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La justa alegría del PP

Todo induce a pensar que lo mismo ocurrirá con los restos de las causas que permanecen abiertas. Al menos eso espera Fabra, que, para mayor y muy justo recochineo, compareció ante la Prensa y se burló de los jueces porque no supieron hacer los deberes para empapelarlo. Un detalle de mal agradecimiento que no empaña la trascendencia de un logro para quienes son o aspiran a ser como él; no como Pepe. Dice Fabra que “no me van a juzgar por nada” y no seré yo quien le diga que no.

El caso de Carlos Fabra nos permitió, de paso, apreciar de nuevo la sutileza de Esteban González Pons, encargado de transmitir al ciudadanaje la opinión del PP. Con habilidad presentó las prescripciones de los supuestos delitos del coleguilla castellonés como reconocimiento judicial de su completa inocencia. No ha podido, pues, prevalecer la malicia de los que han querido aguarle la fiesta (por orden de Zapatero, claro) con la majadería de que la prescripción no quiere decir que no cometiera delito.

No estuvo menos atinado González Pons al arremeter contra los “tribunales mediáticos”, o sea, los periódicos que han informado de los asuntos de Fabra, hombre honesto donde los haya; aunque sea a tiempo parcial. Por más que se quedara corto porque el crimen de los medios va más allá de la persona de Fabra: informar de estas cosas es intolerable al atentar contra principios consagrados por el derecho histórico a la impunidad de la derechona; además de revelar la peligrosa propensión a violar la reserva de la ley para los robagallinas, base del sistema durante tantos siglos.

Sólo le quedan pendientes a Fabra, como digo, unos restos. Que serán más llevaderos porque le basta aguardar para resolverlos a que Rajoy gane las elecciones y nos devuelva a la normalidad mediante la desactivación de los mecanismos creados para perseguir prácticas tan tradicionales y arraigadas que las bendicen las encuestas electorales, que son la instancia absolutoria en ascenso.

Es justo recordar, por último, que entre los adalides de este modo de operar figura un canario; Soria por más señas. Ahora mismo se le ve muy preocupado en la búsqueda de autores de escritos y debe reconocerse que no fue menos hábil que Pons al presentar el comunicado de la asociación JpD en defensa de Victoria Rosell como extralimitación de funciones por parte de los jueces al calificar de “campaña” contra la juez que se traen. Le produjo el comunicado “estupor”, lo que es cosa poca en relación a lo que nos produce lo que está costando a Canarias, en especial a Gran Canaria, su gestión y efectos colaterales. Pons se queda chico a su lado y conviene subrayarlo porque no siempre se reconocen fuera los éxitos de nuestros conciudadanos.

Todo induce a pensar que lo mismo ocurrirá con los restos de las causas que permanecen abiertas. Al menos eso espera Fabra, que, para mayor y muy justo recochineo, compareció ante la Prensa y se burló de los jueces porque no supieron hacer los deberes para empapelarlo. Un detalle de mal agradecimiento que no empaña la trascendencia de un logro para quienes son o aspiran a ser como él; no como Pepe. Dice Fabra que “no me van a juzgar por nada” y no seré yo quien le diga que no.

El caso de Carlos Fabra nos permitió, de paso, apreciar de nuevo la sutileza de Esteban González Pons, encargado de transmitir al ciudadanaje la opinión del PP. Con habilidad presentó las prescripciones de los supuestos delitos del coleguilla castellonés como reconocimiento judicial de su completa inocencia. No ha podido, pues, prevalecer la malicia de los que han querido aguarle la fiesta (por orden de Zapatero, claro) con la majadería de que la prescripción no quiere decir que no cometiera delito.