimos datos aportados sobre el patrimonio de la clase política sugieren que quienes nos gobiernan viven en un mundo distinto, a salvo de los envites del paro y la desesperanza. Posiblemente ignoren las condiciones en las que viven millones de ciudadanos. y Cuando la desgracia no la vives en carne propia...
José MarÃa GarcÃa Linares
El curso escolar lo he inaugurado yo esta mañana con mi tostada de aceite y mi café con leche, sin reírme de nadie y sin engañar a la buena gente. Nos hemos sentado mis alumnos y yo, nos hemos presentado y nos hemos visto otra vez allí, más apretujados, sin libros de texto, sin presupuesto para fotocopias y sin suficientes ejemplares para todos de la lectura del trimestre. Según Wert la situación no exactamente como nosotros la contamos, que somos unos exagerados. La calidad educativa, dijo hace unos días mientras colocaba a su esposa en TVE1, está garantizada. Basta con darse una vuelta por los centros públicos de enseñanza para ver que calidad y cantidad van de la mano, es decir, cuantos más profesores haya más servicios se pueden ofrecer. Es tan evidente que ni merece la pena insistir en ello.
En estas últimas semanas he estado leyendo algunos textos sobre la crisis y el mundo que nos espera. Coinciden en señalar que un Estado que no invierte en los más jóvenes está condenado al inmovilismo, al enquistamiento. De todos, los más divertidos e hirientes son Posteconomía. Hacia un capitalismo feudal, de Antonio Baños, y Simiocracia y Españistán, ambos de Aleix Saló. El de Ernesto Ekaizer, Indecentes. Crónica de un atraco perfecto, es escandaloso.