Canarias Ahora Opinión y blogs

Sobre este blog

Los niños de la posguerra

Ya que hablamos de memoria histórica también tenemos que recordar a los niños de la posguerra de la España oscura, triste, penosa y que fueron víctimas de una sociedad cuyo modelo se regía por la dictadura franquista y el poder de la Iglesia, la cual se convirtió en cómplice y adulona de un gobierno liderado por un mea pilas que durante 36 años privó a todos los españoles, salvo los fachas, de vivir en un país libre y democrático. Estos niños, los más perjudicados por la afectividad familiar, por la pobreza, la miseria, el hambre y el desprecio de la propia sociedad, fueron motivos de muchas circunstancias negativas en sus respectivos destinos. Privados de su libertad y secuestradas sus infancias fueron recluidos en reformatorios o centros correccionales, donde fueron maltratados pos sus guardianes y directores, incluyendo los propios curas. Ramón Plasencia, un ex alumno del antiguo colegio San Gabriel (Reformatorio), ubicado en otra época en las inmediaciones del Mercado Nuestra Señora de África, recuerda que sus guardianes, Tomás Izquierdo, Eugenio, Florencio Villa Verde del Cas y Juan “El Barbero”, fueron los verdugos del régimen franquista de cientos de menores, que junto con los directores de aquél reformatorio, Ángel Orihuela, Juan González, Juez de Paz de La Laguna, Santiago Negrín, Domingo Duque de Paz (militar), se ensañaron en el castigo, humillación y vejación contra aquellos menores. Según Ramón Plasencia, los castigos eran múltiples y variados: rapados al cero y con un plato de aluminio atado sobre la cabeza durante varias semanas; de rodillas y con los brazos en cruz hasta altas hora de la noche, encerrados en aquellos calabozos llenos de orines y colchones llenos de chinchas, golpeados con una vara de bambú o regla gruesa de tea en las manos de los menores castigados. Mientras tanto, el Tribunal Tutelar de Menores también era cómplice de ese régimen franquista torturador y asesino. El padre Fruto, recuerda Ramón Plasencia, era el sacerdote oficial del Centro San Miguel, el cual confesaba a los menores y los condenabas al castigo ante el pecado de la inocencia y juventud de aquellos niños desprotegidos y maltratados por sus respectivos destinos de la vida. Los maestros escuela como se denominaban en aquella época entre los años 50 y sesenta, poco podían hacer ante una dictadura férrea y criminal, aunque algunos de ellos, reivindicaban la libertad a través de sus poesías, pero de forma muy discreta y con el tiempo, en la democracia, en libros de recuerdos y sentimientos.

Rafael Lutzardo

Ya que hablamos de memoria histórica también tenemos que recordar a los niños de la posguerra de la España oscura, triste, penosa y que fueron víctimas de una sociedad cuyo modelo se regía por la dictadura franquista y el poder de la Iglesia, la cual se convirtió en cómplice y adulona de un gobierno liderado por un mea pilas que durante 36 años privó a todos los españoles, salvo los fachas, de vivir en un país libre y democrático. Estos niños, los más perjudicados por la afectividad familiar, por la pobreza, la miseria, el hambre y el desprecio de la propia sociedad, fueron motivos de muchas circunstancias negativas en sus respectivos destinos. Privados de su libertad y secuestradas sus infancias fueron recluidos en reformatorios o centros correccionales, donde fueron maltratados pos sus guardianes y directores, incluyendo los propios curas. Ramón Plasencia, un ex alumno del antiguo colegio San Gabriel (Reformatorio), ubicado en otra época en las inmediaciones del Mercado Nuestra Señora de África, recuerda que sus guardianes, Tomás Izquierdo, Eugenio, Florencio Villa Verde del Cas y Juan “El Barbero”, fueron los verdugos del régimen franquista de cientos de menores, que junto con los directores de aquél reformatorio, Ángel Orihuela, Juan González, Juez de Paz de La Laguna, Santiago Negrín, Domingo Duque de Paz (militar), se ensañaron en el castigo, humillación y vejación contra aquellos menores. Según Ramón Plasencia, los castigos eran múltiples y variados: rapados al cero y con un plato de aluminio atado sobre la cabeza durante varias semanas; de rodillas y con los brazos en cruz hasta altas hora de la noche, encerrados en aquellos calabozos llenos de orines y colchones llenos de chinchas, golpeados con una vara de bambú o regla gruesa de tea en las manos de los menores castigados. Mientras tanto, el Tribunal Tutelar de Menores también era cómplice de ese régimen franquista torturador y asesino. El padre Fruto, recuerda Ramón Plasencia, era el sacerdote oficial del Centro San Miguel, el cual confesaba a los menores y los condenabas al castigo ante el pecado de la inocencia y juventud de aquellos niños desprotegidos y maltratados por sus respectivos destinos de la vida. Los maestros escuela como se denominaban en aquella época entre los años 50 y sesenta, poco podían hacer ante una dictadura férrea y criminal, aunque algunos de ellos, reivindicaban la libertad a través de sus poesías, pero de forma muy discreta y con el tiempo, en la democracia, en libros de recuerdos y sentimientos.

Rafael Lutzardo