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La Isleta. La obsesión de apropiarse del aire

Hay personas que, cada vez que ven un espacio de aire sin nada, vacío, se sienten desinquietas. Y comienzan a darle vueltas y a pensar que es un despilfarro de la Madre Natura, de la querida Pacha Mama.

Por eso entienden que los paisajes aéreos no son para disfrutarlos y embelesarse con ellos, sino para apropiárselos, ponerles su marchamo, su logo y, si se tercia y aquí está la gracia, sacarles beneficio económico particular.

En mi opinión, es el caso del ingeniero industrial Rafael Cabrera quien es el autor del proyecto de hincarle un teleférico al istmo de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, al barrio de La Isleta y a la misma Península hasta la montaña de El Vigía. Y hablo de obsesión porque, de acuerdo con la misma información, el propio Rafael Cabrera fue el que intentó el año pasado hincarle otro teleférico al mismísimo Roque Nublo.

Y, en esta ocasión ya cuenta con una empresa, la sociedad Teleférico de Las Palmas constituida por “un grupo de empresarios canarios relacionados con el mundo del golf”.

Y la propuesta consiste en montar un funicular que salga cerca del Centro Comercial El Muelle, sobrevuele todo el istmo, rasee por encima de las casas del barrio de La Isleta y alcance el pico de la montaña de El Vigía.

En mi opinión, el colocar este artilugio donde se pretende es toda una aberración.

1). El istmo es, sin duda, el hecho geográfico más característico y que le da personalidad a la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Bordeado por dos playas, Las Canteras y Las Alcaravaneras que hacen de ese espacio algo único. Por eso, intentar poner el funicular a todo lo largo de ese espacio emblemático y de las dos playas, me parece un irrespetuoso maltrato. Porque ¿a quién se le ocurre machacar el espacio más sensible de cualquier ciudad que se respete a sí misma?

2). Los vecinos de La Isleta han sufrido (y se han rebelado…) de siempre un trato urbanístico de segundo orden. Por el hecho de ser frontera con un territorio militar, por tener que soportar las exigencias del Puerto de La Luz y por ver cercenadas sus posibilidades de expansión por la creación del polígono industrial más importante de Las Palmas de Gran Canaria: El Sebadal. Atropellarlos ahora obligándolos a sufrir el paso del artefacto por encima de sus cabezas, es el colmo del maltrato. Posibles riesgos aparte.

3). Recordemos que La Isleta es un Espacio Natural Protegido. Por eso, los promotores del funicular pretenden que el Gobierno de Canarias “acceda a la suspensión temporal de la protección que tiene una parte de la montaña, para poder instalar la plataforma de desembarco” y construir un mirador. Es decir, que los promotores ya saben que eso no se puede hacer, pero eso no les importa, ellos ya buscarán más promotores… Y quieren que se les permita hacer lo que no se puede. Y, ya puestos, “tienen previsto solicitar una subvención europea”.

4). Además, tendrán que conseguir una autorización del Ministerio de Defensa, hasta ahora valedor de la conservación de La Isleta. En esta tesitura, lo que algunos pudiéramos pedirle al Ministerio es que haga honor a su nombre, lo rechace y nos defienda del dichoso artilugio.

5). Lo más importante a mi juicio. Desde hace más de 50 años hay un debate pendiente en esta ciudad. Cómo hacer para conseguir que La Isleta sea accesible, de la forma más justa y adecuada, a toda la ciudadanía. Mucho se ha escrito y discutido sobre ese tema, aún sin resolver. Y siempre se planteó que lo que había que hacer era su Ordenación Territorial mediante un Plan, que tuviera en cuenta todas sus posibilidades y potencialidades como conjunto. Y que, por medio de un proceso de discusión y debate muy participativo, se plasmara el proyecto de lo que se quería hacer. Pues bien, ahora se pretende montar el funicular, es decir hacer una importante actuación concreta, sin tener en consideración la globalidad del planeamiento integral de La Isleta. En otras palabras, edificar una pesada infraestructura sin haber definido el conjunto de lo que se pretende.

Esta forma de actuar es la que, según atinada consideración del Consejo Consultivo de Canarias al Proyecto de Ley del Suelo, pretende transformar el modelo de Ordenación del Territorio de Canarias. Y es que, hasta ahora, la Ordenación del Territorio se hacía a través del Planeamiento Previo, es decir por medio de una visión estratégica y global. De forma racional y razonable. Pero si se llegara a aprobar el Proyecto, la Ordenación del Territorio, se haría a través de Proyectos concretos, sin ninguna otra consideración. Justo lo que pretende esta ocurrencia del funicular.

Ante este tipo de debates hay una parte ¿importante? de la ciudadanía que acusa a quienes nos oponemos a este tipo de ocurrencias obsesivas. Y nos califican de pertenecer a la Cofradía del Santo No. Pero habría que preguntarles, como en este caso ¿Por qué decir que sí y aceptar cualquier “agudeza”, que algunos pensamos, y razonamos, que tienen consecuencias negativas para la ciudadanía.

Por último y para mí, lo más grave. De acuerdo con la citada información de prensa, el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria y la Autoridad Portuaria de Las Palmas respaldan la instalación del teleférico a la montaña de El Vigía. Me parece un peligroso error.

Hay personas que, cada vez que ven un espacio de aire sin nada, vacío, se sienten desinquietas. Y comienzan a darle vueltas y a pensar que es un despilfarro de la Madre Natura, de la querida Pacha Mama.

Por eso entienden que los paisajes aéreos no son para disfrutarlos y embelesarse con ellos, sino para apropiárselos, ponerles su marchamo, su logo y, si se tercia y aquí está la gracia, sacarles beneficio económico particular.