Espacio de opinión de Canarias Ahora
La opinión sí vale, el silencio otorga
La participación de la ciudadanía en política es continuamente menospreciada por opiniones y comentarios, se infravaloran los votos, el poder de una manifestación o incluso de un artículo de prensa. Aquellos que realmente no entienden la política como el darnos un marco de convivencia y vida más justo y mejor para todos, los que sólo tienen en su corta mira la gestión de un presupuesto o en su prepotencia consideran que la opinión de unos cuantos expertos basta para hacerlo repiten esta cantinela casi a diario. Pero, si fuera así, ¿por qué tanto interés en legislaciones que limitan y coartan cualquier derecho de expresión, critica o manifestación?
Deberíamos en esta situación plantearnos dos preguntas más: ¿Debemos participar? ¿Podemos participar?
Tanto en las grandes esferas de la política como en nuestro día a día, las verdaderas decisiones que se toman a nuestro alrededor no suceden sólo porque alguien las tome, sino porque además otros no las evitan. Es decir, todos somos en menor o mayor medida responsables de lo que ocurre. Si ahora mismo uno de ustedes que está leyendo este artículo presenciara cómo un grupo de personas golpea a otra sin razón alguna y no reaccionara, sería culpable ante una injusticia: es culpable quien convenció a esas personas para propinar la paliza, culpables los que la dan, culpables los que la justifican, pero también culpable el que conociendo la injusticia, no intenta evitarla.
Alguno pensará que no es lo mismo, pero una injusticia es una injusticia, por lo tanto cuando alguien no recibe atención sanitaria adecuada o cuando la educación pierde calidad o cuando alguien sufre una persecución o se reprimen sus derechos y no alzamos la voz, no acudimos a una manifestación o no ejercemos como ciudadanos toda nuestra capacidad de participación, también somos en parte culpables. Puede ser que seamos tan egoístas que mientras no nos afecte directamente, nos importe poco. Es el caso de muchas personas que no han defendido nunca la justicia social hasta que la crisis los ha puesto cara a cara con las dificultades, pero justamente esta crisis ha servido para demostrar a muchos que vivir en una sociedad justa nos afecta a todos, incluso a quien no tenga ese grado de empatía. Quizás ahora se vea forzado a pensar que mañana le puede tocar a él, que los derechos sociales, la libertad y el estado del bienestar estaba ahí para todos, para los que lo necesitaban y para los que lo pudieran necesitar.
En consecuencia, debemos participar, debemos opinar, sea en una manifestación, militando en un partido o sindicato, siendo miembro de una asociación o escribiendo un artículo. Como excusa podemos decir que no vale la pena, que no podemos cambiar nada y no puede haber una excusa más floja. Muchas manifestaciones y huelgas han detenido verdaderas injusticias, el voto es matemático y cada voto vale y se cuenta... esas son formas más visibles de participación, pero hay más ejemplos.
Militar en un partido o sindicato cuenta, cuando nos sorprenden o decepcionan las decisiones de una de estas organizaciones, debemos plantearnos la misma duda que en cualquier otro sistema compuesto por la opinión de muchas personas y donde todas las que lo componen son responsables de sus decisiones. ¿Qué hubiera pasado si yo hubiera estado allí? ¿Y si hubiéramos participado todos los que nos quejamos de esa decisión? Quizá se hubieran tomado mejores decisiones o elegido mejores representantes. Le es más difícil esconderse o actuar a una manzana podrida entre mil que entre cien.
Hay quienes no valoran la opinión escrita o las opiniones en redes. “Articulistas” claman a veces a modo de insulto. Puede ser que no tengan tampoco una fuerza tan grande, pero sí es cierto que crean opinión, difunden ideas y la prueba de su fuerza la hemos podido ver en acontecimientos de la historia reciente de este país, cuando a pesar de algunos medios y de opiniones desde el gobierno, la sociedad ha reclamado más transparencia. Por eso, precisamente, se trata de legislar sobre estos derechos o se crean medios de opinión que repiten constantemente mensajes ideológicos escondidos tras una aparente critica individual.
Los intentos de controlar el derecho a huelga, la convocatoria de manifestaciones, la opinión en las redes o la información y la transparencia responden, justamente a que la verdadera fuerza y honestidad de una democracia reside en su ciudadanía. Si hay una parte de la clase política que está corrupta es también responsabilidad nuestra participar en política, para vigilar a esa clase política y para procurar que a esos cargos de responsabilidad lleguen las mejores personas. Puede ser imposible el que sólo con nuestra participación todo se solucione. Desde luego hacen falta otros factores, pero éste es fundamental.
El último ejemplo de interés por limitar y controlar la acción de la ciudadanía es el anteproyecto de Ley Orgánica de Protección de la Seguridad Ciudadana. Ya veremos en qué queda. Tratar de analizarla todavía es un ejercicio con poco provecho. La forma en que se presentan los nuevos recortes parece responder ya a una estrategia planeada: anuncio que voy a recortar diez para luego dejar la rebaja sólo en ocho y que no parezca tan drástica la medida. Aún así, en el espíritu de dicho anteproyecto, ya se puede entrever la intención clara de limitar la capacidad de la ciudadanía para manifestarse.
Manifestarse, participar y opinar da resultado. Puede ser más o menos costoso, pero si no fuera efectivo, no habría tanto interés por acotarlo, esa es la prueba más evidente. Cada uno puede implicarse o aportar cosas diferentes: retomando el ejemplo de la paliza, uno podría llamar a la policía, otro denunciarlo, otro intervenir directamente. Lo único que no sería justificable sería mirar a otro lado o aplaudir. Nuestra opinión es valiosa y cuando callamos nos convertimos en cómplices directos del que comete la injusticia, la avalamos y reforzamos con nuestro silencio.
Les recuerdo una frase que escuché alguna vez: “un héroe es todo aquel que hace lo que puede”. Todos podemos hacer algo. No dejemos que nos callen, opinemos, participemos aprovechemos que aún disponemos de ese derecho. Si no lo hacemos nosotros lo harán otros en nuestro lugar. Si la física no soporta el vacío, la política tampoco. La política no es algo independiente de nuestras vidas. Se aplica y desarrolla con lo que decidimos cada día, pero también con lo que dejamos de hacer, callamos o justificamos. No sirve la excusa fácil de que las decisiones las toman los dirigentes: ellos sólo hacen lo que les permitimos hacer y están donde están porque todos y todas les permitimos llegar, con lo que hacemos o con lo que dejamos de hacer.
La participación de la ciudadanía en política es continuamente menospreciada por opiniones y comentarios, se infravaloran los votos, el poder de una manifestación o incluso de un artículo de prensa. Aquellos que realmente no entienden la política como el darnos un marco de convivencia y vida más justo y mejor para todos, los que sólo tienen en su corta mira la gestión de un presupuesto o en su prepotencia consideran que la opinión de unos cuantos expertos basta para hacerlo repiten esta cantinela casi a diario. Pero, si fuera así, ¿por qué tanto interés en legislaciones que limitan y coartan cualquier derecho de expresión, critica o manifestación?
Deberíamos en esta situación plantearnos dos preguntas más: ¿Debemos participar? ¿Podemos participar?