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El negro indefinido

Tiene su mérito, desde luego. Aunque cuente, de antemano, con la ventaja de que en este país exista el acuerdo social y mediático tácito de que todo lo que emane de la Casa Real es chachi y estaría hasta feo ponerle reparos. El negro de marras ha apostado, en esta oportunidad, de nuevo y claramente por la indefinición. No es nada original o inesperado, pero sí encierra su riesgo dadas las circunstancias que vivimos en torno al asunto que más se ha destacado del discurso real: el referido al terrorismo. Don Juan Carlos ha dicho –ha leído- que todas las instituciones, partidos y demás deben unirse en la labor de acabar con esa lacra (¡toma topicazo, oye!). Lo cual está muy bien, pero no explica nada. Porque, en efecto, ese objetivo es común en todas las fuerzas democráticas del Estado. El problema consiste en que los medios y los métodos para terminar con el terror y con ETA defendidos por los principales partidos de la nación son diametralmente opuestos. De manera que veamos: ¿quién debe unirse a quién en esa lucha?... ¿Cómo debe encararse?... ¿Es el PP quien debe dar su brazo a torcer y apoyar el proceso de negociación que defiende el PSOE o son los socialistas los que han de admitir su fracaso y reencauzar sus planes antiterroristas según las propuestas defendidas a ultranza por los populares?... En resumidas cuentas y en lo que a esta cuestión se refiere, el Rey no ha dicho nada de nada. Una indefinición flagrante que ha tenido como consecuencia que tanto el PP como el PSOE alaben abiertamente el contenido del mensaje de Su Majestad, creyendo seguramente cada cual que les hacía un guiño particular y les daba la razón en sus posturas. La realidad es otra. El Rey no se moja ni de coña –es su comodísimo papel– y su negro sabe perfectamente cuáles son las reglas del juego. ¡Bien por el negro! Por lo menos, cumple su cometido y se gana el jornal, que es de lo que se trata.

José H. Chela

Tiene su mérito, desde luego. Aunque cuente, de antemano, con la ventaja de que en este país exista el acuerdo social y mediático tácito de que todo lo que emane de la Casa Real es chachi y estaría hasta feo ponerle reparos. El negro de marras ha apostado, en esta oportunidad, de nuevo y claramente por la indefinición. No es nada original o inesperado, pero sí encierra su riesgo dadas las circunstancias que vivimos en torno al asunto que más se ha destacado del discurso real: el referido al terrorismo. Don Juan Carlos ha dicho –ha leído- que todas las instituciones, partidos y demás deben unirse en la labor de acabar con esa lacra (¡toma topicazo, oye!). Lo cual está muy bien, pero no explica nada. Porque, en efecto, ese objetivo es común en todas las fuerzas democráticas del Estado. El problema consiste en que los medios y los métodos para terminar con el terror y con ETA defendidos por los principales partidos de la nación son diametralmente opuestos. De manera que veamos: ¿quién debe unirse a quién en esa lucha?... ¿Cómo debe encararse?... ¿Es el PP quien debe dar su brazo a torcer y apoyar el proceso de negociación que defiende el PSOE o son los socialistas los que han de admitir su fracaso y reencauzar sus planes antiterroristas según las propuestas defendidas a ultranza por los populares?... En resumidas cuentas y en lo que a esta cuestión se refiere, el Rey no ha dicho nada de nada. Una indefinición flagrante que ha tenido como consecuencia que tanto el PP como el PSOE alaben abiertamente el contenido del mensaje de Su Majestad, creyendo seguramente cada cual que les hacía un guiño particular y les daba la razón en sus posturas. La realidad es otra. El Rey no se moja ni de coña –es su comodísimo papel– y su negro sabe perfectamente cuáles son las reglas del juego. ¡Bien por el negro! Por lo menos, cumple su cometido y se gana el jornal, que es de lo que se trata.

José H. Chela