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El ji-jí, ja-já de Saavedra

Quiero decir que Saavedra no va contra una dirección derrotada sino contra la que le ha dado al PSC dos triunfos electorales consecutivos y recuperó el poder en Gran Canaria, por ejemplo. Por lo que es de justicia retirarle ya a Juan Carlos Alemán el sambenito de que prefería estar de segundón bienestante, merced al chalaneo con ATI-CC, para asegurar a sus allegados y personas piadosas puestitos de menor cuantía aunque de emolumentos gratificantes, so pretexto de garantizar, madre, la gobernabilidad. Queda claro que esa política de alterne y descorche (dialogante, dicen) es de inspiración saavedriana.

Sabido es que a Saavedra lo apuñalaron varias veces esos mismos con los que quiere restablecer relaciones, departir en los intermedios de los conciertos y aparecer en papel cuché. Una variante del síndrome de Estocolmo que le ha llevado a atender las incitaciones de ATI-CC y del PP para que se enfrentara a Aguilar. Éste llegó como un venado y asustó a unos cuantos, que, en la percepción elitista un tanto decimonónica de Saavedra, pesan más que quienes se mostraron esperanzados de que, por fin, alguien dijera claramente lo que es hoy la política canaria. Olvida Saavedra que en buena medida debe su alcaldía a esa esperanza de superar la degradación política. El mayor pecado de Aguilar fue, pues, soslayar la parte de culpa del PSC, o sea, ignorar que el ji-jí, ja-já saavedriano miraba para otro lado en escándalos que eran comidilla mucho antes de que la Justicia actuara.

No es raro que Paulino vaya de peregrino a Teror. Ha de pagar la promesa a la Virgen que le concedió la gracia de que Saavedra encontrara un candidato contra Aguilar. Es duro escribir en estos términos pero resulta obligado hacerlo no vaya a ser que se le una Miguel Zerolo, no menos necesitado de milagros.

Quiero decir que Saavedra no va contra una dirección derrotada sino contra la que le ha dado al PSC dos triunfos electorales consecutivos y recuperó el poder en Gran Canaria, por ejemplo. Por lo que es de justicia retirarle ya a Juan Carlos Alemán el sambenito de que prefería estar de segundón bienestante, merced al chalaneo con ATI-CC, para asegurar a sus allegados y personas piadosas puestitos de menor cuantía aunque de emolumentos gratificantes, so pretexto de garantizar, madre, la gobernabilidad. Queda claro que esa política de alterne y descorche (dialogante, dicen) es de inspiración saavedriana.

Sabido es que a Saavedra lo apuñalaron varias veces esos mismos con los que quiere restablecer relaciones, departir en los intermedios de los conciertos y aparecer en papel cuché. Una variante del síndrome de Estocolmo que le ha llevado a atender las incitaciones de ATI-CC y del PP para que se enfrentara a Aguilar. Éste llegó como un venado y asustó a unos cuantos, que, en la percepción elitista un tanto decimonónica de Saavedra, pesan más que quienes se mostraron esperanzados de que, por fin, alguien dijera claramente lo que es hoy la política canaria. Olvida Saavedra que en buena medida debe su alcaldía a esa esperanza de superar la degradación política. El mayor pecado de Aguilar fue, pues, soslayar la parte de culpa del PSC, o sea, ignorar que el ji-jí, ja-já saavedriano miraba para otro lado en escándalos que eran comidilla mucho antes de que la Justicia actuara.