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La penúltima de Paulino

Aunque al lector le cueste creerlo, lo entrecomillado no es el contenido de un alegre comentario de un anónimo ciudadano en la barra de un bar. Ha sido dicho por el Presidente del Gobierno de Canarias, D. Paulino Rivero Baute, en el uso de la palabra dirigida a los representantes del pueblo canario en el debate más importante del año.

El Presidente de nuestro Gobierno viene siendo asistido para los debates por una legión de asesores que apuntalan su inseguridad. En esta ocasión ocupaban una sala anexa al salón de plenos, donde lo veían en una inmensa pantalla, casi de cine, quizás en la creencia, o ilusión, de que cuanto más se agrandara la imagen del Presidente más se disimularía su evidente incompetencia.

Al lector también le conviene saber que la “ocurrencia” la llevaba escrita. De modo que, seguramente le asalte la curiosidad de quién fue el autor “desintelectual” de la misma; y el desasosiego de la pregunta ¿cuántos filtros habrá pasado el disparate antes de llegar a los papeles de los que finalmente, con su propio criterio (I suppose) el Presidente decide valerse?

Reconfortados con aquello de que el que no se consuela es porque no quiere, aún podríamos sacar algo positivo de este patético episodio. Puede ser que aquéllos que todavía albergaban alguna duda sobre si el Presidente es o no capaz, tienen ahora datos objetivos para concluir que el Sr. Rivero no tiene el discernimiento suficiente para distinguir entre lo que es bueno e ingenioso de lo que es malísimo y ridículo.

*Miembro de la Comisión Ejecutiva del PSC

Sandra Rodríguez Vázquez*

Aunque al lector le cueste creerlo, lo entrecomillado no es el contenido de un alegre comentario de un anónimo ciudadano en la barra de un bar. Ha sido dicho por el Presidente del Gobierno de Canarias, D. Paulino Rivero Baute, en el uso de la palabra dirigida a los representantes del pueblo canario en el debate más importante del año.

El Presidente de nuestro Gobierno viene siendo asistido para los debates por una legión de asesores que apuntalan su inseguridad. En esta ocasión ocupaban una sala anexa al salón de plenos, donde lo veían en una inmensa pantalla, casi de cine, quizás en la creencia, o ilusión, de que cuanto más se agrandara la imagen del Presidente más se disimularía su evidente incompetencia.