Espacio de opinión de Canarias Ahora
Laura Puga en su laberinto de memoria y justicia
Laura Puga era una niña rubia que desde muy chiquita escuchaba a su abuela los relatos sobre lo sucedido a su familia en las Islas Canarias, de aquellos tiempos del franquismo cuando fusilaron injustamente a su tío-abuelo el Gobernador Civil de Tenerife, Manuel Vázquez Moro.
Desde temprana edad percibió que su familia era diferente, que tuvieron que partir desde el archipiélago africano al exilio del hermoso país sudamericano huyendo del terror, de la miseria, de las represalias de una jauría represora con ansias de sangre, dispuestas a todo por mantener una dictadura que se llevó por delante las vidas de más de 150.000 personas inocentes.
Luego su adorado padre nacido en Las Palmas se encargó del resto, juntos recorrían los parajes de la mágica ciudad de Buenos Aires compartiendo charlas y momentos inolvidables, estuvieron en Plaza de Mayo resistiendo aquella histórica Semana Santa de otro intento de golpe de estado, Laura solo tenía 18 años y observó claramente el rostro del salvajismo de un ejército traidor como el de España, el mismo olor a sangre, a odio, a violencia ilimitada, a torturas indescifrables por su dureza y sadismo.
Tantos años después Laura es profesora de antropología en la Universidad de Buenos Aires (UBA), licenciada en Geografía Historia, compagina su docencia universitaria con clases de secundaria en un humilde barrio, donde cuenta con orgullo que desarrolla un estudio antropológico con niños camboyanos víctimas del horror y los crímenes de los Jemeres Rojos de Pol Pot.
Para orgullo de su padre allá donde esté, de toda su familia a un lado y a otro del Océano Atlántico, existe la posibilidad de que la cátedra de antropología de su universidad lleve su apellido Puga, ante esta situación si le preguntas solo sonríe con cierto rubor, con una humildad que solo puede venir de alguien que sabe lo que es el dolor de una familia exiliada, que ha tenido que luchar y esforzarse como mujer comprometida y revolucionaria para llegar donde ha llegado.
Laura está por Canarias acompañada de su hijo Lautaro, para desgracia de un estado español que sigue encubriendo el terrorismo de estado ha venido a reclamar la memoria de su tío-abuelo, ya no lo esperaban porque Manuel Vázquez Moro no tenía hijos y pensaban que nadie vendría a exigir justicia tras su fusilamiento, pero aquí está una mujer que lucha hasta la victoria, aquí ha venido a pedir verdad y reparación aunque el heroico Gobernador Civil repose en una fosa común del cementerio de Santa Cruz de Tenerife donde han construido encima todo un entramado de nichos, posiblemente para ocultar dichos crímenes de lesa humanidad, obstaculizando que estos hombres de bien puedan ser exhumados algún día, para que los apellidos de los asesinos, vinculados a los partidos más corruptos del actual régimen español, no salgan nunca a la luz.
Esto no acobarda a Laura, ella sigue sonriendo, enarbolando la bandera de la República con el anagrama de la Agrupación Federico García Lorca, la ejemplar organización donde milita junto a otros familiares de exiliados españoles en la Argentina. No pierde la esperanza, es inagotable. Se va en breve para Buenos Aires con ansias de de volver y seguir recuperando esa memoria pisoteada, la dignidad de su tío abuelo, la de su familia, la de las miles de víctimas del franquismo en Canarias y todo el estado español.
Quienes hemos sufrido en nuestras familias el genocidio fascista sabemos bien lo que ronda por la cabeza de Laura, esa sensibilidad que brota ante cualquier fosa exhumada, las lagrimas de emoción ante cada avance en la recuperación de la memoria democrática en un país llamado España donde su régimen de borbones y gürteles sigue tapando vergonzosamente el terrorismo de estado, los cientos de miles de asesinatos fascistas, el rostro de los sanguinarios torturadores, los nombres de quienes sembraron de sangre y muerte cada rincón, cada pago, cada pueblo, cada ciudad, cada cuneta, cada fosa, cada pozo, cada sima, cada agujero volcánico.
Con Laura no nos sentimos tan solos, compartimos la misma lucha, el mismo fragor libertario y democrático, como ella miles de personas en Canarias, España, Argentina seguimos apostando por cerrar heridas haciendo justicia, exhumando fosas, juzgando a los criminales fascistas, estén vivos o muertos, reparando el dolor de nuestras familias, construyendo un futuro donde cada espacio del terror sea abierto, cada lugar de tortura y exterminio tenga su homenaje y reconocimiento, cada hueso sea recuperado con el honor que merecen como héroes de la libertad.
¡Gracias inmensas Laura de corazón, nos seguiremos viendo en la lucha en las calles y alamedas de las dignidad!
Laura Puga era una niña rubia que desde muy chiquita escuchaba a su abuela los relatos sobre lo sucedido a su familia en las Islas Canarias, de aquellos tiempos del franquismo cuando fusilaron injustamente a su tío-abuelo el Gobernador Civil de Tenerife, Manuel Vázquez Moro.
Desde temprana edad percibió que su familia era diferente, que tuvieron que partir desde el archipiélago africano al exilio del hermoso país sudamericano huyendo del terror, de la miseria, de las represalias de una jauría represora con ansias de sangre, dispuestas a todo por mantener una dictadura que se llevó por delante las vidas de más de 150.000 personas inocentes.