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Contra la neutralidad

Con respecto a su último libro editado recientemente por Península, bajo el título Contra la neutralidad: tras los pasos de John Reed, Ryszard Kapuscinski, Rodolfo Walsh, Edgar Snow y Robert Capa, podemos decir que es uno de esos libros que pueden ser calificados de “necesarios” y que en estos momentos de encrucijada histórica, agudizado por unos medios de comunicación que arrastran un permanente déficit de información veraz y plural, adquiere un valor añadido que me atrevo a definir de “imprescindible”. Y ésta no es una afirmación gratuita, ni mucho menos generosa, como espero argumentar en esta breve intervención y como podrán ustedes comprobar con su lectura, que recomiendo encarecidamente.

Contra la neutralidad se desarrolla a través de siete capítulos, aunque básicamente se articula en tres ejes muy bien definidos. En el primero de ellos, bajo el epígrafe “El periodismo necesita corazón”, su autor nos propone un cambio de los objetos de discusión del periodismo actual y futuro y plantea, con total claridad, la necesidad de entender el periodismo a partir de los contenidos, del espíritu y el sentido de las cosas o lo que es lo mismo, qué y cómo hay que contar, y a quién hay que contarlo. Y todo ello bajo el compromiso del periodista con su tiempo, es decir, su implicación en los conflictos sociales, su decisión por explicar el mundo y el valor para tomar posición sobre los acontecimientos.

Pascual Serrano se detiene, además, en analizar, y en desmitificar, conceptos como objetividad y equidistancia, al tiempo que propugna el compromiso, la honestidad, la veracidad y la rigurosidad informativa como razón de ser.

De modo, que el objeto central de esta monografía es un intento por rescatar valores y revalorizar el compromiso del periodista con su sociedad. Y para ello su autor ha recurrido a trazar las semblanzas profesionales de cinco periodistas, ejemplos, sin duda, de dignidad, que como muy bien señala Pascual “cubren un espectro rico en cuanto al modo en que plantearon su trabajo”.

Y éste, es el contenido que se aborda en el segundo bloque y que constituye el grueso del libro, donde además se nos ofrece de forma transversal una espléndida radiografía histórica de primera mano sobre los grandes acontecimientos del siglo XX. Así a través de las crónicas de John Reed nos adentramos en los conflictos sociales como la huelga de los trabajadores de la seda en Nueva Jersey, en la Revolución mexicana, en la Primera Guerra Mundial y en la Revolución rusa. Ryszard Kapuscinski, en cambio, nos traslada a los sueños descolonizadores de los países del Tercer Mundo, a la situación latinoamericana y sus conflictos, a la Revolución iraní y al derrumbe del sistema socialista. Por su parte, Edgar Snow nos acerca al continente asiático y a la Revolución china. Rodolfo Walsh nos trasmite el clima de terror de la dictadura argentina y su fuerte compromiso contra el cruel sistema represivo que le arrancaría la vida en 1977 tras la publicación de su Carta Abierta a la Junta Militar y, por último, Robert Capa nos visualiza el dolor y el sufrimiento humano en los conflictos bélicos.

Y todo ello, sutilmente aderezado con pinceladas que esbozan sus espacios vitales e ideológicos y con firmes trazos analíticos sobre sus métodos de trabajo, estilos, enfoques, producción periodística y bibliográfica.

El libro se cierra con una gran puerta abierta al futuro en una especie de epílogo titulado El periodismo que viene. En este tercer eje Pascual Serrano caracteriza la dinámica actual del periodismo como una profesión mecánica de transmisión de datos, definida por la inmediatez, la brevedad, la simplificación y el sensacionalismo. Un periodismo supeditado a los condicionamientos empresariales, a las injerencias políticas y a la precariedad laboral. Un periodismo que debido a la masificación de información y datos superficiales e inútiles genera un verdadero caos, un ruido ensordecedor y una desorientación absoluta y que como bien apunta Pascual “se ha convertido en una pesadilla, en una losa informativa que, al final, no logra informar”. Y quizás sea esa su verdadera finalidad: modelar ciudadanos simples y con un bajo nivel de exigencia.

De todas formas, Pascual Serrano deposita su esperanza en un periodismo activo que busque la noticia, que contextualice, analice e intérprete los hechos. Un periodismo, que además de un instrumento de información, sea una herramienta de pensamiento y de creación que ayude al hombre en su eterno combate por una vida más digna y menos injusta.

En definitiva, Contra la neutralidad gira en torno a una reivindicación del periodismo comprometido con su sociedad y su tiempo y nos propone un referente profesional basado en la responsabilidad social que debe guiar la tarea del periodista y que, en el fondo, no es más que un simple modelo de actuación que debe ser inherente al individuo, al ciudadano y que tiene que impregnar cualquier manifestación individual, social o profesional.

Un compromiso que encierra, ineludiblemente, una toma de posición, que es lo que en definitiva nos permitirá proyectar qué tipo de periodismo, qué tipo de educación, qué modelo de sociedad, qué sistema político o qué estructura económica es por la que luchamos y aspiramos desde una concepción social y donde, sin duda, el ejercicio profesional es plenamente compatible, y aún diría más: necesario, con la militancia y con la creencia ideológica.

Por último, simplemente quisiera compartir con ustedes un par de consideraciones que estimo de especial relevancia. La primera es que éste es un libro verdadero, que muestra la coherencia vital y profesional de su autor, es decir, que no se engloba en esos análisis teóricos hipócritas que claman por una información veraz, independiente, plural y libre para después contradecir, limitar y hasta aplastar el mínimo eco de libertad de expresión y de información con su plena participación en el engranaje empresarial mediático.

Esta aportación de Pascual, que es una reflexión más empírica que teórica acerca de la responsabilidad social del periodista, no es una obra que venga avalada por la firma de un sesudo investigador en el sentido clásico del término que guarda distancia, neutralidad, objetividad y equidistancia sino que cuenta con el sello de un profesional activo y comprometido que ejerce su labor cotidiana en primera línea de fuego al tiempo, que toma posición ante las cosas y ante los acontecimientos y que es capaz de reflexionar, cuestionar y criticar la estructura general en que se desenvuelve los grandes oligopolios de la comunicación, donde prima la desnaturalización y basurarización informativa, la simplificación, la frivolidad, el dirigismo empresarial, etc. y que tiende a conformar una realidad virtual que marca un distanciamiento objetivo con respecto a los problemas, a los conflictos, al abuso de poder, a la injusticia social y al libre pensamiento. Pascual reivindica con valentía viejos y nuevos caminos basados en el compromiso, en la responsabilidad y en la profesionalidad con un marcado cariz social y sustentado en principios y valores en pos de una sociedad libre y solidaria.

Una segunda, y última, consideración es que este libro posee una cualidad interesantísima. Y es que consigue motivar al lector a continuar indagando en éstas y en otras cuestiones relacionadas con el complejo mundo de los medios de comunicación y que trascienden al espacio social, político y económico. Su lectura despierta, también, una necesidad de profundizar en la producción bibliográfica de estos cinco magníficos y estimula, asimismo, un acercamiento hacia otras reflexiones de Pascual Serrano vinculadas al proceso de desinformación hoy predominante.

Me gustaría concluir, si me lo permiten, con una cita extraída del libro que desde mi punto de vista sintetiza con absoluta claridad su tesis fundamental y dice así: “El periodista debe ser valiente para transmitir sus principios sin miedo a molestar. Para escribir hace falta valor y, para tener valor, hace falta tener valores. Sin valores, más vale callar”. Muchas gracias.

José Manuel Castellano

Con respecto a su último libro editado recientemente por Península, bajo el título Contra la neutralidad: tras los pasos de John Reed, Ryszard Kapuscinski, Rodolfo Walsh, Edgar Snow y Robert Capa, podemos decir que es uno de esos libros que pueden ser calificados de “necesarios” y que en estos momentos de encrucijada histórica, agudizado por unos medios de comunicación que arrastran un permanente déficit de información veraz y plural, adquiere un valor añadido que me atrevo a definir de “imprescindible”. Y ésta no es una afirmación gratuita, ni mucho menos generosa, como espero argumentar en esta breve intervención y como podrán ustedes comprobar con su lectura, que recomiendo encarecidamente.

Contra la neutralidad se desarrolla a través de siete capítulos, aunque básicamente se articula en tres ejes muy bien definidos. En el primero de ellos, bajo el epígrafe “El periodismo necesita corazón”, su autor nos propone un cambio de los objetos de discusión del periodismo actual y futuro y plantea, con total claridad, la necesidad de entender el periodismo a partir de los contenidos, del espíritu y el sentido de las cosas o lo que es lo mismo, qué y cómo hay que contar, y a quién hay que contarlo. Y todo ello bajo el compromiso del periodista con su tiempo, es decir, su implicación en los conflictos sociales, su decisión por explicar el mundo y el valor para tomar posición sobre los acontecimientos.