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Liberales a tiempo parcial

Pero, en fin, aceptaré el concepto de gasto público al que considera poco eficiente este liberalismo tan doméstico. No porque le preocupe, que no ha rechistado ante las liberalidades de Soria, su referente político, sino para fundamentar la tan manida y supuesta menor eficiencia de la empresa pública elevada a rango de axioma. Lo que lleva, cómo no, aparte de a considerar la administración una empresa, a justificar la privatización de cuantos servicios públicos se pongan por delante. Como la Sanidad, excelente negocio sobre todo desde que los responsables políticos tiran de concertaciones nada desconcertantes porque se les nota mucho la intención; o en el de la Educación, donde se inclinan por dejar la pública para que se la coman las cucas mientras promueven centros de elite, privados por supuesto, para condenar a su actual status socioeconómico a los que no tengan acceso a ellos que habrán de resignarse a reproducir durante generaciones el bajo nivel social, cultural y de formación en que nacieron y viven. Tuve una tía abuela que sin tantos recursos estratégicos exponía el mismo pensamiento: siempre habrá ricos y pobres, decía, sin caer en la cuenta de que lo peor es que los pobres siempre son los mismos. Gracias a Dios, es más fácil que entre un camello por el ojo de una aguja que un rico en el reino de los cielos. Una buena aportación evangélica a la estrategia liberal de trabar a la pobrea en su fatalismo ancestral.

Ocultan o ignoran, estos liberales nuestros tan estratégicos, que en relación al Producto Interior Bruto (PIB), el Estado español es de los que menos ingresa entre los 15 países integrantes de la UE antes de las últimas ampliaciones; y todavía habla la Cospedal reducir impuestos: a las empresas, claro, como dijo la otra mañana, no vayan a creerse que esto va a ser un relajo.

Los bajos ingresos junto a la racanería redistributiva ensolerada por el conservadurismo históricamente dominante, con el franquismo en el punto de excelencia, hace que, dentro de ese grupo europeo esté España a la cola en inversión sanitaria, educativa, en cuanto integra el Estado de bienestar. En otras palabras: España porta el farolillo rojo de la Europa social. Y ni les cuento de Canarias, con una hora menos.

Encima, desde el poder se favorece a las rentas del capital y a las más altas, mientras se carga la mano sobre las salariales en lo que, cosa muy del gusto de nuestros liberales de mesa camilla, se rasgan las vestiduras por la falta de flexibilidad laboral y exigen moderación salarial cuando son los españoles de los salarios más bajos. Y no les cuento de los de Canarias, donde se acercan ya al ideal de no pagar; o a lo sumo, invitar al que trabaja al primer cafelito; y no todos los días. No ya una hora menos sino un siglo, como mínimo. Y no les digo, tampoco, de la degradación de la Sanidad o de la situación educativa que el paulinato encubre con milongas entonadas con tanta gravedad y rostro enseriado que no sé si me toma el pelo, no se entera o si quiso entonar una saeta de Semana Santa que no le salió. La quintaesencia de isleño de tierra adentro, proclamo.

Es significativa la ausencia de estas cuestiones en el debate político; que los responsables públicos sigan negando las evidencias sin que se les replique del otro lado. La política se reduce a la disposición de Soria a pactar incluso con los psocialistas, a la replica de éstos de contigo no me “ajunto” (de boquilla porque si hay que “ajuntarse”, se “ajuntarán”) y a Paulino fechado a su silla pensando a quien dará la otra sin ocuparse de disputas de meritorios.

Pero, volviendo a los estrategas empresariales. Son liberales que no quieren que la administración pública intervenga en nada; mucho menos en la redistribución de la riqueza, la esencia del Estado de bienestar al que quieren desaparecer porque es mucho gasto. Sin embargo, no los veo yo renunciar a las subvenciones (al plátano, a los transportes y al sursum corda), a los beneficios del REF, a la RIC, a los planes renove, a no entorpecer la promoción del transporte público para recortar el gasto en carreteras y qué sé yo. Tampoco los veo sublevarse con tanto concurso público irregular con sus resultas. Son liberales a tiempo parcial, según cómo y para qué.

Pero, en fin, aceptaré el concepto de gasto público al que considera poco eficiente este liberalismo tan doméstico. No porque le preocupe, que no ha rechistado ante las liberalidades de Soria, su referente político, sino para fundamentar la tan manida y supuesta menor eficiencia de la empresa pública elevada a rango de axioma. Lo que lleva, cómo no, aparte de a considerar la administración una empresa, a justificar la privatización de cuantos servicios públicos se pongan por delante. Como la Sanidad, excelente negocio sobre todo desde que los responsables políticos tiran de concertaciones nada desconcertantes porque se les nota mucho la intención; o en el de la Educación, donde se inclinan por dejar la pública para que se la coman las cucas mientras promueven centros de elite, privados por supuesto, para condenar a su actual status socioeconómico a los que no tengan acceso a ellos que habrán de resignarse a reproducir durante generaciones el bajo nivel social, cultural y de formación en que nacieron y viven. Tuve una tía abuela que sin tantos recursos estratégicos exponía el mismo pensamiento: siempre habrá ricos y pobres, decía, sin caer en la cuenta de que lo peor es que los pobres siempre son los mismos. Gracias a Dios, es más fácil que entre un camello por el ojo de una aguja que un rico en el reino de los cielos. Una buena aportación evangélica a la estrategia liberal de trabar a la pobrea en su fatalismo ancestral.

Ocultan o ignoran, estos liberales nuestros tan estratégicos, que en relación al Producto Interior Bruto (PIB), el Estado español es de los que menos ingresa entre los 15 países integrantes de la UE antes de las últimas ampliaciones; y todavía habla la Cospedal reducir impuestos: a las empresas, claro, como dijo la otra mañana, no vayan a creerse que esto va a ser un relajo.