De obispos y paulinadas

Quiero decir que se ciscan, sus eminencias, en la democracia representativa, la que les gusta tan poco que brilla por su ausencia en el gobierno de la Iglesia. Ellos, los monseñores, son depositarios de las esencias eclesiales de toda la vida de tan triste recordación que se entiende su oposición a la memoria histórica; que ahí sigue. Deberían pedir de una vez el voto para el PP y acabaríamos antes.

Tampoco merece mayor comentario el discurso paulinés de fin de año. Recorrió el hombre los tópicos habituales, desde Zapatero malo para acá, equivocándose, como siempre, de tiempo y lugar, dándole pie a Juan Fernando López Aguilar que lo llamó cosas impropias de estas fiestas de paz en la tierra y hombres de buena voluntad.

Se repitió Paulino en lo de la unidad de todos los canarios; como si no supiera que ya se aprecia un principio de unidad de criterio al ser cada día más los que consideran de pena el Gobierno que preside. Por algún lado había que empezar.

De todos modos, el hombre ha ganado aplomo porque, oye, parecía sincero y no se puso colorado con su llamamiento a la superación de los enfrentamientos insularistas. Me estuve fijando y ni siquiera asomó esa sonrisilla cómplice de quien te dice al revés lo que piensa para que lo entiendas mejor.

Y ya que Paulino mentó la bicha insularera, les diré que se me ocurrió el otro día echarle un vistazo de refresco al Estatuto de Autonomía de Canarias y advertí que en el artículo 2, el que relaciona los nombres de todas y cada una de las islas sin mezcla de kilómetro cuadrado alguno, ya aparece Gran Canaria en tercer lugar; tras El Hierro y Fuerteventura que, según dicen los cachondos, es la mayor de todas cuando baja la marea y pegan a aparecer playones. En fin, a lo que iba: no entiendo el empeño de don Pepito en colocar a Gran Canaria en tercer lugar cuando ya lo está en una cuasi milagrosa conjunción del orden alfabético y las dimensiones geográficas.

Quiero decir que se ciscan, sus eminencias, en la democracia representativa, la que les gusta tan poco que brilla por su ausencia en el gobierno de la Iglesia. Ellos, los monseñores, son depositarios de las esencias eclesiales de toda la vida de tan triste recordación que se entiende su oposición a la memoria histórica; que ahí sigue. Deberían pedir de una vez el voto para el PP y acabaríamos antes.

Tampoco merece mayor comentario el discurso paulinés de fin de año. Recorrió el hombre los tópicos habituales, desde Zapatero malo para acá, equivocándose, como siempre, de tiempo y lugar, dándole pie a Juan Fernando López Aguilar que lo llamó cosas impropias de estas fiestas de paz en la tierra y hombres de buena voluntad.