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Sin novedad en La Oliva

La moción de La Oliva es obra, sin duda, de Domingo González Arroyo. Quien se jactara ante la psocialista Olivia Estévez, recuerden, de que a él no lo echaba ninguna hembra “desfondada” no soporta que una mujer, Claudina, pusiera punto y final a su cuarto de siglo en la alcaldía y lo derrotara en las elecciones al Senado. Aunque apoye ahora a otra mujer, la psocialista Rosa Fernández, que sería alcaldesa de prosperar la censura. No será alcalde, pero andará por ahí. Menos da una piedra.

La dirección regional del PP advirtió al marqués de que podría expulsarlo del partido. A pesar de saber que se la trae floja esa amenaza. En realidad, sólo trata de que la cosa no salga de La Oliva y que ni se les ocurra con el embullito ir a por el Cabildo majorero, lo que sí afectaría al pacto de gobierno regional CC-PP, que es el bien a proteger. Tanto por los populares (qué haría Soria fuera del Gobierno) como por CC, pues sería grave contratiempo para Paulino verse obligado a romper con su socio y quedarse sin árbol al que arrimarse; salvo que los psocialistas partidarios de entenderse con CC ya se libren de López Aguilar. De ahí, para alentarlos a la intentona, que Torres Stinga y Barragán lo acusen a él directamente de alentar la censura presentándola como ataque a CC-PP, a sabiendas de que el cerebro de la maniobra es el marqués; el PP, o sea.

Aguilar no quiso pronunciarse y se remitió a los psocialistas de La Oliva, como si la cosa no fuera con él. Pero, ya ven, el secretario del PSC majorero, Fuentes Curbelo, aseguró que la moción gozaba de sus bendiciones y apuntó consecuencias en el Cabildo de la isla y en el Gobierno regional. Se lo han pensado, por tanto. Y no creo que ese encadenamiento de efectos desagrade al líder psocialista.

La política canaria se mueve entre cuasi verdades y mentiras y no es fácil discernir. Lo único cierto es que el marqués quiere la alcaldía o influir en ella y que sus mañas condicionan la política majorera; y que los vecinos de La Oliva cuentan menos que los cálculos partidistas a escala insular y regional. Ninguna novedad, pues.

La moción de La Oliva es obra, sin duda, de Domingo González Arroyo. Quien se jactara ante la psocialista Olivia Estévez, recuerden, de que a él no lo echaba ninguna hembra “desfondada” no soporta que una mujer, Claudina, pusiera punto y final a su cuarto de siglo en la alcaldía y lo derrotara en las elecciones al Senado. Aunque apoye ahora a otra mujer, la psocialista Rosa Fernández, que sería alcaldesa de prosperar la censura. No será alcalde, pero andará por ahí. Menos da una piedra.

La dirección regional del PP advirtió al marqués de que podría expulsarlo del partido. A pesar de saber que se la trae floja esa amenaza. En realidad, sólo trata de que la cosa no salga de La Oliva y que ni se les ocurra con el embullito ir a por el Cabildo majorero, lo que sí afectaría al pacto de gobierno regional CC-PP, que es el bien a proteger. Tanto por los populares (qué haría Soria fuera del Gobierno) como por CC, pues sería grave contratiempo para Paulino verse obligado a romper con su socio y quedarse sin árbol al que arrimarse; salvo que los psocialistas partidarios de entenderse con CC ya se libren de López Aguilar. De ahí, para alentarlos a la intentona, que Torres Stinga y Barragán lo acusen a él directamente de alentar la censura presentándola como ataque a CC-PP, a sabiendas de que el cerebro de la maniobra es el marqués; el PP, o sea.