Espacio de opinión de Canarias Ahora
El lamento de Patricia
Vaya por delante que defiendo que el principal derecho de las mujeres a la hora de ser madres es su derecho a elegir. Y en caso de elegir serlo, abogo también por su libertad a la hora de decidir cuando quieren empezar a trabajar: si a las seis semanas o a las dieciséis que la ley les permite, en general.
El problema, sin embargo, es cuando no existe ni siquiera la posibilidad de tomar esa decisión, bien porque la mujer que decide ser madre se siente maniatada ante la escasa labor conciliadora que desarrollan los centros de trabajo, incluidas las instituciones públicas, bien porque al tratarse de autónomas (lo sabemos bien quienes nos dedicamos a la abogacía) no se nos permite estar ni un solo día de baja.
Frente a la ardua y dificultosa lucha por los derechos de los colectivos más desfavorecidos, desplegada por las sociedades en el último siglo, muchas de ellas protagonizadas por hombres y mujeres socialistas, en Canarias me sorprende y sonroja la noticia de que la vicepresidenta del gobierno, Doña Patricia Hernández, miembro del PSOE y reciente madre, pretende compaginar trabajo y maternidad, algo loable si no fuera por la ventaja de la que parte: un despliegue de medios que incluye el apartamento de Presidencia al que ha trasladado su hogar.
La baja maternal y la paternal (ambas aun en proceso de construcción) es un derecho conquistado por hombres y mujeres, por la sociedad en general. Si bien la renuncia personal a un derecho conquistado de forma tan costosa, no debiera cuestionar su universalidad, tal y como ha expresado en tantas ocasiones y de forma brillante la conocida activista Beatriz Gimeno, no por ello puedo dejar de criticar la actitud de Patricia. Sobre todo la actitud de una mujer socialista, que además ocupa la Vicepresidencia del Gobierno de Canarias y que -sin sonrojarse lo más mínimo- acaba de declarar al finalizar su baja maternal que “lamenta que algunos no saben qué es dar el pecho” para justificar que se ha instalado en el piso que existe en su centro de trabajo reincorporándose así a su puesto tras las seis semanas preceptivas que reconoce la ley.
Sra. Hernández: pretende usted hacerse la víctima cuando lo que tiene usted es una ventaja, un privilegio del que carecemos la mayoría de las mujeres.
Con su lamento, y su actitud, nos hace usted un flaco favor. Yo, lo que lamento, es que desconozca la situación de quienes carecen de sus privilegios. Lo que lamento, es que no sepa que la mayoría de madres, para poder dar el pecho a sus bebés recién nacidos, deben dejar preparados los biberones de la jornada para poder acudir a su centro de trabajo a bastantes más kilómetros de distancia de los que seguramente tendría que recorrer usted.
Lamento, sobre todo que pretenda ser ejemplo de conciliación con los privilegios que le otorga ser la Vicepresidenta, y tener a su disposición todo una cómoda vivienda en su centro de trabajo y lamento, además, que a esa situación le denomine usted conciliación. Lamento que parezca desconocer que es el Grupo Socialista, del que forma parte su partido en el Parlamento Europeo el que viene demandando la homologación del periodo de baja maternal entre todos les países miembros para establecerla en dieciocho semanas, en vez de las dieciséis que contempla el sistema español.
Qué fácil debe resultar renunciar a las diez semanas no preceptivas cuando una traslada a su centro de trabajo su hogar y su familia. Esta usted en su derecho, Sra. Hernández, pero no pretenda equiparar su situación a la del resto de las mujeres, y mucho menos se lamente de que que hay quienes no saben lo que es dar el pecho cuando la mayoría lo sabemos muy bien porque no hemos podido hacerlo.
Vaya por delante que defiendo que el principal derecho de las mujeres a la hora de ser madres es su derecho a elegir. Y en caso de elegir serlo, abogo también por su libertad a la hora de decidir cuando quieren empezar a trabajar: si a las seis semanas o a las dieciséis que la ley les permite, en general.
El problema, sin embargo, es cuando no existe ni siquiera la posibilidad de tomar esa decisión, bien porque la mujer que decide ser madre se siente maniatada ante la escasa labor conciliadora que desarrollan los centros de trabajo, incluidas las instituciones públicas, bien porque al tratarse de autónomas (lo sabemos bien quienes nos dedicamos a la abogacía) no se nos permite estar ni un solo día de baja.