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Cumbre climática de Lima. ¿Otro sainete más?

Teo Mesa

En la ciudad de Lima (Perú) se celebra desde el pasado día uno de diciembre, la vigésima cumbre sobre el cambio climático, la denominada COP 20 (Conferencia de Partes Organizada por la ONU). Como en las anteriores, todo serán palabras huecas y más promesas que incumplirán. Será otra farsa de la adocenada hipocresía que se enquista en las políticas de los países desarrollados del planeta, especialmente China, con un promedio de emisiones de 10.000 toneladas de CO2; seguido de EEUU, con emanaciones de gases en unas 5.300 toneladas de CO2.

Si bien esta reunión de países de todo el mundo no tiene carácter determinante, será solo el anticipo para la decisiva asamblea de París en 2015 (aunque los ¿acuerdos…? entran en vigor en 2020), donde se sustituirá al anterior Protocolo de Kioto (1997), hecho fracasar ex profeso, por las grandes potencias de emanaciones de gases contaminantes de efecto invernadero. Y grandes potencias de la irresponsabilidad y amoralidad con el medio ambiente y la vida en el planeta.

Nada se espera de estos gigantes acogotados ante la presión sistemática de los caciques de las energías y las industrias contaminantes: China, EE UU, UE, Rusia, y la emergente India, que han infectado la respirable y sana atmósfera de todo la Tierra. Ninguna de estas naciones tiene un proyecto próximo de claudicación ante las amenazantes catástrofes climáticas. No les interesa económicamente, aunque naufrague el planeta. No tienen la sana intención de hacer decrecer las nocivas emisiones de gases por las quemas de combustibles fósiles, muy en perjuicio de sus producciones industriales. Y mucho menos, a los magnates de las empresas petroleras, carboneras y gasísticas.

Un dato estremecedor ha sido el dado por la Organización de Meteorológica Mundial, afirmando que el pasado septiembre de 2013 se llegó a la cota más alta de de temperatura, debido a los gases envenados a la atmósfera (y 2014, el más caluroso de los 15 años que se tienen constancia). A los humanos, o la codicia de ser humano, parece que este asunto no va con nosotros, que estamos inmunes a estas catástrofes ecológicas por el cambio climático y todo lo que degradará.

Será, en la cínica política que practican: más promesas incumplidas de rebajas. En ese tiempo nuevo, en el que corearán el mismo tramposo argumento, aducirán en disminuir sus emisiones de gases en tantos porcentajes, de forma regresiva en los sucesivos periodos de años establecidos por la ONU. Pero los tiempos se acortan y son irreversibles, ante los desmesurados aumentos de los envenenados gases. Juega ese tiempo en nuestra contra y pende sobre nosotros como la espada de Damocles, si no se toman medidas urgentes, concluyentes y de inteligente responsabilidad.

Y puede que sea tarde el remedio y las soluciones apremiantes que se tomen ante las ruinas climáticas que hemos generado, y éstas, en las medioambientales del globo. Así lo advierte la ONU, por la categórica información dada por los 830 científicos de todo el mundo, quienes conforman el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático, en la peligrosidad de que suban las temperaturas globales en dos grados.

Bien es cierto, que nadie quiere bajarse del carro de la abundancia y calidad de vida que crean las energías, especialmente la electricidad, generada a su vez por estos combustibles citados. Y los países emergentes, tampoco se resignan a no mejorar sus industrias de modo in crescendo, a través de los combustibles fósiles, y así beneficiar en unas superiores condiciones de vida a sus respectivos pueblos.

Pero que no olviden las multinacionales vendedoras de los combustibles fósiles, y los miopes Gobiernos que torpemente las amparan, ni olvidemos todos los que estamos a bordo de esta nave llamada Tierra, que estamos bajo el yugo del latrocinio cambio climático. A todos los seres humanos -y todas las especies vivas que debemos proteger como cima de la serie biodiversa-, nos incumbe por igual a todos, las mejoras de vida y no los nocivos y letales efectos producidos por el dióxido de Carbono.

Se obvian las muchas muertes que se producen en las ciudades industrializadas por efectos de estos tóxicos gases, con los que inyectamos nuestros pulmones. Especialmente en las grandes y pobladas ciudades, por tantos elementos industriales que se requieren en nuestra civilización. Y todos dependen parasitariamente de las energías actuales. En menoscabo de las renovables: sanas y limpias y gratis, en cierto tiempo.

Plantean los científicos que sería viable que se vayan disminuyendo las dependencias únicas de los combustibles de la quema de fósiles, por la combinación paralela con las energías renovables. Solución que a medio y largo plazo, progresivamente serían sustituidas de forma radical. Máxime cuando los productos extraídos de las entrañas del planeta son irremediablemente caducos y las renovables siempre estarán presentes e inagotables como el sol, viento, mares, y otras muchas.

En la ciudad de Lima (Perú) se celebra desde el pasado día uno de diciembre, la vigésima cumbre sobre el cambio climático, la denominada COP 20 (Conferencia de Partes Organizada por la ONU). Como en las anteriores, todo serán palabras huecas y más promesas que incumplirán. Será otra farsa de la adocenada hipocresía que se enquista en las políticas de los países desarrollados del planeta, especialmente China, con un promedio de emisiones de 10.000 toneladas de CO2; seguido de EEUU, con emanaciones de gases en unas 5.300 toneladas de CO2.

Si bien esta reunión de países de todo el mundo no tiene carácter determinante, será solo el anticipo para la decisiva asamblea de París en 2015 (aunque los ¿acuerdos…? entran en vigor en 2020), donde se sustituirá al anterior Protocolo de Kioto (1997), hecho fracasar ex profeso, por las grandes potencias de emanaciones de gases contaminantes de efecto invernadero. Y grandes potencias de la irresponsabilidad y amoralidad con el medio ambiente y la vida en el planeta.