Espacio de opinión de Canarias Ahora
Mauritania: entre el 'inchallah' y la cooperación paternalista por Enrique Venegas Sánchez
Resulta bastante evidente que la única forma de evitar que algo resulte ajeno es asegurar el protagonismo de aquéllos a quienes concierne el asunto en cuestión. Quizás por ello, tras más de cincuenta años de historia de cooperación para el desarrollo, la participación de los potenciales beneficiarios esté asociada a cualquier posibilidad de éxito en la mejora de sus condiciones de vida. La experiencia ha demostrado que los proyectos diseñados, llevados a la práctica y administrados por las entidades de los países donantes, con escasa o nula participación de las poblaciones de los países receptores, no contribuyen al desarrollo sostenible a medio plazo. En palabras de Eveline Herfkens, fundadora de la Campaña del Milenio de las Naciones Unidas: “Los proyectos controlados por los donantes encajan con una idea paternalista del desarrollo e incluso la refuerzan. Nosotros enseñamos, tú escuchas; nosotros damos, tú recibes; nosotros sabemos, tú aprendes; nosotros nos ocupamos de las cosas porque tú no puedes. No dejamos que los países africanos asuman su propia responsabilidad”.
A pesar del amplio consenso internacional sobre este asunto seguimos exportando sistemas de alfabetización ?por hablar del ejemplo que conozco más de cerca- sin la menor consulta a la población a la que van dirigidos. Sin hacer un diagnóstico de la realidad para conocer sus dificultades, los grupos sociales y las personas que las padecen, sin escuchar sus propuestas para solucionarlas y, por supuesto, sin que tomen parte en la selección de la alternativa más adecuada. Quizás sea esa la razón de que después de siete años y más de tres millones de euros invertidos el alumnado que completa el ciclo formativo con éxito no llegue al 10%.
Como apunta la Agenda de la Eficacia de la Ayuda que recogía la Declaración de París de 2005, los cambios sustanciales en la forma de pensar y actuar de los donantes, tan necesarios para mejorar la gestión y orientación de la Ayuda, sólo serán posibles si los ciudadanos y ciudadanas de los países ricos exigen mayor información acerca de la eficacia y calidad de las aportaciones que gestionan sus gobiernos. En nuestras islas, tras más de una década destinando fondos públicos a la cooperación para el desarrollo, sigue estando pendiente la evaluación del impacto de nuestras actuaciones. Durante demasiado tiempo, ni los gobiernos de los países ricos ni los de los países pobres han rendido cuentas ante la ciudadanía sobre la gestión de la ayuda al desarrollo. Una gestión orientada a los resultados implicaría asegurar y demostrar el impacto real que la ayuda tiene en la vida de las personas. Que, por otra parte, no mejorará mientras los donantes continúen estableciendo sus prioridades de ayuda al desarrollo en función de intereses geoestratégicos, económicos, comerciales o de inmigración.
La celebración del Día del Cooperante debería servir para profundizar sobre los retos y los aspectos pendientes en este campo y no únicamente para que, tanto los gobiernos de turno como las ONGDs “se visibilicen institucionalmente ante la opinión pública”. Sobre todo si queremos que no llegue el día en que nuestro amigo de un país empobrecido, con toda la razón del mundo, nos diga que eso del desarrollo es un invento de los europeos y que para su país no vale.
PD: Este artículo fue solicitado al autor para un suplemento sobre África en el periódico “El Día”, pero la dirección del rotativo tinerfeño decidió no publicarlo por sus críticas a la política de cooperación del Gobierno canario. El suplemento del diario está patrocinado por el ejecutivo canario.
*Cooperante en Mauritania de 2002 a 2005. Representante de las ONGDs en el Consejo Asesor de Cooperación del Gobierno de Canarias.
Enrique Venegas Sánchez*
Resulta bastante evidente que la única forma de evitar que algo resulte ajeno es asegurar el protagonismo de aquéllos a quienes concierne el asunto en cuestión. Quizás por ello, tras más de cincuenta años de historia de cooperación para el desarrollo, la participación de los potenciales beneficiarios esté asociada a cualquier posibilidad de éxito en la mejora de sus condiciones de vida. La experiencia ha demostrado que los proyectos diseñados, llevados a la práctica y administrados por las entidades de los países donantes, con escasa o nula participación de las poblaciones de los países receptores, no contribuyen al desarrollo sostenible a medio plazo. En palabras de Eveline Herfkens, fundadora de la Campaña del Milenio de las Naciones Unidas: “Los proyectos controlados por los donantes encajan con una idea paternalista del desarrollo e incluso la refuerzan. Nosotros enseñamos, tú escuchas; nosotros damos, tú recibes; nosotros sabemos, tú aprendes; nosotros nos ocupamos de las cosas porque tú no puedes. No dejamos que los países africanos asuman su propia responsabilidad”.
A pesar del amplio consenso internacional sobre este asunto seguimos exportando sistemas de alfabetización ?por hablar del ejemplo que conozco más de cerca- sin la menor consulta a la población a la que van dirigidos. Sin hacer un diagnóstico de la realidad para conocer sus dificultades, los grupos sociales y las personas que las padecen, sin escuchar sus propuestas para solucionarlas y, por supuesto, sin que tomen parte en la selección de la alternativa más adecuada. Quizás sea esa la razón de que después de siete años y más de tres millones de euros invertidos el alumnado que completa el ciclo formativo con éxito no llegue al 10%.