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Infecar por María del Mar Julios Reyes

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Han sido años en los que se ha acumulando un capital incesante de referencias, instalaciones y contactos. La Feria ha seguido adelante a pesar de los vaivenes políticos y de la gestión irregular que la ha caracterizado. Más allá de su significación inicial estrictamente comercial o industrial, la Feria se ha extendido al mundo agrario, a las tecnologías de desalación de aguas o a la artesanía popular, entre otras manifestaciones.

El espacio de la Feria, aproximadamente 60.000 metros cuadrados construidos y otros 100.000 mil de reserva, se ha convertido en uno de los pocos terrenos libres, de cierta magnitud en Las Palmas de Gran Canaria situado, además, en su cota más alta, y junto a un nudo de comunicaciones que ha mejorado sustancialmente su accesibilidad. De ahí que se haya desarrollado, también, como un gran espacio lúdico y de concentración cívica, desarrollando actividades tan diversas como ferias de infancia y juventud, exhibiciones caninas u olimpiadas colombófilas. Ningún espacio en nuestra ciudad puede albergar, en eventos de fin de semana, a cifras que discurren entre las cuarenta o las sesenta mil personas.

Es evidente que Infecar debe mejorar, pero de ahí a la sorprendente aparición de José Miguel Pérez y Jerónimo Saavedra trayendo la buena nueva de su traslado a la zona de El Rincón media un abismo.

Aunque vivimos tiempos en los que se pretende que la declaración puntual o la rueda de prensa improvisada sea la técnica para disimular el vacío, para sustituir el diálogo social, el respeto a la legalidad urbanística, o a la más mínima planificación , es difícil encontrar un ejemplo mayor de frivolidad política: se está invitando a la Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria y a su Isla a un viaje sin retorno hacia no se sabe donde en El Rincón; hacia una hipotética ubicación que ni remotamente puede competir con las magnitudes actuales; hacia una inversión que destruye lo acumulado durante muchos años y necesita nuevos e importantísimos recursos. Y todo ello, para crear una “ciudad administrativa”, recreando un modelo que murió hace muchos años, y sin tomarse la molestia de hablarlo con el mundo empresarial y con el resto de las administraciones públicas implicadas.

Pero no nos engañemos, la “ciudad administrativa” es el señuelo para abrir paso a una maniobra especulativa, que en su momento se planteará como imprescindible para financiar la destrucción de lo construido y la construcción de lo innecesario. Tenemos derecho a sospechar que estamos técnicamente ante un “pelotazo”, del que se llega a decir que servirá para combatir el paro en la construcción, por más que se trate de una operación a espaldas de la economía productiva y de sus interlocutores sociales. Claro que es necesario, en estos momentos, aumentar la inversión pública y privada y hacerlo coordinadamente, pero la obligación de los responsables políticos es dirigir esto o resolver los problemas prioritarios de los ciudadanos y/o los proyectos estratégicos que den respuesta a los problemas de la ciudad: vivienda, infraestructura cultural y social para los barrios, transportes, etc.

Cuando se aproxima el primer año del importante cambio del panorama político de Gran Canaria operado en mayo de 2007, el capital de ilusión depositado por muchos ciudadanos que, legítimamente confiaron en el PSOE, camina hacia el desaliento y la quiebra absoluta. El vacío y la improvisación avanzan como modelo de apariencia y, en lo real, la actividad del lobby socialista de la construcción se ha hecho sentir significativamente, tanto en las crisis entre las familias socialistas en el Ayuntamiento, especialmente, en el área urbanística, como en la pugna por Infecar.

La parálisis y el desgobierno se han instalado en el Cabildo de Gran Canaria y en el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, el cambio que prometía el Partido Socialista a todos los ciudadanos se ha convertido en una gran frustración y en una vuelta a sus orígenes, ya que, la forma de gobernar del PSOE es la misma que hace 15 años.

* Presidenta de Coalición Canaria en Gran Canaria

María del Mar Julios Reyes*

Han sido años en los que se ha acumulando un capital incesante de referencias, instalaciones y contactos. La Feria ha seguido adelante a pesar de los vaivenes políticos y de la gestión irregular que la ha caracterizado. Más allá de su significación inicial estrictamente comercial o industrial, la Feria se ha extendido al mundo agrario, a las tecnologías de desalación de aguas o a la artesanía popular, entre otras manifestaciones.

El espacio de la Feria, aproximadamente 60.000 metros cuadrados construidos y otros 100.000 mil de reserva, se ha convertido en uno de los pocos terrenos libres, de cierta magnitud en Las Palmas de Gran Canaria situado, además, en su cota más alta, y junto a un nudo de comunicaciones que ha mejorado sustancialmente su accesibilidad. De ahí que se haya desarrollado, también, como un gran espacio lúdico y de concentración cívica, desarrollando actividades tan diversas como ferias de infancia y juventud, exhibiciones caninas u olimpiadas colombófilas. Ningún espacio en nuestra ciudad puede albergar, en eventos de fin de semana, a cifras que discurren entre las cuarenta o las sesenta mil personas.