Espacio de opinión de Canarias Ahora
498 mártires, pero ningún canario
El ejemplo podría extenderse a centenares de miles de familias que como la mía, 70 años después, se han mezclado política, religiosa, provincial y hasta étnicamente. Tenía razón el que dijo que a esta España mestiza, ya próspera y algo más curiosa artísticamente, no la conoce ahora “ni la madre que la parió”. Tres décadas continuadas de democracia no pasan en balde y aunque genéticamente extremosos, la gota de leche diaria y la educación constante han conseguido desasnarnos y nutrirnos algo más. Con un poco de perseverancia y paciencia lo conseguiremos.
Todo viene a cuento por la Ley de Memoria Histórica, que pretende rescatar del olvido a los que sucumbieron en nuestra desdichada Guerra Civil. Si la Iglesia Católica lo hace con sus 498 mártires, entre ellos los estudiosos de mayor prestigio en nuestro arabismo y hebraísmo (la matanza nos hizo retroceder tres siglos en estas materias), también esa Iglesia laica que es la izquierda tiene derecho a salvaguardar la memoria de los suyos. De ahí la “enmienda Rodríguez” para ampliar el periodo de quienes defendieron la democracia e incluir al estudiante grancanario Javier Fernández Quesada, fallecido en La Laguna en diciembre de 1977. La enmienda de Román pretende cerrar el plazo con la Constitución de 1978 como fin del franquismo y comienzo de la democracia, pues si esta Ley trata de “honrar y recuperar para siempre a todos los que directamente padecieron las injusticias y agravios producidos, por unos u otros motivos políticos e ideológicos, en aquellos dolorosos períodos de nuestra historia”, tienen cabida en ella todos los mártires. ¿Por qué entre los 498 que beatifica el Vaticano no hay ningún canario? Pues porque aquí nació el golpe de Estado de 1936 y no hubo guerra civil: simplemente represión de un bando sobre otro. Y por eso esta ley que se escribe con Z de Zapatero y de Rodríguez debería contar también con la zeta de Fernández Quesada.
Federico Utrera
El ejemplo podría extenderse a centenares de miles de familias que como la mía, 70 años después, se han mezclado política, religiosa, provincial y hasta étnicamente. Tenía razón el que dijo que a esta España mestiza, ya próspera y algo más curiosa artísticamente, no la conoce ahora “ni la madre que la parió”. Tres décadas continuadas de democracia no pasan en balde y aunque genéticamente extremosos, la gota de leche diaria y la educación constante han conseguido desasnarnos y nutrirnos algo más. Con un poco de perseverancia y paciencia lo conseguiremos.
Todo viene a cuento por la Ley de Memoria Histórica, que pretende rescatar del olvido a los que sucumbieron en nuestra desdichada Guerra Civil. Si la Iglesia Católica lo hace con sus 498 mártires, entre ellos los estudiosos de mayor prestigio en nuestro arabismo y hebraísmo (la matanza nos hizo retroceder tres siglos en estas materias), también esa Iglesia laica que es la izquierda tiene derecho a salvaguardar la memoria de los suyos. De ahí la “enmienda Rodríguez” para ampliar el periodo de quienes defendieron la democracia e incluir al estudiante grancanario Javier Fernández Quesada, fallecido en La Laguna en diciembre de 1977. La enmienda de Román pretende cerrar el plazo con la Constitución de 1978 como fin del franquismo y comienzo de la democracia, pues si esta Ley trata de “honrar y recuperar para siempre a todos los que directamente padecieron las injusticias y agravios producidos, por unos u otros motivos políticos e ideológicos, en aquellos dolorosos períodos de nuestra historia”, tienen cabida en ella todos los mártires. ¿Por qué entre los 498 que beatifica el Vaticano no hay ningún canario? Pues porque aquí nació el golpe de Estado de 1936 y no hubo guerra civil: simplemente represión de un bando sobre otro. Y por eso esta ley que se escribe con Z de Zapatero y de Rodríguez debería contar también con la zeta de Fernández Quesada.