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Nostalgia del buen debate

Entrevistaron a Saramago en Bogotá, y dentro de una valoración más general (“no veo nada más estúpido que la izquierda”), también criticó a los grupos guerrilleros colombianos que “tuvieron inicialmente, supongo, ideales para cambiar algo pero degeneraron en secuestradores y narcotraficantes, y lo que es peor, ya no sabrán vivir de otra manera”. Para el escritor, la lucha de la guerrilla sólo está justificada cuando “un país está ocupado por un invasor extranjero y el pueblo debe organizarse para resistir”. Esta condena sumaria resulta penosa en las actuales circunstancias, cuando los colombianos claman por el diálogo humanitario entre las FARC y el gobierno de Uribe. Saramago tampoco presenta la menor crítica a la política represiva del presidente Uribe, ni aborda la propuesta del diálogo desde la óptica de las víctimas.La prolija carta abierta de James Petras, titulada Sobre una bizarra amnesia histórica (imposible de reproducir aquí el texto en su totalidad) se centra en relatar la trayectoria de la guerrilla colombiana desde aquel primer núcleo de las FARC formado en el año 1964 por 46 campesinos que sobrevivieron a la destrucción de sus cosechas, casas y ganado por parte del ejército. Al menos una de las preguntas de Petras merece respuesta de Saramago. ¿A partir de cuando las FARC perdieron sus ideales y se convirtieron en bandidos? Tampoco olvida el sociólogo los intentos para alcanzar la paz. “Las FARC negociaron un acuerdo con el presidente Betancourt para formar un partido legal, la Unión Patriótica, para competir en las elecciones. Entre 1984-1989, más de cinco mil miembros y activistas electorales (incluidos dos candidatos presidenciales) fueron asesinados por el ejército colombiano, la policía y los escuadrones de la muerte. Las FARC volvieron a la lucha armada”. Entre 1999 y 2001 hubo negociaciones con el gobierno de Pastrana. La guerrilla presentó un programa político de reforma agraria, control público de los recursos estratégicos y de obras públicas para generar trabajo. Este programa fue puesto en la mesa de negociación y se convirtió en la base para negociar un acuerdo de paz y justicia.“El régimen de Pastrana -sigue Petras- rompió abruptamente las negociaciones con el apoyo del gobierno norteamericano y lanzó un ataque masivo en la zona desmilitarizada. ¿Debía la guerrilla y sus partidarios campesinos haber respondido preparándose para emitir votos en blanco? ¿Hubieran sobrevivido? ¿Era el punto en el que, en su opinión (la de Saramago), las guerrillas se convirtieron en bandas armadas de secuestradores y asesinos? (...). Los términos que usted ha usado para calumniar a las guerrillas se hacen eco de la retórica del Pentágono, de Uribe y del resto de la oligarquía colombiana”. Finalmente, Petras dice que “he perdido mi confianza en usted. Usted ha defraudado mis esperanzas. Usted sigue su camino y yo el mío”. Dicho queda, aunque espero que el debate permanezca. Saramago tiene la palabra. Rafael Morales

Entrevistaron a Saramago en Bogotá, y dentro de una valoración más general (“no veo nada más estúpido que la izquierda”), también criticó a los grupos guerrilleros colombianos que “tuvieron inicialmente, supongo, ideales para cambiar algo pero degeneraron en secuestradores y narcotraficantes, y lo que es peor, ya no sabrán vivir de otra manera”. Para el escritor, la lucha de la guerrilla sólo está justificada cuando “un país está ocupado por un invasor extranjero y el pueblo debe organizarse para resistir”. Esta condena sumaria resulta penosa en las actuales circunstancias, cuando los colombianos claman por el diálogo humanitario entre las FARC y el gobierno de Uribe. Saramago tampoco presenta la menor crítica a la política represiva del presidente Uribe, ni aborda la propuesta del diálogo desde la óptica de las víctimas.La prolija carta abierta de James Petras, titulada Sobre una bizarra amnesia histórica (imposible de reproducir aquí el texto en su totalidad) se centra en relatar la trayectoria de la guerrilla colombiana desde aquel primer núcleo de las FARC formado en el año 1964 por 46 campesinos que sobrevivieron a la destrucción de sus cosechas, casas y ganado por parte del ejército. Al menos una de las preguntas de Petras merece respuesta de Saramago. ¿A partir de cuando las FARC perdieron sus ideales y se convirtieron en bandidos? Tampoco olvida el sociólogo los intentos para alcanzar la paz. “Las FARC negociaron un acuerdo con el presidente Betancourt para formar un partido legal, la Unión Patriótica, para competir en las elecciones. Entre 1984-1989, más de cinco mil miembros y activistas electorales (incluidos dos candidatos presidenciales) fueron asesinados por el ejército colombiano, la policía y los escuadrones de la muerte. Las FARC volvieron a la lucha armada”. Entre 1999 y 2001 hubo negociaciones con el gobierno de Pastrana. La guerrilla presentó un programa político de reforma agraria, control público de los recursos estratégicos y de obras públicas para generar trabajo. Este programa fue puesto en la mesa de negociación y se convirtió en la base para negociar un acuerdo de paz y justicia.“El régimen de Pastrana -sigue Petras- rompió abruptamente las negociaciones con el apoyo del gobierno norteamericano y lanzó un ataque masivo en la zona desmilitarizada. ¿Debía la guerrilla y sus partidarios campesinos haber respondido preparándose para emitir votos en blanco? ¿Hubieran sobrevivido? ¿Era el punto en el que, en su opinión (la de Saramago), las guerrillas se convirtieron en bandas armadas de secuestradores y asesinos? (...). Los términos que usted ha usado para calumniar a las guerrillas se hacen eco de la retórica del Pentágono, de Uribe y del resto de la oligarquía colombiana”. Finalmente, Petras dice que “he perdido mi confianza en usted. Usted ha defraudado mis esperanzas. Usted sigue su camino y yo el mío”. Dicho queda, aunque espero que el debate permanezca. Saramago tiene la palabra. Rafael Morales