Espacio de opinión de Canarias Ahora
La muerte de un maestro
Kapuscinski tenía el don de la escritura, la suya era una narrativa rica, completa, sencilla y minuciosa. Él era capaz de llevarse consigo a sus lectores allí donde estuviera. No hacía narraciones al uso. No se limitaba a la noticia, a los hechos que cuenta la mayoría. Él también relataba los pequeños detalles, sus vivencias cotidianas, esos acontecimientos nimios en apariencia que dan la medida del verdadero pulso de un país o de una crisis. Luego, todas esas experiencias las recogió en fantásticos libros como Ébano, La guerra del fútbol, Sha, Un día más con vida, Viajes con Herodoto, etc.En una entrevista, él explicaba así su obra: “Cuando me preguntan qué es lo que yo escribo, yo les digo que escribo textos. El problema de los géneros y las terminologías es que tienen diferentes sentidos en diferentes idiomas y culturas. En nuestra tradición literaria no tenemos esta distinción que hay en América latina entre la crónica y el reportaje. Entonces nunca pensé en si quería ser escritor o si quería ser periodista. Cuando me sentaba, no pensaba en que iba a escribir una novela o un reportaje o un ensayo. Yo sólo quería escribir bienÂ.Escritor y ensayista, colaboró con los grandes periódicos del mundo, dio clases en muchas universidades y fue Premio Príncipe de Asturias de Comunicación. Kapuscinski cubrió veintisiete revoluciones en doce países distintos. Marcas como ésta las tienen hoy en día muchos periodistas. Pero es que él lo hizo de forma magistral. Y de todo aquello sacó muchas conclusiones, entre ellas, ésta: ÂLa guerra es el fracaso del hombre. Muestra que la gente no puede encontrar un lenguaje de entendimiento y de comprensión. La guerra es la última fase del fracaso en la comunicación humana. La guerra empieza antes de las bombas. Empieza con el lenguaje del odio. Por eso es muy importante el mensaje que sale de los medios de comunicación masivaÂ.Éste era un hombre sabio, que había visto mucho y vivido más que la mayoría. Y además sabía contarlo. Ahora nos quedan sus palabras. Esperanza Pamplona
Kapuscinski tenía el don de la escritura, la suya era una narrativa rica, completa, sencilla y minuciosa. Él era capaz de llevarse consigo a sus lectores allí donde estuviera. No hacía narraciones al uso. No se limitaba a la noticia, a los hechos que cuenta la mayoría. Él también relataba los pequeños detalles, sus vivencias cotidianas, esos acontecimientos nimios en apariencia que dan la medida del verdadero pulso de un país o de una crisis. Luego, todas esas experiencias las recogió en fantásticos libros como Ébano, La guerra del fútbol, Sha, Un día más con vida, Viajes con Herodoto, etc.En una entrevista, él explicaba así su obra: “Cuando me preguntan qué es lo que yo escribo, yo les digo que escribo textos. El problema de los géneros y las terminologías es que tienen diferentes sentidos en diferentes idiomas y culturas. En nuestra tradición literaria no tenemos esta distinción que hay en América latina entre la crónica y el reportaje. Entonces nunca pensé en si quería ser escritor o si quería ser periodista. Cuando me sentaba, no pensaba en que iba a escribir una novela o un reportaje o un ensayo. Yo sólo quería escribir bienÂ.Escritor y ensayista, colaboró con los grandes periódicos del mundo, dio clases en muchas universidades y fue Premio Príncipe de Asturias de Comunicación. Kapuscinski cubrió veintisiete revoluciones en doce países distintos. Marcas como ésta las tienen hoy en día muchos periodistas. Pero es que él lo hizo de forma magistral. Y de todo aquello sacó muchas conclusiones, entre ellas, ésta: ÂLa guerra es el fracaso del hombre. Muestra que la gente no puede encontrar un lenguaje de entendimiento y de comprensión. La guerra es la última fase del fracaso en la comunicación humana. La guerra empieza antes de las bombas. Empieza con el lenguaje del odio. Por eso es muy importante el mensaje que sale de los medios de comunicación masivaÂ.Éste era un hombre sabio, que había visto mucho y vivido más que la mayoría. Y además sabía contarlo. Ahora nos quedan sus palabras. Esperanza Pamplona