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La infamia soriana

Aplicándole a Navarro la presunción de inocencia y dando por cierto que el uso del término “bochorno” denota, como les dije, acercamiento a esa noción, subrayaré el carácter pasajero del arrebol o encendimiento de la faz social como un fino detalle de la doña para diferenciarlo del más brutal caérsele a uno la cara de vergüenza ante las trapisondas sorianas que tienen embrujado (prefiero no decir “encantado”) al PP. No sé si la elección del término la hizo muy consciente de la diferencia entre la vergüenza leve y la desvergüenza total después de un riguroso análisis objetivo de la realidad objetiva; o si fue que le traicionó el subconsciente, que es muy puñetero.

Australia quiso así apuntalar la amenaza soriana de acabar con los paseos por la playa de los funcionarios de baja médica. Lo dijo de la forma más malcriada posible poniendo bajo sospecha no sólo a los funcionarios sino a los médicos que firman las bajas sin plantearse, siquiera, que al menos entre los docentes las depresiones tienen ya carácter cuasi epidémico debido, en gran medida a la política de la consejería que no tienen en cuenta para nada que estamos en una sociedad dislocada y en crisis no sólo económica sino de valores que han creado en muchos centros situaciones insoportables. Ésta es una realidad que en otros lugares es objeto de debate y de preocupación por parte de quienes gobiernan pero que aquí, simple y llanamente se ignora.

El Gobierno ha dado unas cifras de absentismo laboral entre los funcionarios preocupantes. Pero lo mismo que sospecha el Ejecutivo de que un elevado número de ellas son fraudulentas, con la necesaria complicidad de los médicos, cabe pensar si no habrá cargado un tanto la mano para justificar las medidas que anuncia Soria. No son gente fiable los mandarines y hay que poner en hielo cuanto afirman. Lo que no quiere decir, ojo, que no haya un problema de absentismo grave y que haya funcionarios con una cara que se la pisan. La cuestión es que Soria está dispuesto a que paguen justos por pecadores y nada dice de los funcionarios estampillados a los que les han dado ellos, los mandarines, categoría de funcionarios sin haber pasado una maldita oposición por razones de afinidad partidista y para asegurarse la presencia en la administración de confidentes que les cuenten cuando gobierne un partido rival.

Habría que decantar por ahí los porcentajes de absentismo, tarea en la que deberían colaborar los sindicatos si el Gobierno estuviera dispuesto, de verdad, a arreglar la función pública ya que, conociendo como conocemos a gente como Soria, doy por descontado que prevalecerán las arbitrariedades y vendettas. Es oportuno recordar el largo rosario de despidos y de acosos laborales que han acabado en los tribunales con fallos contrarios a actuaciones del PP en este campo.

Nada les digo de la necesidad de ir a la raíz del problema en lugar de machacar a quienes lo padecen porque sería mucho pedir o esperar del Gobierno. Soria no sabe, por ejemplo, que en los casos de depresión suele recomendársele a los pacientes que paseen por la playa, mismamente, y sé del caso de una profesora que solicitó el alta al saber que no se le había nombrado sustituto y que la consejería tardó su buen tiempo en tramitársela, cosa que hizo por último ante su insistencia para que le pusieran no sé si un sello o una firma.

En definitiva: el problema del absentismo existe, pero no sabemos si alcanza la dimensión que dice el Gobierno; es justo sospechar que acabarán pagando justos por pecadores y que entre éstos no estarán los enchufados de su cuerda.

Aplicándole a Navarro la presunción de inocencia y dando por cierto que el uso del término “bochorno” denota, como les dije, acercamiento a esa noción, subrayaré el carácter pasajero del arrebol o encendimiento de la faz social como un fino detalle de la doña para diferenciarlo del más brutal caérsele a uno la cara de vergüenza ante las trapisondas sorianas que tienen embrujado (prefiero no decir “encantado”) al PP. No sé si la elección del término la hizo muy consciente de la diferencia entre la vergüenza leve y la desvergüenza total después de un riguroso análisis objetivo de la realidad objetiva; o si fue que le traicionó el subconsciente, que es muy puñetero.

Australia quiso así apuntalar la amenaza soriana de acabar con los paseos por la playa de los funcionarios de baja médica. Lo dijo de la forma más malcriada posible poniendo bajo sospecha no sólo a los funcionarios sino a los médicos que firman las bajas sin plantearse, siquiera, que al menos entre los docentes las depresiones tienen ya carácter cuasi epidémico debido, en gran medida a la política de la consejería que no tienen en cuenta para nada que estamos en una sociedad dislocada y en crisis no sólo económica sino de valores que han creado en muchos centros situaciones insoportables. Ésta es una realidad que en otros lugares es objeto de debate y de preocupación por parte de quienes gobiernan pero que aquí, simple y llanamente se ignora.