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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

Larry y Lucas

Miguel Ángel Ramírez, que este pasado fin de semana fue de nuevo noticia en la prensa nacional al compararlo con el capo Jesús Gil, no se apunta a caballo ganador. Aprovechando el ascenso de la UD Las Palmas fue a buscar uno de sus primeros fichajes en las filas de un equipo perdedor, el PP del Cabildo de Gran Canaria, al hacerse con los servicios (al fondo a la derecha) de Larry Álvarez, aquel que fue un tiempo precisamente mano derecha (¿podría acaso ser la zurda?) de Soria hasta que el pope pepero le retiró la confianza y lo dio por amortizado.

José Miguel Bravo de Laguna lo recuperó para la corporación insular en el anterior mandato sin ni siquiera haber sido elegido en unos comicios en los que no se presentó. Ni estaba ni se le esperaba hasta que el padre de Lucas (¡hasta luego, Lucas!) lo fichó como consejero no electo (devenido en coordinador insular por imperativo legal) para llevar la cosa cultural de la isla.

Estar al frente de Cultura en el Cabildo es un chollo, casi igual que llevar Deportes. Son las dos consejerías escapate que tiene la casa palacio. Estás todo el día paseándote por las pasarelas mediáticas, con un buen presupuesto y con muy poco trabajo. Es el empleo por el que sueña cualquier político provinciano.

No hay políticos más fotografiados que los consejeros de Cultura y Deportes del Cabildo. Gonzalo Angulo logró ostentar esas dos carteras multimillonarias y se hizo famoso por ser el artífice del Estadio de Gran Canaria, ese que empezó a costar una pasta y al final acabó costando un pastón. O un riñón. Ahora, después de haberle puesto unas buenas gradas (como unas buenas bragas), se las están quitando, como si la obra nos la hubieran regalado.

Igual que el videomarcador de un millón de euros del Gran Canaria Arena que pagó Lucas con dinero nuestro por puro capricho. Angulo, en su doble condición de consejero bipolar, los sábados por la noche iba a escuchar a la Filarmónica al Auditorio y el domingo se plantaba en el palco del estadio venido a menos sin tener apenas idea de lo que es un fuera de juego.

Larry y Lucas, la doble ele de la anterior corporación (cuidadito, precaución, conductores pipiolos), se pasaban el tiempo posando ante los fotógrafos y los cámaras de televisión como si fueran estrellas de Hollywood. Siempre acompañados de actores famosos o deportistas de élite, cumpliendo sus sueños infantiles de patio de colegio. Larry y Lucas como Andy y Lucas, vaya cante.

Ahora el lumbreras de Ramírez ficha a Larry como el que adquiere los servicios del utillero de Cristiano Ronaldo. A Lucas no lo contrata el Granca porque el equipo sigue dependiendo del Cabildo, donde ahora él es un perdedor sentado en el banquillo suplente de la oposición, a pesar de que fue el que enchufó en el club a sus correligionarios y despidió a Pedro Martínez por sus querencias con Podemos.

El otro, el que fuera guardaespaldas de Soria (bueno, más bien donde la espalda pierde su nombre debido a la diferencia de altura de este Dúo Sacapuntas), ha tenido más suerte porque se ha encontrado con un empresario poderoso que además presume de contribuir a sanear las arcas de su partido y consigue pingües contratos de la seguridad con la Administración.

Vaya fichaje. Me temo que el año que viene regresaremos a segunda.

Miguel Ángel Ramírez, que este pasado fin de semana fue de nuevo noticia en la prensa nacional al compararlo con el capo Jesús Gil, no se apunta a caballo ganador. Aprovechando el ascenso de la UD Las Palmas fue a buscar uno de sus primeros fichajes en las filas de un equipo perdedor, el PP del Cabildo de Gran Canaria, al hacerse con los servicios (al fondo a la derecha) de Larry Álvarez, aquel que fue un tiempo precisamente mano derecha (¿podría acaso ser la zurda?) de Soria hasta que el pope pepero le retiró la confianza y lo dio por amortizado.

José Miguel Bravo de Laguna lo recuperó para la corporación insular en el anterior mandato sin ni siquiera haber sido elegido en unos comicios en los que no se presentó. Ni estaba ni se le esperaba hasta que el padre de Lucas (¡hasta luego, Lucas!) lo fichó como consejero no electo (devenido en coordinador insular por imperativo legal) para llevar la cosa cultural de la isla.