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Martes de Carnaval, el día grande…… por Nino Jiménez

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Nuestra ciudad de Telde comienza a vivir el tiempo de carnaval, que a pesar de programarse institucionalmente solamente en cuatro días, en ediciones anteriores este periodo, que suele asociarse a los días que anteceden a la cuaresma, solía perdurar más en el tiempo, hasta tal punto que las fechas de comienzo y finalización eran muy variables y no siempre solía acabar con el miércoles de ceniza; ya que en numerosas ocasiones se prolongaba algo mas. Pero no solo esto ocurría en nuestro municipio de Telde, sino también en el resto de la isla, y es que todo tiene su fundamento, ya que es la iglesia católica la que ha establecido hasta hoy en día la celebración tanto del carnaval como de otras muchas festividades. Todo, sencillamente, porque los tres días principales del carnaval se someten y dependen especialmente y directamente de los días en que se celebra la Semana Santa. La razón es también bien sencilla, ya que tanto el carnaval como la Semana Santa, son fiestas lunares, es decir, dependen del primer plenilunio de primavera. Esto quiere decir, ni más ni menos, que es el domingo siguiente al plenilunio de primavera, cuando la iglesia católica fija la Pascua de Resurrección y el domingo de Ramos, por lo que cuarenta días antes de este domingo de Ramos se sitúa el miércoles de ceniza y los tres días anteriores a éste corresponden al domingo, lunes y martes de carnaval, que es el periodo que nos toca vivir en estos momentos.

Desde las antiguas celebraciones celtas y romanas, este tiempo se manifestaba por la fuerza del caos en la sociedad, fuerzas que en la vida cotidiana se encontraban severamente reprimidas. Eran días propios para comer abusivamente, para la sensualidad, trastocar los valores sociales y la abolición de las normas y formas de conducta. Era una época para que triunfaran los pobres, los marginados, los borrachos, los indeseables y todos los que se sentían subordinados y marginados, lo que dio lugar a la utilización de la máscara, como símbolo de ocultar todo ese parecer y sentir de una sociedad diferente. Pero todo ello no queda ahí, ya que estos legados han perdurado en el tiempo hasta nuestros días, manifestándose en los días propios de la celebración del carnaval en nuestras islas. Tiempo atrás era en la festividad del corpus y procesiones de semana santa cuando los vecinos hacían uso de esta fiesta para ritos prohibidos, utilizándose hoy los carnavales para ostentar estos ritos festivos, lo que motiva los cambios en las personas, las transformaciones y la metamorfosis. Estos se manifiestan por los vecinos a través de las agrupaciones líricas y musicales, murgas, comparsas, rondallas, y gente del pueblo que utilizan su mejor disfraz para manifestarse en los festivales y concursos que se celebran, en la propia elección de Reina del carnaval o la Reinona dragqueen, en la cabalgata o desfiles, o en el propio entierro de la sardina, en la que se parodia el pasado que se va a enterrar y donde no faltan los curas barrigones, los cardenales mujeriegos, los curas barrigones y hartos de comer, las viudas que muestran falos, los hombres embarazados, travestis, sacristanes mutilados y demás que simulan fatigas y mareos, ataques epilépticos, caídas de tensión arterial, y todo ello con caídas y retortijones en el suelo y las lloronas que no paran durante todo el recorrido. Unas fiestas en definitiva, que ponen en contacto aunque sea por unos días a diferentes grupos sociales de nuestro municipio que comparten diferentes expresiones y sentimientos en el momento de celebrarlas, y que a lo largo de tantos años y aún estando prohibidos en otros tiempos, nunca dejaron de salir a la calle en su claro derecho de transgredir y cambiar lo que había impuesto.

Recuerdo con cierto cariño de esta difícil época el nacimiento de la murga “Los Tupíos” en el casino La Unión, “Los autonomíos” en la fraternidad, “Los barrilleros” de Lomo Magullo, que posteriormente se unirían a “Los Pejigueras”, de las Remudas, y por último y más reciente, “Los Cañadulce” de Jinamar y “Las Apurás”, del barrio de la montañeta del calero, conformada principalmente por mujeres; así como la comparsa representativa de la Asociación Cultural Talarte de Las Remudas y de Cubatao de Jinamar.. Otros tantos han formado parte de colectivos juveniles como los boy scouts, la antigua organización juvenil española (OJE), vecinales y de las actividades de los propios colegios del municipio, donde en los últimos años han proliferado también los grupos de animación de calle, cornetas y tambores y de batucadas.

De aquellos rememorables momentos vividos en el carnaval de Telde donde se celebraron famosos bailes propios del Carnaval, nos quedamos con lugares tan entrañables como la sociedad Cánovas del Castillo, la Diversión de Lomo Magullo, la sociedad de San Antonio, la antigua sociedad Fraternidad y Casino La Unión, así como los desaparecidos teleclubs ubicados en su mayoría en los centros parroquiales, o la afamada sala Julio del Calero, siendo amenizados los mismos por las primeras orquestinas que aparecieron en nuestro municipio de Telde.

Por último significar también que hoy en día se intenta recuperar a través de diferentes colectivos de nuestro municipio, el carnaval tradicional, el que se vivía en los campos, en familia, apartado de todas las normas y formas en que la evolución y el tiempo permitían su progreso en las grandes ciudades, el baile de piñatas, las tortitas de carnaval, los trajes y las máscaras o caretas con telas naturales o bien hechas de papel o cartón, la visita a los vecinos con la cestita pidiendo huevos, los bailes y fiestas familiares con parrandas y grupos tocando a la antigua usanza.

Destacamos entre estos a los colectivos Asociación cultural Tildet del barrio de La Pardilla, La sociedad La diversión de Lomo Magullo o la Asociación de vecinos Roque Azucarero de San Gregorio; así como las parrandas El Cerrillal, El Valle o El Volumen que tratan de situarnos en el repertorio de la época propio de estos bailes donde participaban grupos o parrandas de instrumentos de cuerdas antes de la llegada de las famosas orquestinas. En definitiva, una recuperación de tradiciones propias del carnaval más antiguo que corresponde asumir y respetar por las nuevas generaciones; y que no me corresponde ampliar en este artículo porque eso sería, otro carnaval.

*Animador sociocultural y músico

Nino Jiménez*

Nuestra ciudad de Telde comienza a vivir el tiempo de carnaval, que a pesar de programarse institucionalmente solamente en cuatro días, en ediciones anteriores este periodo, que suele asociarse a los días que anteceden a la cuaresma, solía perdurar más en el tiempo, hasta tal punto que las fechas de comienzo y finalización eran muy variables y no siempre solía acabar con el miércoles de ceniza; ya que en numerosas ocasiones se prolongaba algo mas. Pero no solo esto ocurría en nuestro municipio de Telde, sino también en el resto de la isla, y es que todo tiene su fundamento, ya que es la iglesia católica la que ha establecido hasta hoy en día la celebración tanto del carnaval como de otras muchas festividades. Todo, sencillamente, porque los tres días principales del carnaval se someten y dependen especialmente y directamente de los días en que se celebra la Semana Santa. La razón es también bien sencilla, ya que tanto el carnaval como la Semana Santa, son fiestas lunares, es decir, dependen del primer plenilunio de primavera. Esto quiere decir, ni más ni menos, que es el domingo siguiente al plenilunio de primavera, cuando la iglesia católica fija la Pascua de Resurrección y el domingo de Ramos, por lo que cuarenta días antes de este domingo de Ramos se sitúa el miércoles de ceniza y los tres días anteriores a éste corresponden al domingo, lunes y martes de carnaval, que es el periodo que nos toca vivir en estos momentos.

Desde las antiguas celebraciones celtas y romanas, este tiempo se manifestaba por la fuerza del caos en la sociedad, fuerzas que en la vida cotidiana se encontraban severamente reprimidas. Eran días propios para comer abusivamente, para la sensualidad, trastocar los valores sociales y la abolición de las normas y formas de conducta. Era una época para que triunfaran los pobres, los marginados, los borrachos, los indeseables y todos los que se sentían subordinados y marginados, lo que dio lugar a la utilización de la máscara, como símbolo de ocultar todo ese parecer y sentir de una sociedad diferente. Pero todo ello no queda ahí, ya que estos legados han perdurado en el tiempo hasta nuestros días, manifestándose en los días propios de la celebración del carnaval en nuestras islas. Tiempo atrás era en la festividad del corpus y procesiones de semana santa cuando los vecinos hacían uso de esta fiesta para ritos prohibidos, utilizándose hoy los carnavales para ostentar estos ritos festivos, lo que motiva los cambios en las personas, las transformaciones y la metamorfosis. Estos se manifiestan por los vecinos a través de las agrupaciones líricas y musicales, murgas, comparsas, rondallas, y gente del pueblo que utilizan su mejor disfraz para manifestarse en los festivales y concursos que se celebran, en la propia elección de Reina del carnaval o la Reinona dragqueen, en la cabalgata o desfiles, o en el propio entierro de la sardina, en la que se parodia el pasado que se va a enterrar y donde no faltan los curas barrigones, los cardenales mujeriegos, los curas barrigones y hartos de comer, las viudas que muestran falos, los hombres embarazados, travestis, sacristanes mutilados y demás que simulan fatigas y mareos, ataques epilépticos, caídas de tensión arterial, y todo ello con caídas y retortijones en el suelo y las lloronas que no paran durante todo el recorrido. Unas fiestas en definitiva, que ponen en contacto aunque sea por unos días a diferentes grupos sociales de nuestro municipio que comparten diferentes expresiones y sentimientos en el momento de celebrarlas, y que a lo largo de tantos años y aún estando prohibidos en otros tiempos, nunca dejaron de salir a la calle en su claro derecho de transgredir y cambiar lo que había impuesto.