Canarias Ahora Opinión y blogs

Sobre este blog

La portada de mañana
Acceder
El Gobierno da por imposible pactar la acogida de menores migrantes con el PP
Borrell: “Israel es dependiente de EEUU y otros, sin ellos no podría hacer lo que hace”
Opinión - Salvar el Mediterráneo y a sus gentes. Por Neus Tomàs

Música en los oídos

No hace mucho tiempo, un representante sindical descalificó las actuaciones del actual alcalde de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, alegando que su falta de interés se debía a que “tenía los oídos llenos de música clásica”. No contento con esto, el mencionado individuo no se cortó lo más mínimo y tachó a todas las personas que asisten a los conciertos, recitales y óperas que se programan a lo largo del año “de unos elitistas descerebrados, carentes de cualquier ética y preocupación social”.

Bien, las opiniones son como las posaderas, cada cual tiene una. Otra cosa muy distinta es emitir un juicio de valor, sesgado, cargado de prejuicios y con visos de estar dictado por quienes buscan minar la credibilidad del actual equipo de gobierno municipal. No quiero decir que la música clásica no esté asociada a las clases adineradas, en especial la ópera, pero antes de soltar una “perla de sabiduría” como la que les comento, mejor sería acudir a uno de dichos conciertos y ver que las cosas no son como hace cien años. ¿O acaso es un pecado elegir un concierto de piano de Chopin antes que los gritos desaforados de un locutor al cantar un gol?

Mi respuesta al mencionado individuo es que es mejor tener los oídos llenos de música antes que de los desvaríos de quienes enarbolan el “deporte rey” como única opción válida para el entretenimiento de las personas. Tiene gracia, está bien visto pedir un préstamo para pagar un costosísimo abono para una temporada futbolera, pero quienes se gastan mucho menos dinero en un abono para una temporada de conciertos en el auditorio Alfredo Kraus son unos elitistas que “mean colonia” y que ignoran los problemas del resto de la sociedad. La ignorancia ya no es atrevida, sino insultante.

Claro que siempre hay alguien capaz de ejecutar el doble mortal con tirabuzón, hacia atrás y con los ojos cerrados. O por lo menos, eso parecía en los días previos a escribir esta columna. En esos momentos saltó la noticia en la que se contaba cómo los actuales responsables de cultura del gobierno de Canarias, con la consejera al frente, habían recortado un 75% el presupuesto del Festival de Música de Canarias bajo el socorrido argumento de? ¡Estamos en crisis!

Según comentaban las mismas fuentes que dieron a conocer la noticia ?más de una- detrás de tal declaración no se podía disimular que se escondía la misma antipatía que esgrimía el individuo del que ya les he hablando; es decir, la música clásica es para una élite y no será este gobierno quien la favorezca. Además, para que no faltara de nada, una de las razones argumentadas para tal recorte es que a los responsables de cultura les hacía falta mantener el presupuesto de uno de los proyectos “estrella” del actual gabinete de las islas, el llamado septenio.

Sea como fuere y ante el maremoto de críticas recibidas los responsables del área cultural salieron a la palestra para desmentir este dato. Es más, negaron “de la forma más rotunda” tal recorte y el trasvase del dinero del presupuesto del Festival de Música de Canarias al Septenio. Lo cierto es que el Festival ha sufrido un duro recorte y la cifra de conciertos programados se ha reducido a la mitad, aunque el evento, según declararon sus responsables, “permanece vivo”.

No negaré que rectificar es de sabios y siempre es una buena noticia ver cómo de los errores se aprende. El problema es que las promesas de este gobierno en muchas áreas son como una bomba con espoleta retardada, la cual antes o después termina estallando y con fatales resultados. Y tal rectificación no sirve, ni para asegurar la continuidad del Festival de Música de Canarias ?por lo menos con los estándares de calidad debida- ni para esconder un hecho que cada vez está más claro. El enemigo a batir es la música clásica y todos aquellos que disfrutan con ella y, de paso, insultarlos por el mismo precio.

No sé, puede que piensen que, al igual que le ocurrió al demente de Adolf Hitler ?amante confeso de las óperas de Richard Wagner- a alguno de los espectadores le dé por imitar al dictador germano. La verdad es que no me imagino a los melómanos de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria o de Santa Cruz de Tenerife enarbolando una determinada bandera/ ideología y/ o creencia y, tal cual hizo el líder del partido nazi, ya puestos, tratar de conquistar el archipiélago.

Bromas aparte, me encantaría que alguien me explicara, más allá de justificar el populismo barato y rancio, la manía persecutoria que les ha entrado contra cualquier exponente de la música clásica. Puede que mi problema sea que en mi casa siempre han sido muy melómanos y, desde pequeño, estoy acostumbrado a escuchar a los autores clásicos, ya sea en versión grabada o en vivo y en directo. Para mí ese legado me ha ayudado a encontrar un momento de cordura y tranquilidad en medio de un mundo tan desquiciado como el nuestro. Por todo ello, sigo sin ver la manía persecutoria que les ha entrado.

De todas formas, el que yo no pueda verla, no significa que a buena parte de los actuales responsables políticos y a muchos otros sectores de nuestra sociedad les parezca lícito arremeter contra la música clásica y contra quienes asisten regularmente a los conciertos. ¿Qué más da insultar a una persona que ejerce su derecho, al vivir en un país democrático, a escoger de qué manera quiere pasar su tiempo libre? Si con ello se logra confundir a la sociedad y llevarla por los senderos de la ignorancia, el ya mencionado populismo barato y nauseabundo, evitando que protesten, pues nada, leña al mono.

Lo que importa, al final, es que nadie cuestione a quienes dicen protegernos y velar por nuestros intereses. Y para lograrlo antes hay que alimentar a un “saco sin fondo” como es la tele autonómica u otros caprichos del mismo calibre y no invertir en un Festival de Música que se ha convertido en uno de los grandes alicientes turísticos de nuestro archipiélago. ¿No lo sabían? Normal, después de un fiasco como el de “los estadios de la felicidad”, lo mejor es gritarle a los ciudadanos que ¡Estamos en crisis! Y que el turismo está “en caída libre”, en vez de conservar lo que ya tenemos y funciona.

Bueno, por si acaso, será cuestión de ir redactando la esquela del Festival de Música de Canarias, tal y como ya ha ocurrido con otros tantos eventos culturales. Al final, solamente nos quedará el día del Pino, y más que nada, porque no depende de los actuales mandatarios? Señor.

Eduardo Serradilla Sanchis

No hace mucho tiempo, un representante sindical descalificó las actuaciones del actual alcalde de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, alegando que su falta de interés se debía a que “tenía los oídos llenos de música clásica”. No contento con esto, el mencionado individuo no se cortó lo más mínimo y tachó a todas las personas que asisten a los conciertos, recitales y óperas que se programan a lo largo del año “de unos elitistas descerebrados, carentes de cualquier ética y preocupación social”.

Bien, las opiniones son como las posaderas, cada cual tiene una. Otra cosa muy distinta es emitir un juicio de valor, sesgado, cargado de prejuicios y con visos de estar dictado por quienes buscan minar la credibilidad del actual equipo de gobierno municipal. No quiero decir que la música clásica no esté asociada a las clases adineradas, en especial la ópera, pero antes de soltar una “perla de sabiduría” como la que les comento, mejor sería acudir a uno de dichos conciertos y ver que las cosas no son como hace cien años. ¿O acaso es un pecado elegir un concierto de piano de Chopin antes que los gritos desaforados de un locutor al cantar un gol?