Espacio de opinión de Canarias Ahora
Origen divino
No escribo nunca sobre religión. Es un asunto íntimo. Creo que –después de cuarenta años escribiendo en los papeles- hoy es la primera vez que lo hago. Hasta los trece años estudié en un colegio laico, pero fui educado como católico, y siempre agradecí el sentido moral y las reglas de comportamiento práctico, además de las lecciones de Historia Sagrada. A los catorce me metieron en un colegio de curas, y poco antes de dejarlo, dejé de creer. Es justo decir que una cosa no tuvo necesariamente que ver con la otra. A partir de entonces me he ido convirtiendo en un agnóstico respetuoso con todas las manifestaciones del hecho religioso. Admiro el trabajo de las organizaciones de la Iglesia Católica, y colaboro con oenegés católicas, protestantes y laicas. Eduqué a mis hijas en un carísimo colegio laico porque ganaba más que ahora y podía pagarlo, y a mi hijo lo tengo en uno concertado, religioso. Está al lado de casa, y estoy encantado con el esmero con el que le educan en valores humanos y cívicos. No tengo ningún problema con que reciba una formación religiosa. Yo también la recibí y creo que aún me ayuda a comprender la complejidad de este mundo.
Dicho eso, y sin hipócritas rasgamientos de vestiduras ni excesos histéricos, les aseguro que no estoy en absoluto de acuerdo conque un país aconfesional (España no es un país laico, como Francia, es aconfesional), evalúe a sus estudiantes en algo como “comprensión del origen divino del cosmos”. Puedo entender que se exija a los chicos saber quienes son los principales personajes de nuestra historia religiosa y lo que representan, que se les instruya para entender que cristianos, hebreos y musulmanes leen el mismo libro (un libro que todos deberíamos leer alguna vez), y –sobre todo- que profesar una religión –cualquier religión- es un derecho inalienable y tan sagrado como el derecho a la vida. Pero no entiendo que alguien pueda algún día evaluar a mi hijo –o al hijo o la hija de nadie- en función de su comprensión del origen divino del cosmos. No entiendo que en este siglo y en nuestro país la fe en Dios o en un dios pueda ser evaluada. Porque incluso desde la óptica católica, que nuestros obtusos y sectarios gobernantes quieren volver a convertir en mercancía electoral para el votante más conservador, la fe no es fruto del conocimiento o el aprendizaje, sino gracia divina. Y uno no elige si la tiene o no.
No escribo nunca sobre religión. Es un asunto íntimo. Creo que –después de cuarenta años escribiendo en los papeles- hoy es la primera vez que lo hago. Hasta los trece años estudié en un colegio laico, pero fui educado como católico, y siempre agradecí el sentido moral y las reglas de comportamiento práctico, además de las lecciones de Historia Sagrada. A los catorce me metieron en un colegio de curas, y poco antes de dejarlo, dejé de creer. Es justo decir que una cosa no tuvo necesariamente que ver con la otra. A partir de entonces me he ido convirtiendo en un agnóstico respetuoso con todas las manifestaciones del hecho religioso. Admiro el trabajo de las organizaciones de la Iglesia Católica, y colaboro con oenegés católicas, protestantes y laicas. Eduqué a mis hijas en un carísimo colegio laico porque ganaba más que ahora y podía pagarlo, y a mi hijo lo tengo en uno concertado, religioso. Está al lado de casa, y estoy encantado con el esmero con el que le educan en valores humanos y cívicos. No tengo ningún problema con que reciba una formación religiosa. Yo también la recibí y creo que aún me ayuda a comprender la complejidad de este mundo.
Dicho eso, y sin hipócritas rasgamientos de vestiduras ni excesos histéricos, les aseguro que no estoy en absoluto de acuerdo conque un país aconfesional (España no es un país laico, como Francia, es aconfesional), evalúe a sus estudiantes en algo como “comprensión del origen divino del cosmos”. Puedo entender que se exija a los chicos saber quienes son los principales personajes de nuestra historia religiosa y lo que representan, que se les instruya para entender que cristianos, hebreos y musulmanes leen el mismo libro (un libro que todos deberíamos leer alguna vez), y –sobre todo- que profesar una religión –cualquier religión- es un derecho inalienable y tan sagrado como el derecho a la vida. Pero no entiendo que alguien pueda algún día evaluar a mi hijo –o al hijo o la hija de nadie- en función de su comprensión del origen divino del cosmos. No entiendo que en este siglo y en nuestro país la fe en Dios o en un dios pueda ser evaluada. Porque incluso desde la óptica católica, que nuestros obtusos y sectarios gobernantes quieren volver a convertir en mercancía electoral para el votante más conservador, la fe no es fruto del conocimiento o el aprendizaje, sino gracia divina. Y uno no elige si la tiene o no.