Espacio de opinión de Canarias Ahora
Nacionalismo y hegemonía imperfecta
Recientemente, tras 20 años trabajando para la Universidad de La Laguna, acudí a un instituto de un municipio del sureste de Tenerife para dar una charla de orientación sobre los estudios de Sociología. Mientras hablaba, tras haber animado a que preguntaran lo que consideraran pertinente, la profesora que me acogía interrumpió para preguntar: ¿Tú eres canarión? Desde su punto de vista haber descubierto en mi lenguaje algún matiz que me identificaba como “de la isla de enfrente” era una pregunta pertinente, y también le pareció pertinente transmitir al alumnado la idea de que es pertinente interrumpir a quien habla para preguntar si es canarión. No sé si sería pertinente la pregunta en caso de ser herreño o palmero, por ejemplo. Para algunas personas parece que importa más de qué isla seas que no la institución a la que representas. Es cierto que la diferenciación entre “nosotros” y “los otros” es un universal cultural, y que a menudo la identidad propia se forja en oposición a quienes se conciben como “los otros”. Claro que, ¿quién define dónde se pone la frontera entre aquellos contra los que nos identificamos y aquellos con quienes nos identificamos? ¿Quién define en qué consiste la canariedad?
De manera prácticamente ininterrumpida desde hace medio siglo las principales instituciones políticas tinerfeñas han estado dirigidas por los mismos grupos políticos, que responden en gran medida a los intereses de determinados sectores económicos y sociales. Por tanto, no resulta descabellado, utilizando el concepto de hegemonía cultural de Gramsci, plantear que los valores y la visión de la sociedad que han predominado han sido los que estas clases dominantes han conseguido imponer, de entre la enorme variedad de formas de ser y hablar que tiene “nuestra gente”. Y, desde que hace más de 30 años esos mismos grupos descubrieron que eran nacionalistas, han logrado también concentrar gran parte del poder en Canarias, y han intentado imponer también su propia forma de entender las islas como la propia de “nuestra gente”. Quien fue capaz de identificar en mi habla matices propios de canarión no fue capaz de adivinar que mi abuelo era de Cuenca, porque en su cosmovisión la diferenciación entre Gran Canaria y Tenerife es mucho más relevante que la que pueda haber, por ejemplo, entre Cuenca y Albacete.
Más allá del consabido pleito, que tiene su base en estrategias tradicionalmente distintas de las élites insulares para acceder al poder ¿por qué puede resultar pertinente saber si alguien es canarión? Desde los inicios de la democracia en Gran Canaria diversos partidos, algunos claramente definidos como nacionalistas (canaristas) han estado en el poder, tanto en el cabildo como en los ayuntamientos más importantes. Y las únicas dos tendencias que se han mantenido son: 1) que ninguno ha logrado una hegemonía clara y 2) que el partido que actualmente preside el Gobierno de Canarias nunca ha pasado de una posición residual. O se plantea que los canariones no son verdaderamente canarios, o se ha de admitir que pueden existir otras formas de ser canario que, en la medida en que no comulgan con los postulados de quienes han dominado el panorama político isleño en los últimos 40 años, pueden dar lugar a equilibrios de poder distintos. Parafraseando a Gramsci podría decirse que en las islas se da una hegemonía imperfecta, pues el partido en el poder apenas encuentra apoyo en la ciudad más poblada del archipiélago, ni en la que hace cuarenta años era la isla más poblada, y aún hoy sigue concentrando a cerca del 40% de la población. Últimamente me resulta sorprendente, al leer algunos periódicos en papel, ver la diferencia entre la opinión pública y la publicada. Si no conociera el panorama político, y basara mis ideas en lo que se publica, pensaría que el partido del actual presidente del gobierno de Canarias es importante en Gran Canaria. Yo estudié en Barcelona, en una época en que, gobernando el nacionalismo de derechas, se decía que “catalán es quien vive y trabaja en Cataluña”. ¿Para qué han servido casi 40 años de gobiernos auto denominados “nacionalistas” en Canarias? A mí 20 años de trabajar para una institución tinerfeña no me han servido para evitar que cuando hable me pregunten si soy canarión. No sé si sólo nos pasa a los canariones, o es que aquí no se aplica lo de “es de aquí quien vive y trabaja aquí”. En los últimos cuatro meses, seguramente pensando que eso les ayuda a captar votos, o evitar la fuga hacia otros partidos, los nacionalistas en el poder en Canarias quieren distanciarse de los catalanes tildándolos de esencialistas. Pero en los últimos cuarenta años lo que han conseguido con su hegemonía cultural es algo tan esencialista como que haya quien piensa que se pueda interrumpir a un profesor universitario que está dando una charla para preguntar si es “de la isla de enfrente”. Quizá es que mi entendimiento es bastante limitado. Pero no entra en mi cabeza cómo es compatible haber contribuido a crear una sociedad en que pasen esas cosas y a la vez plantear que se tiene una visión moderna, progresista y no esencialista de lo que es ser canario. Pues, que yo sepa, ser canarión también es ser canario.
Recientemente, tras 20 años trabajando para la Universidad de La Laguna, acudí a un instituto de un municipio del sureste de Tenerife para dar una charla de orientación sobre los estudios de Sociología. Mientras hablaba, tras haber animado a que preguntaran lo que consideraran pertinente, la profesora que me acogía interrumpió para preguntar: ¿Tú eres canarión? Desde su punto de vista haber descubierto en mi lenguaje algún matiz que me identificaba como “de la isla de enfrente” era una pregunta pertinente, y también le pareció pertinente transmitir al alumnado la idea de que es pertinente interrumpir a quien habla para preguntar si es canarión. No sé si sería pertinente la pregunta en caso de ser herreño o palmero, por ejemplo. Para algunas personas parece que importa más de qué isla seas que no la institución a la que representas. Es cierto que la diferenciación entre “nosotros” y “los otros” es un universal cultural, y que a menudo la identidad propia se forja en oposición a quienes se conciben como “los otros”. Claro que, ¿quién define dónde se pone la frontera entre aquellos contra los que nos identificamos y aquellos con quienes nos identificamos? ¿Quién define en qué consiste la canariedad?
De manera prácticamente ininterrumpida desde hace medio siglo las principales instituciones políticas tinerfeñas han estado dirigidas por los mismos grupos políticos, que responden en gran medida a los intereses de determinados sectores económicos y sociales. Por tanto, no resulta descabellado, utilizando el concepto de hegemonía cultural de Gramsci, plantear que los valores y la visión de la sociedad que han predominado han sido los que estas clases dominantes han conseguido imponer, de entre la enorme variedad de formas de ser y hablar que tiene “nuestra gente”. Y, desde que hace más de 30 años esos mismos grupos descubrieron que eran nacionalistas, han logrado también concentrar gran parte del poder en Canarias, y han intentado imponer también su propia forma de entender las islas como la propia de “nuestra gente”. Quien fue capaz de identificar en mi habla matices propios de canarión no fue capaz de adivinar que mi abuelo era de Cuenca, porque en su cosmovisión la diferenciación entre Gran Canaria y Tenerife es mucho más relevante que la que pueda haber, por ejemplo, entre Cuenca y Albacete.