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No son lo mismo (sobre nacionalismo general básico)

En los próximos días tendremos el primer intento de investidura tras unos resultados, los del 23J, que confirmaron un Estado español muy plural en el que no solo interviene la clásica dicotomía izquierda/derecha. Nos encontramos también ante unas realidades territoriales en las que son muy significativas distintas formaciones políticas sin sede central en Madrid y que analizan la realidad y actúan desde sus respectivas nacionalidades. Junto, asimismo, a la relevancia de factores como la creciente influencia del feminismo y del ecologismo, sin los que es imposible pensar en un futuro mejor. Es más, sin los que es imposible que haya futuro alguno.

Si en esos comicios generales se consiguió poner freno al gobierno PP-Vox que vaticinaban la mayoría de las encuestas fue gracias a varios hechos. Entre ellos, la motivación extra para acudir a las urnas de muchas personas progresistas ante el avance ultra en distintas nacionalidades y regiones, los errores flagrantes de Feijóo en la última semana de campaña o la importancia de las formaciones territoriales frente a quienes quieren acabar con las autonomías y devolvernos al centralismo franquista, los que desprecian la rica diversidad del Estado español y practican el nacionalismo español más rancio, radical y obtuso.

Voto femenino

Y, también, eso destacan varias investigaciones postelectorales, la movilización del voto femenino frente a quienes ya estaban restringiendo, en comunidades y en corporaciones locales, los avances tan duramente conquistados por las mujeres. Víctor Lapuente, doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Oxford y catedrático en la Universidad de Gotemburgo, en un artículo publicado a principios de agosto en El País, destaca que “entre las mujeres el voto a los partidos de izquierda ha superado a los de la derecha en más de 1,1 millones”. Asegurando que, si en España solo votaran los hombres, “el 23J la derecha hubiese sacado mayoría absoluta” y que, por el contrario, habría una cómoda mayoría progresista si solo votaran las mujeres.

Parece imposible, aunque pueda gustarle mucho a Felipe González, Alfonso Guerra o José Luis Corcuera, la gran coalición entre PSOE y PP, como sucedió en varias legislaturas en Alemania entre democristianos y socialdemócratas en los años 60 del pasado siglo y, más recientemente, ya en este siglo XXI, en gobiernos presididos por Ángela Merkel. Tan imposible como que Guerra deje de ser un deslenguado y un machista.

Las opciones parecen reducirse a un gobierno progresista liderado por Sánchez, con apoyo de las izquierdas agrupadas hoy en Sumar y de las formaciones nacionalistas, o a un gobierno profundamente conservador de Feijóo, con la presencia en él o no del ultranacionalismo español más beligerante, pero, en cualquier caso, con su imprescindible apoyo.

Y ello no es baladí para el canarismo. No cabe equidistancia alguna. Por un lado, están los que, con aciertos y algunos errores de calado, reconocidos o no, como vimos en la pasada legislatura, sacaron adelante leyes a favor de los más vulnerables, incrementaron de manera significativa el salario mínimo o las pensiones, defendieron los avances de las mujeres -aunque, por distintas razones, se visualiza una fractura más que evidente en el movimiento feminista-- o se encuentran comprometidos en la lucha contra la Crisis Climática. A pesar de que mantengan, también se pudo comprobar en varias ocasiones, algunos tics centralistas.

Destrucción del planeta

Por otro, lo estamos viendo allá donde gobiernan, los que destilan misoginia, homofobia y racismo. Los que suprimen departamentos de igualdad y crean direcciones generales taurinas. Los que no sienten la menor preocupación por el cambio climático y la acelerada destrucción del planeta. Los que alimentan los bulos que acrecientan el odio hacia las personas migrantes. Los que recuperan la censura frente a las creaciones culturales. Y, además, los que apuestan por acabar con lo que recoge el título VIII de la Constitución con relación al autogobierno, desde el más visceral centralismo. Es decir, Vox gracias al PP. O, para ser más preciso, el PP haciendo seguidismo de las descabelladas propuestas de Vox.

Resulta imposible para un partido nacionalista o simplemente autonomista nivel general básico colocar en el mismo plano a Sumar (o antes a Podemos) y a Vox; salvo que su nacionalismo sea una etiqueta completamente vacía. No son lo mismo los que defienden derechos cívicos, aunque se puedan mantener legítimas diferencias de forma y de fondo, que los que los niegan o los destruyen, sembrando la crispación y el odio. Y equipararlos no solo es políticamente impresentable sino intelectualmente insostenible.

Otra cosa es que, gobierne quien gobierne, Canarias tenga siempre que defender sus especificidades frente a las habituales incomprensiones y olvidos centralistas. Tengo pocas dudas de que lo tendrá que seguir haciendo.

Como albergo muy pocas dudas de que los avances en el Estado español tienen que darse en el ámbito social y en los derechos que sigan profundizando en la mejora de la vida de la gente, pero no solo. Al tiempo resulta imprescindible el reconocimiento de su carácter plurinacional. Una combinación, derechos sociales y derechos nacionales, que, como sucedió en las urnas el 23J o, posteriormente, en la constitución de la Mesa del Congreso de los Diputados, achica espacio a la extrema derecha y a sus cómplices.

En los próximos días tendremos el primer intento de investidura tras unos resultados, los del 23J, que confirmaron un Estado español muy plural en el que no solo interviene la clásica dicotomía izquierda/derecha. Nos encontramos también ante unas realidades territoriales en las que son muy significativas distintas formaciones políticas sin sede central en Madrid y que analizan la realidad y actúan desde sus respectivas nacionalidades. Junto, asimismo, a la relevancia de factores como la creciente influencia del feminismo y del ecologismo, sin los que es imposible pensar en un futuro mejor. Es más, sin los que es imposible que haya futuro alguno.

Si en esos comicios generales se consiguió poner freno al gobierno PP-Vox que vaticinaban la mayoría de las encuestas fue gracias a varios hechos. Entre ellos, la motivación extra para acudir a las urnas de muchas personas progresistas ante el avance ultra en distintas nacionalidades y regiones, los errores flagrantes de Feijóo en la última semana de campaña o la importancia de las formaciones territoriales frente a quienes quieren acabar con las autonomías y devolvernos al centralismo franquista, los que desprecian la rica diversidad del Estado español y practican el nacionalismo español más rancio, radical y obtuso.