Espacio de opinión de Canarias Ahora
Palmeros versus palmeros
Por fin el comisionista corrupto (valga la redundancia) y delincuente confeso ha confesado (valga otra vez la redundancia) que su principal objetivo es desalojar a Pedro Sánchez de la Moncloa. Se le agradece la sinceridad, aunque ya muchos lo barruntábamos desde hace tiempo. Llámame adivino o zahorí.
Esta confesión de Víctor de Aldama se produjo justo el mismo día en el que las tres derechas (PP, Vox y Junts) rechazaron el controvertido decreto ómnibus presentado por el Gobierno en el Congreso de los Diputados. Algo que por cierto también se hace habitualmente en las comunidades autónomas del Partido Popular.
Lo mismo hicieron Aznar y Rajoy, aunque ellos lo denominaban cínica y eufemisticamente de otra manera. Que caiga España, que nosotros la levantaremos, Cristóbal Montoro dixit. Todo el mundo recuerda a Soraya Sáenz de Santamaría, la vicepresidenta de Rajoy, aseverar solemnemente en una rueda de prensa institucional que su gobierno había decidido aprobar “un recargo complementario temporal de solidaridad” (sic).
O sea, lo que de toda la vida se conoce simple y llanamente como impuestos, que el PP subió todos después de su promesa electoral de bajarlos. Lo que hizo finalmente fue subirlos todos. No hay mucha diferencia porque solo basta sustituir la palabra bajar por subir.
Realmente la estrategia de la derechona española es la misma que la de Aldama: desalojar de la forma que sea a Pedro Sánchez de la Moncloa. Da igual que sea de penalti injusto en el último segundo de la prórroga. El caso es que caiga como sea y que parezca un accidente.
La estrategia es así de simple y primaria. El fin justifica los medios caiga quien caiga, ya sea por lo civil o por lo criminal. O incluso por lo forestal. La amnésica derechona no recuerda que hacía exactamente lo mismo cuando gobernada, aunque ella, con esos olvidos parciales que tiene debido a los achaques de la edad, lo llamaba ambigua y perifrásticamente leyes de acompañamiento en vez de leyes ómnibus.
Sin embargo, en el fondo eran lo mismo: un batiburrillo de normas distintas embutidas en una propuesta múltiple y heterogénea. Lo más sorprendente es que el decreto ómnibus de esta semana estaba repleto de medidas sociales y solo una se salía de la homogeneidad: la devolución de un edificio confiscado al antiguo dueño.
Las tres derechas españolas (nacional, independentista y ultra) quisieron dar una patada a Pedro Sánchez en el culo de los españoles. Su medido (y a la vez desmedido) rechazo al decreto ha producido un mayor rechazo (valga la redundancia por tercera vez) en la sociedad española y especialmente entre los compatriotas más necesitados y menesterosos, entre los que hay muchos correligionarios.
De un plumazo la oposición derechista e insensible ha tumbado en un santiamén una pila de medidas sociales que beneficiaban a los más desfavorecidos, o sea, a la gente que no tiene ni por asomo un sueldo parecido al de los diputados. Ni siquiera la mitad ni la mitad de la mitad.
Con este rechazo al decreto, la derechona ha quedado retratada tras haber tumbado y paralizado la subida de las pensiones y el salario mínimo interprofesional, la gratuidad del transporte público, la protección a personas vulnerables y las ayudas a los damnificados por la dana valenciana y el volcán de La Palma, entre otras medidas de ayudas sociales.
Tras la opereta surrealista, la reacción de la sociedad española, incluida la de los propios votantes de la derecha (reacción reaccionaria, perdón por la última redundancia), ha provocado que el PP haya tratado de justificarse con el subterfugio de que estaba de acuerdo con la inmensa mayoría de esas medidas sociales pero que no votaba a favor porque en el decreto ómnibus el gobierno también había incluido la devolución de un palacete parisino al PNV.
Lo curioso de esto es que la devolución se hacía porque ese edificio fue confiscado por la Gestapo en la Segunda Guerra Mundial y luego Hitler se lo regaló a su colega Franco. Los dictadores fascistas se entienden a la perfección, incluso con dolor de muelas.
Lo que pretendía el gobierno con el PNV no era un regalo, como dice la oposición e hicieron el siglo pasado los dos fascistas uniformados con correaje y medallas, sino una simple devolución a su legítimo propietario.
Es raro que estas cosas tan simples no las entienda la derecha cuando es algo que propugna y preconiza habitualmente. Como se hizo en su momento también con los bienes incautados a los judíos por el ejército nazi. Es la misma derecha antediluviana que insta a que se devuelva a sus antiguos propietarios los inmuebles incautados, nacionalizados o confiscados por la Revolución Cubana. Seguro que la derechona justifica esa palmaria contradicción porque lo de la oposición no es una revolución ni una evolución sino una involución.
Es más, ya el PP votó a favor de esa devolución al PNV cuando Aznar presidía el gobierno. No sé si lo hizo por convicción o porque necesitaba imperiosamente el voto de los nacionalistas vascos ya que en su primer mandato el PP los imploraba para poder gobernar con mayoría absoluta. Piensa mal y acertarás.
Ahora (cómo cambian los tiempos) el PP espanta el voto nacionalista Vasco, a pesar de no contar todavía con mayoría suficiente para presentar una moción de censura. Aznar era un indecente inmoral pero más listo que Feijóo, que cada día espanta más a sus posibles socios futuros. De hecho me recuerda a un espantapájaros de mi infancia después de que se haya quitado las gafas y ahora tenga esa mirada perdida al infinito.
A los vascos los trata de ladrones y a los catalanes de golpistas. Este es Feijóo haciendo amigos con Aitor Esteban y Puigdemont. Es la tradicional y falaz superioridad moral de la derecha cuando lo que realmente hay es hipocresía, cinismo y fariseísmo.
Hasta el presidente de Canarias ha criticado duramente al PP por borrarse de un pacto migratorio nacional para poder repartir entre todas las autonomías los niños extranjeros que llegan en cayucos a las islas. Cuando Fernando Clavijo critica más duramente al partido que es su socio de gobierno que a los socialistas que están en la oposición en el archipiélago, la convicción de culpabilidad es obvia. No hay más preguntas, señoría.
Las ayudas a La Palma se paralizan por la negativa del PP a aprobar un decreto puramente social y necesario a la vez que sus bases aplauden sin parar las incongruencias de su jefe. Palmeros (paisanos) contra palmeros (plas, plas).
Los importantes son los canarios escritos en mayúscula. Los otros, los cobistas y aduladores, son totalmente prescindibles. Que sigan aplaudiendo hasta que las palmas (no confundir con Las Palmas ni con La Palma) de sus manos se pongan más coloradas que sus caras. Vergüenza. Sinvergüenzas.
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