Espacio de opinión de Canarias Ahora
El llanero solitario
¿Libertad para qué? se pregunta Llanos. Pero no es ninguna novedad, antes lo hizo Lenin. Tampoco ha sido este Llanos el primero en Canarias, ni mucho menos. Leyendo el excelente libro de Miguel Ángel Cabrera Acosta titulado La Guerra Civil en Canarias (Francisco Lemus Editor), además de revelarme muchos antecedentes de lo que ahora sucede, descubro al fiscal Rafael Díaz Llanos, teniente auditor. Un aciago 28 de septiembre de aún más infausto año, este primer Llanos acudió a la Mancomunidad de Canarias (actual Parlamento autónomo) como parte de un consejo de guerra: un gobernador civil demócrata se sienta en el banquillo con 28 acusados más. ¿Delito? No sumarse al golpe de Estado de Franco. Les excuso el veredicto para no soliviantar más el patio.
Llanos ?el primero y el segundo- no permitieron periódicos discrepantes. ¿Libertad de expresión? Según, cómo y para quién. Los condenados por ellos ?en el primer caso, a la prisión de Fyffes- tuvieron que confeccionar su propio periódico a mano. Se llamaba Léeme, léete y “en él colaboraban profesores de la Universidad, catedráticos de Instituto, escritores, poetas y otros intelectuales”, según Ramiro Rivas García, autor de este trabajo sobre Tenerife, donde nos cuenta como al periódico le siguieron clases para fomentar la lectura y la cultura. Al llanero solitario también le molesta que aquellos que no pueden leer periódicos por su precio sigan en el analfabetismo mediático, que los zurzan. Ninguna ciudad en el mundo ha visto disminuir los ingresos de los quioqueros por la prensa gratuita y todos los periodistas han animado en cambio la entrada de nuevos lectores a un universo ?el de la prensa periódica en papel- que les estaba vedado por su carestía. Gran parte de esos lectores pasarán luego al diario de pago, a los libros, a Internet... Pero a Llanos le fastidia esa igualdad de acceso para todos, le pone enfermo esa libertad para comunicar distinto, no vaya a disgustar al cacique o fáctico de turno, y le importa una higa la fraternidad solidaria que ha suscitado su abuso entre los periodistas de dentro y fuera de la isla. Pobre Tenerife, entre unos y otros, en qué manos -largas- has caído... Federico Utrera
¿Libertad para qué? se pregunta Llanos. Pero no es ninguna novedad, antes lo hizo Lenin. Tampoco ha sido este Llanos el primero en Canarias, ni mucho menos. Leyendo el excelente libro de Miguel Ángel Cabrera Acosta titulado La Guerra Civil en Canarias (Francisco Lemus Editor), además de revelarme muchos antecedentes de lo que ahora sucede, descubro al fiscal Rafael Díaz Llanos, teniente auditor. Un aciago 28 de septiembre de aún más infausto año, este primer Llanos acudió a la Mancomunidad de Canarias (actual Parlamento autónomo) como parte de un consejo de guerra: un gobernador civil demócrata se sienta en el banquillo con 28 acusados más. ¿Delito? No sumarse al golpe de Estado de Franco. Les excuso el veredicto para no soliviantar más el patio.
Llanos ?el primero y el segundo- no permitieron periódicos discrepantes. ¿Libertad de expresión? Según, cómo y para quién. Los condenados por ellos ?en el primer caso, a la prisión de Fyffes- tuvieron que confeccionar su propio periódico a mano. Se llamaba Léeme, léete y “en él colaboraban profesores de la Universidad, catedráticos de Instituto, escritores, poetas y otros intelectuales”, según Ramiro Rivas García, autor de este trabajo sobre Tenerife, donde nos cuenta como al periódico le siguieron clases para fomentar la lectura y la cultura. Al llanero solitario también le molesta que aquellos que no pueden leer periódicos por su precio sigan en el analfabetismo mediático, que los zurzan. Ninguna ciudad en el mundo ha visto disminuir los ingresos de los quioqueros por la prensa gratuita y todos los periodistas han animado en cambio la entrada de nuevos lectores a un universo ?el de la prensa periódica en papel- que les estaba vedado por su carestía. Gran parte de esos lectores pasarán luego al diario de pago, a los libros, a Internet... Pero a Llanos le fastidia esa igualdad de acceso para todos, le pone enfermo esa libertad para comunicar distinto, no vaya a disgustar al cacique o fáctico de turno, y le importa una higa la fraternidad solidaria que ha suscitado su abuso entre los periodistas de dentro y fuera de la isla. Pobre Tenerife, entre unos y otros, en qué manos -largas- has caído... Federico Utrera