Canarias Ahora Opinión y blogs

Sobre este blog

La portada de mañana
Acceder
El Gobierno da por imposible pactar la acogida de menores migrantes con el PP
Borrell: “Israel es dependiente de EEUU y otros, sin ellos no podría hacer lo que hace”
Opinión - Salvar el Mediterráneo y a sus gentes. Por Neus Tomàs

Justicia histórica

No son blancos, como los que salen en los dibujos animados o en las banderas de los piratas. No. Son más bien amarillentos, como si hubieran acusado el paso del tiempo y el hecho de haber estado tanto tiempo bajo tierra en un lugar frío y húmedo como es el fondo de un pozo. Ni están limpios ni son perfectos. A simple vista pueden verse calcificaciones, espinas bífidas, dientes rotos o ausencia de ellos, así como otros pequeños detalles que revelan a los expertos que, en su día, estos huesos soportaron el peso y los andares de personas normales, como nosotros.

Y como normales que fueron impresiona verlos así, los huesos inermes de nueve personas muertas, colocados sobre mesas improvisadas en tres pequeñas salas mientras un grupo de investigadores los mira y remira, los coge y los suelta, los une y separa, en busca de respuestas. Casi se diría que interpelan a los propios huesos, que hablan con ellos, que les piden explicaciones sobre cuáles fueron sus últimas horas con vida, acerca de qué caminos andaron y de cómo llegaron hasta allí.

Y en medio de tanto hueso surge un cráneo que da escalofríos. Tiene un agujero de bala justo en medio de su parte superior. “Lo mataron arrodillado”, aseguran los arqueólogos. Otro recibió el disparo en la cara. Así mataron a estas nueve personas en Arucas en 1937, un tiro y al fondo del pozo, como si fueran animales. Sin juicio ni abogados, sin derecho a defenderse ni posibilidades de hacerlo. Un régimen feroz amparaba a los asesinos. Y ahora están los estudiosos resolviendo el enigma, intentando poner nombre y apellidos a esta montaña de huesos para devolverles la dignidad.

Da igual el tiempo transcurrido. Todos nos merecemos saber qué pasó, pero de manera especialísima los cientos de familiares que nunca supieron el destino de sus seres queridos. Pero más que una cuestión de memoria o de olvido, más que saber por saber, más que los detalles de unas muertes que seguro fueron crueles, los arqueólogos y expertos que estos días he visto hablando con los huesos en tres estrechas habitaciones lo que en realidad están haciendo es una decisiva y fundamental aportación a la justicia, a la justicia histórica, algo que este país llevaba 70 años necesitando.

http://pepenaranjo.blogspot.com José Naranjo

No son blancos, como los que salen en los dibujos animados o en las banderas de los piratas. No. Son más bien amarillentos, como si hubieran acusado el paso del tiempo y el hecho de haber estado tanto tiempo bajo tierra en un lugar frío y húmedo como es el fondo de un pozo. Ni están limpios ni son perfectos. A simple vista pueden verse calcificaciones, espinas bífidas, dientes rotos o ausencia de ellos, así como otros pequeños detalles que revelan a los expertos que, en su día, estos huesos soportaron el peso y los andares de personas normales, como nosotros.

Y como normales que fueron impresiona verlos así, los huesos inermes de nueve personas muertas, colocados sobre mesas improvisadas en tres pequeñas salas mientras un grupo de investigadores los mira y remira, los coge y los suelta, los une y separa, en busca de respuestas. Casi se diría que interpelan a los propios huesos, que hablan con ellos, que les piden explicaciones sobre cuáles fueron sus últimas horas con vida, acerca de qué caminos andaron y de cómo llegaron hasta allí.