Espacio de opinión de Canarias Ahora
Lecciones andaluzas
Quizá la primera conclusión de las elecciones en Andalucía sea que nuestra imperfecta democracia es una democracia madura, en la que los sobresaltos se producen con cierta sordina. El supuesto revolcón a la hegemonía de los partidos del bipartidismo no se ha producido en Andalucía (ni probablemente se producirá en España), pero ambos han sido avisados de que las cosas están cambiando. Para el PSOE, el aviso ha sido un retroceso real de cuatro puntos porcentuales, que no le ha afectado en la atribución de escaños porque el PP perdió 14 puntos, y la Ley D’Hondt beneficia siempre a los partidos mayoritarios. Pero ambos –PSOE y PP- han recibido el mensaje.
El PSOE ha logrado mantener una parte sustancial de su electorado, pero ha sido castigado por su izquierda. Podemos no ha logrado ni de lejos los resultados que esperaban los augures del final del ‘régimen del 78’, pero se ha quedado con cien mil votos del PSOE y 150.000 de Izquierda Unida, a la que ha sangrado brutalmente, además de haber sumado otros 300.000 votos propios, de la abstención, de nuevos votantes, e incluso de votantes cabreados del PP, que hace tres años apostaron por un cambio conservador y ahora lo hacen por un cambio sea como sea.
El hecho es que la gestión de la crisis pasa factura al PP y el voto a la izquierda aumenta: más de 2.265.000 personas han votado a opciones de izquierda, frente a muy poco más de un millón que han votado al PP y algo menos de 340.000 que lo han hecho al centrismo de nuevo cuño que representa Ciudadanos. La gran sorpresa de estas elecciones son precisamente los 370.000 votos de Ciudadanos, un partido que se lanzó en Andalucía a probar suerte fuera de Cataluña, y que –muy probablemente- se ha de convertir en el fenómeno determinante de las próximas elecciones generales. Aún a cuenta distancia de Podemos, Ciudadanos apunta maneras: hay una parte del electorado harta de lo mismo de siempre, que quiere un cambio, pero no un cambio hacia el vacío, sino un cambio que ponga el valor la democracia y las conquistas políticas y sociales de la Constitución del 78. La lección más importante de Andalucía es que Podemos parece haber pinchado en sus expectativas de sustituir al PSOE, limitándose a fagocitar a Izquierda Unida, pero Ciudadanos apunta que ha venido para quedarse, haciéndose con un electorado centrista que es el que cabalga entre el PP y el PSOE y el que define quien gana y quien Gobierna en España. Si ese electorado –entre un diez y un quince por ciento de los votantes del país- acaba por apuntarse al partido de Albert Rivera, será sin duda Ciudadanos quien decida las mayorías de Gobierno en este país. Por eso es importante lo que haga Ciudadanos en Andalucía. Al final, el bipartidismo tradicional en España va a contar con la bisagra correctora que tanto intentaron Roca, Suárez o Rosa Díez, otra derrotada de estas elecciones. El tiempo lo dirá, pero la existencia de un árbitro entre el PSOE y el PP no sólo no cuestiona el sistema turnista de partidos, sino que lo corrige y mejora…
Por cierto, que ese nuevo mapa político nacional no es precisamente bueno para las fuerzas nacionalistas.
Quizá la primera conclusión de las elecciones en Andalucía sea que nuestra imperfecta democracia es una democracia madura, en la que los sobresaltos se producen con cierta sordina. El supuesto revolcón a la hegemonía de los partidos del bipartidismo no se ha producido en Andalucía (ni probablemente se producirá en España), pero ambos han sido avisados de que las cosas están cambiando. Para el PSOE, el aviso ha sido un retroceso real de cuatro puntos porcentuales, que no le ha afectado en la atribución de escaños porque el PP perdió 14 puntos, y la Ley D’Hondt beneficia siempre a los partidos mayoritarios. Pero ambos –PSOE y PP- han recibido el mensaje.
El PSOE ha logrado mantener una parte sustancial de su electorado, pero ha sido castigado por su izquierda. Podemos no ha logrado ni de lejos los resultados que esperaban los augures del final del ‘régimen del 78’, pero se ha quedado con cien mil votos del PSOE y 150.000 de Izquierda Unida, a la que ha sangrado brutalmente, además de haber sumado otros 300.000 votos propios, de la abstención, de nuevos votantes, e incluso de votantes cabreados del PP, que hace tres años apostaron por un cambio conservador y ahora lo hacen por un cambio sea como sea.