El salmón -un pez marino y de agua dulce- libra una lucha brutal desde el momento en que comienza a migrar desde el océano, en el que ha estado entre 1 y 4 años, remontando el río en el que nació hasta la parte más alta donde se produce el desove. Cada salmón inicia su andadura en las mejores condiciones físicas. Utiliza toda su energía para combatir los rigores físicos de un viaje agotador que le obliga, en la mayoría de ocasiones, a nadar cientos de kilómetros río arriba y contra las corrientes, las cascadas y los rápidos, saltando hasta por encima de los 4 metros. En esta batalla por conseguir su objetivo se encuentra en el camino con depredadores especializados, atentos a despedazar la presa antes de que alcance la meta. Osos, águilas calvas, nutrias, focas, leones marinos y los pescadores, hacen todo lo posible por impedir, tanto de día como de noche, esta llegada, intentando dar caza a un pez que emplea toda su energía para remontar la corriente y que termina exhausto, sin un momento de sosiego, sorteando todos los obstáculos que se cruzan a su paso.
Muchas veces me viene a la cabeza y reflexiono sobre la idea de que gestionar los intereses de Gran Canaria, desde el gobierno de la isla, desde el Cabildo, se vuelve una travesía difícil. Que luchar contra corriente y contra tantos intereses cruzados, con el esfuerzo que eso supone, se asemeja bastante al trabajo titánico de los salmones por remontar el río para frezar, sorteando a tantos depredadores.
Ha sido así desde que un gobierno progresista, conformado por tres fuerzas políticas de izquierdas, tomara las riendas de la institución insular en 2015. Llegamos con una enorme ilusión para poder avanzar en un modelo de desarrollo ecosocial, con el objetivo de buscar fórmulas para la diversificación económica de nuestra isla y romper con las enormes tasas de desigualdad y pobreza arraigadas en nuestra sociedad. Llegamos con alternativas reales para las soberanías energética, hídrica y alimentaria, para las economías verde, azul y circular, para la investigación y el conocimiento, para la movilidad sostenible, para un turismo sostenible y digital, para reforestar nuestras cumbres, para luchar contra el cambio climático, para hacer posible una sociedad más justa e igualitaria. También para denunciar las prácticas insularistas perversas instaladas en el Gobierno Autonómico y los partidos que lo sustentaban y lideradas por ATI-CC. Plantamos cara al gas como alternativa energética, frenamos el intento de meternos con calzador el gas ciudad, denunciamos las ya mencionadas prácticas insularistas discriminatorias y peleamos por un trato en las inversiones justo e igualitario, luchamos contra la distribución del FDCAN con la fórmula de la triple paridad, nos opusimos con uñas y dientes a la Ley del Suelo que se nos quería imponer…
Para qué fue aquello. Bajo la batuta de Fernando Clavijo, se desató una batalla campal en contra del Gobierno de la isla y la imagen de su presidente. Se organizó y financió a una acorazada mediática que se batió el cobre en montar campañas difamatorias con decenas de titulares fuertemente agresivos y sustentados en la manipulación, en ningunear la gestión realizada, en presentar denuncias con testaferros ante la fiscalía y, por cierto, con ningún resultado favorable para sus intenciones y se trató de utilizar a la Audiencia de Cuentas para conseguir informes que luego intentarían manipular. Se presionó hasta el infinito –lo que no quiere decir que muchos de ellos no lo hicieran a gusto- a círculos y organizaciones empresariales para que atacaran al Cabildo y a su presidente en manifestaciones públicas y actos institucionales. Algunos empresarios tenían que hablar mal del Cabildo si querían acceder a alguna ayuda o a desarrollar algún proyecto. En definitiva, según ellos, la isla estaba paralizada, no habían proyectos para avanzar, Tenerife iba por delante en todo y tenía las ideas muy claras…
Fernando Clavijo y ATI-CC, consiguieron montar un frente mediático empresarial de primer orden para obstaculizar, ocultar y tergiversar nuestra acción de gobierno y para hacer un enorme daño personal a algunos de sus miembros. Hicieron mucho daño, pero no consiguieron el objetivo de impedir que la ciudadanía devolviera la confianza y volviera a votar mayoritariamente a la constitución de un nuevo gobierno de progreso para la isla en 2019.
Tampoco consiguieron amilanarnos. Como dijo Barak Obama hace algunos años, en una entrevista en la Ser, “los gobiernos son, como yo suelo decir, buques trasatlánticos, no lanchas motoras. Mover la maquinaria del estado hacia una dirección mejor, requiere un esfuerzo enorme. En las democracias hay muchas presiones para frenar, hay grupos de interés que hacen lo que pueden para que las cosas no cambien. Es más fácil parar algo que poner algo en marcha”.
Actualmente nos encontramos en el ecuador de un nuevo mandato en el que hemos coincidido gobiernos progresistas en las diversas instituciones y se han calmado los poderes mediáticos-empresariales, que hacían de altavoz del poder político. Pero ahora el ruido y los ataques selectivos provienen de sectores más minoritarios aunque con el mismo tesón, ardor y tono de aquellos. Y con las mismas mañas. El gobierno tripartito del Cabildo de Gran Canaria es un gobierno plural con representación de un amplio número de corrientes y visiones dentro de la izquierda, siempre abierto y dispuesto a dialogar con la sociedad civil, por convencimiento y porque ello nos permite hacer mejores políticas públicas. Por eso duele ver como algunos de estos grupos utilizan estrategias de la derecha más reaccionaria (descalificaciones, bulos, mentiras e incluso “trolls” en redes sociales) para atacar a un gobierno de izquierdas.
Me refiero a sectores minoritarios del independentismo -que no entienden que el soberanismo no es posible si no tenemos garantizada la producción endógena de energía, agua o alimentación-, o a intelectuales de larga trayectoria pero anclados en una teorización utópica, paralizante y poco realista con las posibilidades de cambio que se abren desde la acción de un gobierno progresista. También, y esto es lo más grave, me parece, con “neo-opositores” de las energías renovables, que piden su paralización (moratoria) a pesar de que hasta hace muy poco peleaban por un nuevo modelo energético y con los que hemos compartido muchas reivindicaciones. Es evidente que en muchos casos la transición energética no se está haciendo de la manera que los progresistas consideraríamos idónea, pero estamos ante una situación de emergencia ante la que es necesario que nos adaptemos para poder intervenir en un mercado cuyas normas vienen impuestas por instituciones supranacionales. En ocasiones incluso abundan entre estos grupos actitudes antipolíticas, rechazando la interlocución y la legitimidad de los partidos e instituciones, lo que les impide convertirse en actores de los profundos cambios sociales que se están produciendo.
De esta manera ni siquiera son capaces de reconocer algunos de los logros incontestables de este gobierno, que son también logros de la mayoría social de Gran Canaria que nos presta su apoyo y de la isla en general. Si conseguimos un hito histórico como la Declaración de Patrimonio Mundial para Risco Caído y las Montañas Sagradas de Gran Canaria y ponemos en marcha un Instituto para su gestión, con el apoyo de todas las instituciones, nos atacan porque no lo hacemos con una Fundación. Si estamos, como nunca se había hecho, avanzando en el autoconsumo, la producción pública de energía limpia, - aunque algunos de ellos dicen que no son limpias-, el almacenamiento de las renovables y la producción de agua para luchar contra la desertificación de la isla y garantizar la agricultura de la cumbre con el Salto de Chira, ahora hay que pararlo todo hasta que no se ponga fin al sistema capitalista y al consumismo y hasta que los medios de producción de energía sean públicos. Y así podría seguir poniendo muchos ejemplos de críticas que parecen más destinadas a justificar una animadversión previa que a generar el necesario debate público en los sistemas democráticos.
Para explicar todo esto, pienso como Pepe Mujica, el expresidente uruguayo y referente de la izquierda mundial: “La política es elegir decisiones y elegir decisiones que pueden favorecer a uno y perjudicar a otro. Descubrimos que gobernar era bastante más difícil de lo que pensábamos, que los recursos fiscales son finitos y las demandas infinitas; que la burocracia tiene vida propia; que la macroeconomía tiene reglas ingratas pero obligatorias (…) Si algo tengo que criticarle a mi izquierda es el renunciar al uso sistemático del sentido común. (…) Este es el problema que tiene la política: la política está reaccionando con fotos, lo de hoy; y hay una resistencia a mirar adelante, a intentar adivinar cómo va a ser el futuro”.
Pepe Mujica deja siempre clara su voluntad de implicarse realmente para solucionar los problemas: “Estoy luchando por ideales. Macanudo. Pero no puedo sacrificar el bienestar de la gente por ideales. La vida es muy corta”. Y va más allá: aboga por una idea-fuerza – el poder de la gestión- que atraviesa su pensamiento, sobre todo tras su experiencia en el gobierno de Uruguay: “Al final de mi vida estoy descubriendo que el poder es la gestión. Quien se plantea el poder tiene que aprender el duro oficio y el compromiso de la gestión”.
En fin, termino como empecé. Se hace muy dura la batalla al salmón por llegar a frezar. Pero a pesar del esfuerzo y de los depredadores que encuentra en su camino, termina llegando. Exhausto, pero termina consiguiendo su objetivo.