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Ni a 100 metros de muelle por década

Dos siglos después, la pugna de las burguesías portuarias asentadas en torno a la actividad de los muelles de las dos islas capitalinas sigue pretendiendo hacer girar la vida política y social de Canarias en torno a sus demandas. Y exactamente igual que hace dos siglos, el argumento es el supuesto trato desigual, y el consiguiente beneficio/perjuicio, provocado por las decisiones del Gobierno de España hacia ambos puertos.

Esta lucha capitalina y burguesa que se articula a través de las respectivas Autoridades Portuarias tiene también otras consecuencias centenarias que se mantienen prácticamente inalterables: el desprecio hacia las demandas de desarrollo de los puertos de las islas no capitalinas.

Hablo de lo que conozco más de cerca, pero me temo que es algo generalizado en 5 islas del Archipiélago. Durante 12 años he tenido que convivir en la presidencia del Cabildo de Fuerteventura con una Autoridad Portuaria que sólo invierte en el muelle de la isla con las migajas de lo que le sobra en La Luz.

No es cuestión de quien presida la Autoridad Portuaria. Da igual quienes integren su consejo de administración. Hasta da igual qué partido político sea el que lleve el rumbo tanto en Canarias como en Madrid. Al final la maraña burocrática de la Autoridad Portuaria es tan densa por el lado de las islas no capitalinas, que hasta obtener inversión para dar una mano de pintura a los faros se convierte en un logro histórico. Por el lado de los grandes muelles canarios no es así: corren los presupuestos millonarios con una ligereza que hasta sorprende… y casi asusta.

Al final el resultado siempre es el mismo y lo sustentan desde la Autoridad Portuaria con el mismo argumento: no invertimos más en el muelle de Fuerteventura porque no hay tráfico de buques que lo demande. Y ya saben ustedes lo que creemos los majoreros: no hay más tráfico de mercancías y cruceros turísticos, porque el muelle no tiene suficiente espacio para acoger en condiciones su actividad.

Tenemos proyectos, acuerdos y decisiones locales de todo tipo para justificar la inversión, pero de nada sirve cuando topamos con la burocracia y los intereses que, en el fondo, piensan sólo en clave insular a la hora de proyectar: 100 metros de línea de atraque por década, eso es a lo que estamos condenados.

Ante esta dinámica centenaria quizás lo que haya que hacer es replantearse el orden organizativo. Igual que en su momento cada cabildo asumió la gestión de sus carreteras, y bien que desde entonces empezaron a haber más carreteras en las islas no capitalinas, a lo mejor es el momento de repensar el sentido de estructuras administrativas portuarias provinciales que no son capaces de ver más allá del horizonte de sus despachos capitalinos.

No sé si es esa será la mejor solución, pero lo que sí sé es que no debemos permitir que en Canarias sigamos comportándonos, funcionando y hasta sufriendo en materia de gestión de puertos como hace dos siglos. Algo habrá que cambiar. ¡Y ya!

Dos siglos después, la pugna de las burguesías portuarias asentadas en torno a la actividad de los muelles de las dos islas capitalinas sigue pretendiendo hacer girar la vida política y social de Canarias en torno a sus demandas. Y exactamente igual que hace dos siglos, el argumento es el supuesto trato desigual, y el consiguiente beneficio/perjuicio, provocado por las decisiones del Gobierno de España hacia ambos puertos.

Esta lucha capitalina y burguesa que se articula a través de las respectivas Autoridades Portuarias tiene también otras consecuencias centenarias que se mantienen prácticamente inalterables: el desprecio hacia las demandas de desarrollo de los puertos de las islas no capitalinas.