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Irresponsable debate sobre el terrorismo

Hasta ahora, los demócratas habíamos estado siempre a la altura de las circunstancias cuando ETA actuaba cercenando vidas, secuestrando o extorsionando. Con tregua o sin ella, Gobierno y Oposición hemos puesto persistentemente por delante lo que nos une: las convicciones democráticas, el respeto a la vida y a la libertad, y nos cuidábamos muy mucho de airear públicamente nuestras diferencias. Y menos, mucho menos, en foro parlamentario. Todo eso voló desafortunadamente por los aires el lunes 15 en el Congreso. El PP, en una vuelta de tuerca más en su estrategia frentista radical desde que perdiera las elecciones en marzo de 2004, prefirió someter a juicio sumarísimo al Gobierno y a su presidente antes que esforzarse por recomponer la unidad y sumar todas las fuerzas contra ETA.RupturaLa inasistencia a la manifestaciones del sábado 13 en Madrid y Bilbao ya apuntó por donde irían el discurso y la práctica de los conservadores españoles. Cuando más se necesitaba la unidad frente a los violentos, cuando los organizadores recogieron en su lema lo que el PP había solicitado, el partido de Mariano Rajoy prefirió desmarcarse y escenificar una ruptura, política y social, que sólo ha podido satisfacer a ETA y a su entorno, los únicos beneficiarios de semejante mezquindad política. El debate parlamentario fue más de lo mismo, con un momento culminante: la frase de Rajoy en la que asegura que “si el Gobierno no cumple con ella, ETA pone bombas; y si no las pone es porque el Gobierno ha cedido”. Inculpación del Ejecutivo, que no de ETA, absolutamente impropia por parte de quien ha sido ministro del Interior y que, consecuentemente, tendría que aplicarse a los momentos en que ETA asesinó tras negociar con el Gobierno de Aznar y cuando el PP procedió al acercamiento de presos, a la excarcelación de condenados de la banda terrorista y al regreso de medio centenar de sus exiliados.Como decía al principio, el debate no ha servido para nada bueno. Las políticas contra el terrorismo deben discutirse con la mayor cautela y con la mayor discreción; máxime cuando hay discrepancias, al parecer irreconciliables. Si no se corre el peligro de debilitar frívolamente al sistema democrático. Y no hay razones, y menos las que surgen de las luchas partidistas, que justifiquen semejante error. Lo correcto, lo responsable, ayer, hoy y mañana, es el apoyo solidario al Gobierno del Estado por parte de todas las fuerzas democráticas, sin fisuras como ha venido sucediendo hasta ahora. Como hizo el socialista Joaquín Almunia con el entonces presidente Aznar al final de la tregua que se extendió del 98 al 99. Como hemos hecho modestamente nosotros con los diferentes titulares del Ejecutivo. El enemigo es ETA. Y eso parece completa y oportunistamente olvidado por algunos.El panorama, al menos a corto plazo, se presenta con perfiles muy negativos, poco o nada esperanzadores. El enconado debate parlamentario, la tremenda dureza del enfrentamiento dialéctico entre el presidente del Gobierno y el jefe del principal partido de la oposición, no permite vislumbrar en modo alguno las posibilidades de un acercamiento, y menos aún un acuerdo, entre PSOE y PP. Y ya hemos advertido en distintas ocasiones que la derrota del terrorismo y la apertura en su momento de un proceso de paz exige el entendimiento entre los dos grandes partidos estatales, como ha ocurrido en procesos similares en otras latitudes.Ampliación del PactoPoco se puede sacar en positivo de lo ocurrido en el Congreso. Salvo la propuesta del presidente Zapatero de ampliar el Pacto contra el Terrorismo a todos los partidos democráticos y al conjunto de la sociedad civil, que desde Nueva Canarias hemos venido defendiendo. En mi opinión constituye una decisión acertada. Especialmente porque permitirá incorporar al PNV que, bajo la dirección de Josu Jon Imaz, ha tenido un comportamiento valiente y comprometido poniendo en primer plano el rechazo a la violencia y el fin de ETA, alejándose del espíritu de Lizarra que hizo imposible que la principal fuerza política de Euskadi formara parte del Acuerdo por las Libertades y contra el Terrorismo rubricado en diciembre de 2000 por PSOE y PP.Mientras se intenta recuperar la unidad entre los demócratas, el Estado continuará actuando, como hasta ahora, en los ámbitos político, judicial y policial contra la banda terrorista. Pero algo ha ocurrido que hace que las cosas no sean igual. No se trata, como verbaliza Rajoy, de que ETA se haya fortalecido en este período (¿lo hizo entre el 98 y el 99 con ustedes en el Gobierno y sus concesiones?), sino de que, con la profunda y visualizada división, los demócratas nos hemos debilitado. Y corregir esa debilidad, poniendo todo el esfuerzo en la recomposición del acuerdo entre los partidos democráticos es la tarea más urgente. Y ello exige mucha discreción, prudencia, generosidad y altura de miras. Cualidades que, desgraciadamente, no han sobrado en la escena política española en los últimos años.(*) Román Rodríguez es diputado y presidente de Nueva Canarias. Román Rodríguez (*)

Hasta ahora, los demócratas habíamos estado siempre a la altura de las circunstancias cuando ETA actuaba cercenando vidas, secuestrando o extorsionando. Con tregua o sin ella, Gobierno y Oposición hemos puesto persistentemente por delante lo que nos une: las convicciones democráticas, el respeto a la vida y a la libertad, y nos cuidábamos muy mucho de airear públicamente nuestras diferencias. Y menos, mucho menos, en foro parlamentario. Todo eso voló desafortunadamente por los aires el lunes 15 en el Congreso. El PP, en una vuelta de tuerca más en su estrategia frentista radical desde que perdiera las elecciones en marzo de 2004, prefirió someter a juicio sumarísimo al Gobierno y a su presidente antes que esforzarse por recomponer la unidad y sumar todas las fuerzas contra ETA.RupturaLa inasistencia a la manifestaciones del sábado 13 en Madrid y Bilbao ya apuntó por donde irían el discurso y la práctica de los conservadores españoles. Cuando más se necesitaba la unidad frente a los violentos, cuando los organizadores recogieron en su lema lo que el PP había solicitado, el partido de Mariano Rajoy prefirió desmarcarse y escenificar una ruptura, política y social, que sólo ha podido satisfacer a ETA y a su entorno, los únicos beneficiarios de semejante mezquindad política. El debate parlamentario fue más de lo mismo, con un momento culminante: la frase de Rajoy en la que asegura que “si el Gobierno no cumple con ella, ETA pone bombas; y si no las pone es porque el Gobierno ha cedido”. Inculpación del Ejecutivo, que no de ETA, absolutamente impropia por parte de quien ha sido ministro del Interior y que, consecuentemente, tendría que aplicarse a los momentos en que ETA asesinó tras negociar con el Gobierno de Aznar y cuando el PP procedió al acercamiento de presos, a la excarcelación de condenados de la banda terrorista y al regreso de medio centenar de sus exiliados.Como decía al principio, el debate no ha servido para nada bueno. Las políticas contra el terrorismo deben discutirse con la mayor cautela y con la mayor discreción; máxime cuando hay discrepancias, al parecer irreconciliables. Si no se corre el peligro de debilitar frívolamente al sistema democrático. Y no hay razones, y menos las que surgen de las luchas partidistas, que justifiquen semejante error. Lo correcto, lo responsable, ayer, hoy y mañana, es el apoyo solidario al Gobierno del Estado por parte de todas las fuerzas democráticas, sin fisuras como ha venido sucediendo hasta ahora. Como hizo el socialista Joaquín Almunia con el entonces presidente Aznar al final de la tregua que se extendió del 98 al 99. Como hemos hecho modestamente nosotros con los diferentes titulares del Ejecutivo. El enemigo es ETA. Y eso parece completa y oportunistamente olvidado por algunos.El panorama, al menos a corto plazo, se presenta con perfiles muy negativos, poco o nada esperanzadores. El enconado debate parlamentario, la tremenda dureza del enfrentamiento dialéctico entre el presidente del Gobierno y el jefe del principal partido de la oposición, no permite vislumbrar en modo alguno las posibilidades de un acercamiento, y menos aún un acuerdo, entre PSOE y PP. Y ya hemos advertido en distintas ocasiones que la derrota del terrorismo y la apertura en su momento de un proceso de paz exige el entendimiento entre los dos grandes partidos estatales, como ha ocurrido en procesos similares en otras latitudes.Ampliación del PactoPoco se puede sacar en positivo de lo ocurrido en el Congreso. Salvo la propuesta del presidente Zapatero de ampliar el Pacto contra el Terrorismo a todos los partidos democráticos y al conjunto de la sociedad civil, que desde Nueva Canarias hemos venido defendiendo. En mi opinión constituye una decisión acertada. Especialmente porque permitirá incorporar al PNV que, bajo la dirección de Josu Jon Imaz, ha tenido un comportamiento valiente y comprometido poniendo en primer plano el rechazo a la violencia y el fin de ETA, alejándose del espíritu de Lizarra que hizo imposible que la principal fuerza política de Euskadi formara parte del Acuerdo por las Libertades y contra el Terrorismo rubricado en diciembre de 2000 por PSOE y PP.Mientras se intenta recuperar la unidad entre los demócratas, el Estado continuará actuando, como hasta ahora, en los ámbitos político, judicial y policial contra la banda terrorista. Pero algo ha ocurrido que hace que las cosas no sean igual. No se trata, como verbaliza Rajoy, de que ETA se haya fortalecido en este período (¿lo hizo entre el 98 y el 99 con ustedes en el Gobierno y sus concesiones?), sino de que, con la profunda y visualizada división, los demócratas nos hemos debilitado. Y corregir esa debilidad, poniendo todo el esfuerzo en la recomposición del acuerdo entre los partidos democráticos es la tarea más urgente. Y ello exige mucha discreción, prudencia, generosidad y altura de miras. Cualidades que, desgraciadamente, no han sobrado en la escena política española en los últimos años.(*) Román Rodríguez es diputado y presidente de Nueva Canarias. Román Rodríguez (*)