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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

¡Por la libertad, por la convivencia, por la democracia! por Juan Manuel Fernández del Torco Alonso (*)

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Treinta y una corporaciones locales; todas importantes, sustantivas, y que, para nosotros, conscientes de que en todas ellas hay un electorado centrista, harto de desmesuras, de incumplimientos, de mentiras, de nepotismos, pretendemos hacernos presentes, aspirando a responder a la inaplazable necesidad de honorabilidad, pragmatismo, diálogo y progreso, como resultado de lo anterior, y desde nuestra posición: el Centrismo Político. El centrismo es una tendencia al equilibrio que, sabemos, está “aletargada”, como dormida en nuestra memoria política canaria, creyendo hasta ahora la ciudadanía, que se encontraba en otras propuestas que se inspiraban en estos principios, pero, desgraciadamente, resulta que no es así.El viaje hacia el futuro de nuestra tierra, de la mano de la actual clase política, esta en vía muerta, ralentizada, cuando no, paralizada, por minorías enrocadas en sus propios intereses, en sus propios protagonismos.Así estamos desde hace tiempo, por lo que la cita electoral para nuestro proyecto, es fundamental, al responder a nuestra naturaleza, a nuestra vocación realista y autonomista, y a nuestra concepción de la “canariedad”, como algo que está más allá de los que se dicen sus guardianes, sus propietarios, sus acaparadores.Emprendimos la “marcha” con intensidad hace algunos meses, integrando, convenciendo, sumando, incorporando, concordando, comprometiendo. Pero, he aquí, que lo que es una tarea gratificante y placentera, en la mayoría de los casos; en otros, pocos, compruebo con estupor y contenida náusea (llevo en política casi 30 años), que lo que es una fiesta democrática y una labor entusiasta para los/as compañeros/as que han constituido gestoras locales en los municipios, y han empezado la construcción de nuestro proyecto en muchos lugares; para otros/as, sus actividades, sus esfuerzos, chocan con coacciones, presiones, llamadas de atención, veladas amenazas, sintiendo algunos/as, mucho más que por medio de palabras, el insoportable hedor de una nueva modalidad de caciquismo: el institucional, el que proviene de las propias corporaciones y de la “canalla política” que las controlan.Desvelamos en el diccionario la definición clásica del vocablo caciquismo, como intromisión abusiva de un propietario (habitualmente latifundistas instalados en el medio rural), o una persona que ostenta alguna posición de autoridad para determinados asuntos, valiéndose para ello de su poder (político o económico) o “influencia”. Se diferencia del actual, en que éste se apoya en “supuestos” soportes democráticos, que han producido una especie de “fango” adherente, que pervierte algunos sectores relevantes de la comunidad fundiéndose con ella. Como una especie de parásito simbiótico, que hace unir la suerte del agricultor, del empresario, del promotor, del funcionario, del ciudadano, a la pervivencia de un poder municipal, que en la práctica se convierten en cosa nostra, que conturba y amedrenta a la ciudadanía, creando la impresión de indefensión ante sus hipotéticos o palpables desmanes, por medio de métodos diversos; como la arbitrariedad y la parcialidad administrativa; activando y desactivando a su antojo y su interés los mecanismos administrativos previstos para la inspección, para la provisión de servicios, bienes, personal, etcétera. Por mi experiencia jurídica, me consta que las irregularidades administrativas y el cohecho, el tráfico de influencias, en definitiva, el “dolo” político, es difícil de determinar y sancionar, por la naturaleza misma del delito. El político mafioso, lo que más teme, es un adversario que le mire a los ojos, que se suba a una tarima, que coja un megáfono, que se asome a los medios y les restriegue a la cara, de frente, su indignidad, oponiéndosele con la determinación de aquellos que se saben acompañados por un partido (CCN), que va a estar con ellos, hasta donde haga falta, para desenmascararlos. Lo anterior, lo denuncio con tristeza. Pero, advierto que el CCN es un hueso duro de roer y que, desde nuestra organización, apoyaremos y sabremos responder con nuestros recursos jurídicos y nuestra presencia mediática, a todos aquellos que intenten pervertir la fiesta democrática, como lo son unas elecciones, intentando disuadir, coaccionar o amedrentar a cualquier centrista que asuma la responsabilidad de integrarse en cualquiera de nuestras listas electorales. Nunca estarán solos ante el anacrónico caciquismo corruptor, sea del signo que sea, auque los encontremos en todo el espectro político.(*) Juan Manuel Fernández del Torco Alonso, presidente Insular del Centro Canario de Tenerife. Juan Manuel Fernández del Torco Alonso (*)

Treinta y una corporaciones locales; todas importantes, sustantivas, y que, para nosotros, conscientes de que en todas ellas hay un electorado centrista, harto de desmesuras, de incumplimientos, de mentiras, de nepotismos, pretendemos hacernos presentes, aspirando a responder a la inaplazable necesidad de honorabilidad, pragmatismo, diálogo y progreso, como resultado de lo anterior, y desde nuestra posición: el Centrismo Político. El centrismo es una tendencia al equilibrio que, sabemos, está “aletargada”, como dormida en nuestra memoria política canaria, creyendo hasta ahora la ciudadanía, que se encontraba en otras propuestas que se inspiraban en estos principios, pero, desgraciadamente, resulta que no es así.El viaje hacia el futuro de nuestra tierra, de la mano de la actual clase política, esta en vía muerta, ralentizada, cuando no, paralizada, por minorías enrocadas en sus propios intereses, en sus propios protagonismos.Así estamos desde hace tiempo, por lo que la cita electoral para nuestro proyecto, es fundamental, al responder a nuestra naturaleza, a nuestra vocación realista y autonomista, y a nuestra concepción de la “canariedad”, como algo que está más allá de los que se dicen sus guardianes, sus propietarios, sus acaparadores.Emprendimos la “marcha” con intensidad hace algunos meses, integrando, convenciendo, sumando, incorporando, concordando, comprometiendo. Pero, he aquí, que lo que es una tarea gratificante y placentera, en la mayoría de los casos; en otros, pocos, compruebo con estupor y contenida náusea (llevo en política casi 30 años), que lo que es una fiesta democrática y una labor entusiasta para los/as compañeros/as que han constituido gestoras locales en los municipios, y han empezado la construcción de nuestro proyecto en muchos lugares; para otros/as, sus actividades, sus esfuerzos, chocan con coacciones, presiones, llamadas de atención, veladas amenazas, sintiendo algunos/as, mucho más que por medio de palabras, el insoportable hedor de una nueva modalidad de caciquismo: el institucional, el que proviene de las propias corporaciones y de la “canalla política” que las controlan.Desvelamos en el diccionario la definición clásica del vocablo caciquismo, como intromisión abusiva de un propietario (habitualmente latifundistas instalados en el medio rural), o una persona que ostenta alguna posición de autoridad para determinados asuntos, valiéndose para ello de su poder (político o económico) o “influencia”. Se diferencia del actual, en que éste se apoya en “supuestos” soportes democráticos, que han producido una especie de “fango” adherente, que pervierte algunos sectores relevantes de la comunidad fundiéndose con ella. Como una especie de parásito simbiótico, que hace unir la suerte del agricultor, del empresario, del promotor, del funcionario, del ciudadano, a la pervivencia de un poder municipal, que en la práctica se convierten en cosa nostra, que conturba y amedrenta a la ciudadanía, creando la impresión de indefensión ante sus hipotéticos o palpables desmanes, por medio de métodos diversos; como la arbitrariedad y la parcialidad administrativa; activando y desactivando a su antojo y su interés los mecanismos administrativos previstos para la inspección, para la provisión de servicios, bienes, personal, etcétera. Por mi experiencia jurídica, me consta que las irregularidades administrativas y el cohecho, el tráfico de influencias, en definitiva, el “dolo” político, es difícil de determinar y sancionar, por la naturaleza misma del delito. El político mafioso, lo que más teme, es un adversario que le mire a los ojos, que se suba a una tarima, que coja un megáfono, que se asome a los medios y les restriegue a la cara, de frente, su indignidad, oponiéndosele con la determinación de aquellos que se saben acompañados por un partido (CCN), que va a estar con ellos, hasta donde haga falta, para desenmascararlos. Lo anterior, lo denuncio con tristeza. Pero, advierto que el CCN es un hueso duro de roer y que, desde nuestra organización, apoyaremos y sabremos responder con nuestros recursos jurídicos y nuestra presencia mediática, a todos aquellos que intenten pervertir la fiesta democrática, como lo son unas elecciones, intentando disuadir, coaccionar o amedrentar a cualquier centrista que asuma la responsabilidad de integrarse en cualquiera de nuestras listas electorales. Nunca estarán solos ante el anacrónico caciquismo corruptor, sea del signo que sea, auque los encontremos en todo el espectro político.(*) Juan Manuel Fernández del Torco Alonso, presidente Insular del Centro Canario de Tenerife. Juan Manuel Fernández del Torco Alonso (*)