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Las microalgas y el otro desastre escatológico

Quizá haya que separar ambos conceptos. A ello se entregan con denuedo cuantos políticos aparecen en el ruedo del sensacionalismo para apoyarse en el incuestionable testimonio de especialistas, investigadores y catedráticos de prestigio contrastado para hablar de las microalgas, o cianobacterias que, al parecer, forman parte de la naturaleza y esporádicamente aparecen en plan invasivo para incordiar a los humanos.

La lucha por la salud de nuestras costas está garantizada por el admirable y exhaustivo trabajo de investigación científica, en coordinación institucional entre organismos oficiales como: Facultad de Ciencias-Biología Marina (ULL); Instituto Español de Oceanografía; Escuela Náutica de S/C; Facultad de Ciencias del Mar (ULPGC); Banco español de Algas (Telde)… entre otros centros, que han recogido la inquietud popular ante la preocupante acometida masiva en nuestras costas, para dar respuesta técnica y minimizar la alarma social por el cierre de playas al baño y actividades acuáticas.

Dichas manifestaciones coinciden en que se trata de un fenómeno esporádico y natural, que afecta principalmente a zonas cálidas y aparece cuando las condiciones lo favorecen. El cambio climático (incremento de la temperatura); la persistente flojera de los alisios; las reiteradas calimas que proporcionan nutrientes para favorecer la fotosíntesis… Parece ser que en breve se irán como han venido. Solo se trata de tener localizado cada “Bloom”, controlar su evolución, adoptar las medidas de protección en orden a evitar posibles afecciones para la salud pública y mantener informada a la población.

En el lado negativo de este episodio nos encontramos con su lamentable gestión política. En declaraciones, entrevistas, artículos y columnas, abunda el discurso institucional de escurrir el bulto; elusión de responsabilidades ante el desastre medioambiental y sanitario que supone el vertido sistemático e incontrolado de aguas fecales en todo nuestro litoral.

Datos de mayo de 2016: “En la capital tinerfeña, según el censo del Gobierno canario, hay 34 vertidos al mar (se cree que hay ”muchos más“), de los que solo 9 están autorizados. De 21 conducciones, 9 causan daños graves, 2 muy graves y 1 moderados. Uno de ellos, en La Hondura, vierte 625.000 litros de aguas residuales cada hora al mar sin tratamiento”. Esta atrocidad se agrava con la estimación actual de 53 millones de litros diarios de deshechos escatológicos que se arrojan sin tratamiento ni control al litoral de la isla. ¡Son 19.000 millones de litros al año! No hay ecosistema que pueda soportar semejante barbaridad.

Y mientras, nuestros supuestos representantes, sacudiéndose las pulgas de la culpabilidad intentando echárselas a otro. “No. Es que esta cuestión no es mi responsabilidad. Es el tremendo hándicap que sufrimos los ciudadanos por la multiplicidad de competencias sobre una misma área que, aparte de suponer una burocracia infame, solo sirve para que cada avestruz pueda esconder su cabeza en el agujero preparado al efecto.

Indigna comprobar como cada uno se aferra al dictamen científico de los investigadores sobre la microalgas para enmascarar la catástrofe de los vertidos. Suntuosos titulares y falaces declaraciones para esconder una realidad que puede cargarse el monocultivo turístico como nuestra, casi única, fuente de ingresos.

El Sr. Díaz Guerra, subdelegado del Gobierno, ha tenido el arranque de llamar a las cosas por su nombre. Con respeto a ultranza por los estudios científicos, con el uso de razón bien aplicado, nos indica como natural que los microorganismos vegetales se acomoden allá donde encuentran abundantes nutrientes. Los mismos investigadores pueden corroborarlo si se les pregunta también por el atentado contra la salud pública que suponen los masivos vertidos fecales en Tenerife.

A D. Guillermo, a pesar de sus conocimientos profesionales, le han caído encima como anatema por crear una alarma social “injustificada”. Pero nadie, absolutamente nadie, se pronuncia sobre la necesidad de resolver tan grave problema. Ni siquiera alguien que proponga soluciones concretas, viables y perentorias ante una patología que por sí sola no se cura, sino que con el tiempo, si no se le aplica remedio urgente, puede entrar en coma irreversible.

Los reivindicativos alcaldes del sur, los exigentes empresarios hoteleros, la potente CEOE, el riguroso empresariado de la construcción… en lugar de desconcertar a la opinión pública con aberraciones como la 2ª pista del aeropuerto del Sur, debieran poner todo su empeño en resolver este vergonzoso disparate que puede llevarnos a la ruina… A todos.

Quizá haya que separar ambos conceptos. A ello se entregan con denuedo cuantos políticos aparecen en el ruedo del sensacionalismo para apoyarse en el incuestionable testimonio de especialistas, investigadores y catedráticos de prestigio contrastado para hablar de las microalgas, o cianobacterias que, al parecer, forman parte de la naturaleza y esporádicamente aparecen en plan invasivo para incordiar a los humanos.

La lucha por la salud de nuestras costas está garantizada por el admirable y exhaustivo trabajo de investigación científica, en coordinación institucional entre organismos oficiales como: Facultad de Ciencias-Biología Marina (ULL); Instituto Español de Oceanografía; Escuela Náutica de S/C; Facultad de Ciencias del Mar (ULPGC); Banco español de Algas (Telde)… entre otros centros, que han recogido la inquietud popular ante la preocupante acometida masiva en nuestras costas, para dar respuesta técnica y minimizar la alarma social por el cierre de playas al baño y actividades acuáticas.