Espacio de opinión de Canarias Ahora
El miedo no ha cambiado de bando
Uno de los mantras que ha logrado más éxito afirma que “el miedo ha cambiado de bando”. A fuerza de repetirlo pudiera parecer que es verdad y que se están generando las condiciones objetivas para un profundo cambio, impulsado por los que sufren las peores consecuencias de este sistema desequilibrado e injusto. Pero la realidad se encarga de desmentirlo.
Las frases elaboradas en los laboratorios sociales, como esta, pueden tener fortuna y calar en amplias capas sociales o en organizaciones políticas, que las hacen suyas y les sirven para autoafirmarse. Aunque se corra el riesgo de (auto)engañarse y de construir un discurso que poco o nada tiene que ver con la situación social real, marcada por la insuficiente respuesta a las agresiones que suponen las políticas de austeridad que han incrementado la pobreza y el desempleo.
El miedo sigue estando en el mismo bando. En los desempleados de larga duración que empiezan a perder la esperanza de volver a integrarse en el mundo laboral. En las familias cuyos ingresos, aún teniendo empleo, no llegan para abordar las necesidades básicas. En los que han perdido o están a punto de perder sus viviendas por impago de la hipoteca o el alquiler. En los que trabajan en condiciones de auténtica explotación pero saben que afuera hay mucho frío y mucha gente dispuesta a sustituirlos en las mismas o en peores condiciones.
Estos días asistí a un foro sobre Fiscalidad y Servicios Públicos (*), con la intervención entre otros, de representantes del Sindicato de Técnicos del Ministerio de Hacienda (Gestha) y de Cáritas.
Pobreza
Algunos de los datos allí ofrecidos dibujan un panorama social dramático en Canarias. Entre ellos que 812.425 personas están bajo el umbral de la pobreza, con privación material severa o en familias con todas las personas activas en paro, lo que representa el 38,4% de la población en Canarias. El umbral de pobreza se situó en las Islas en 2013 en ingreso por debajo de los 7.040 euros/años en hogares unipersonales y en 14.784 en hogares integrados por dos adultos y dos menores.
Estamos hablando de una comunidad con más del 33% de desempleo, con los salarios y pensiones más bajos del conjunto del Estado. Y en donde son enormes las desigualdades sociales, que no han hecho más que incrementarse con los recortes educativos, sanitarios o en la ley de la dependencia.
Todo ello en el marco de una comunidad y un estado con las mayores tasas de economía sumergida (27,9% del PIB en el caso canario), con una presión fiscal en España siete puntos por debajo de la media europea y un gasto público situado cinco puntos menos que la media de la UE. Así como una fiscalidad que carga los esfuerzos sobre asalariados, consumidores y pequeñas empresas mientras que las grandes empresas, las que más beneficios tienen, aportan muy poco.
Abismos
Vivimos en una sociedad muy injusta, en la que aumentan los abismos sociales. En la que es muy desigual la aportación de los distintos sectores sociales para el funcionamiento de las administraciones y los servicios públicos esenciales. En la que crecen los millonarios y el consumo de lujo, al tiempo que hay mucha gente con dificultades para comer, para pagar el alquiler o la luz y el agua, para hacer frente a los gastos de los libros y del material escolar.
En ese contexto de devastación del Estado social muchas personas se encuentran absolutamente desamparadas. Otras consiguen sobrevivir gracias a las ayudas sociales, a la labor de las ONGs o a las pensiones de nuestros mayores que se convierten en repartidos ingresos para hijos y nietos. Y esa situación no se traduce, generalmente, en energías de cambio, de revuelta, de transformación social, sino en angustiosa búsqueda de trabajo, comida o techo. Y en más miedo al presente y al futuro.
Menos simplezas: el miedo no ha cambiado de bando. Sigue estando impregnado en la piel de millones de personas desempleadas, empobrecidas, explotadas laboralmente, desahuciadas o excluidas.
(*) Encuentro abierto organizado por NC, con la participación de José María Mollinedo (secretario general de Gestha), Fernando Redondo Rodríguez (presidente del Consejo Económico y Social de Canarias) y Elena Henríquez Santana (coordinadora de Cáritas Diocesana de Canarias).
Uno de los mantras que ha logrado más éxito afirma que “el miedo ha cambiado de bando”. A fuerza de repetirlo pudiera parecer que es verdad y que se están generando las condiciones objetivas para un profundo cambio, impulsado por los que sufren las peores consecuencias de este sistema desequilibrado e injusto. Pero la realidad se encarga de desmentirlo.
Las frases elaboradas en los laboratorios sociales, como esta, pueden tener fortuna y calar en amplias capas sociales o en organizaciones políticas, que las hacen suyas y les sirven para autoafirmarse. Aunque se corra el riesgo de (auto)engañarse y de construir un discurso que poco o nada tiene que ver con la situación social real, marcada por la insuficiente respuesta a las agresiones que suponen las políticas de austeridad que han incrementado la pobreza y el desempleo.