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A Pérez se le fue la olla

Podría entenderse lo del presidente del Cabildo como un guiño a Paulino que anda, el hombre, arregostado a la costumbre nacionalera de asegurarse la presidencia con quien haga falta. Eso, ya saben, crea hábito. Pero, así y todo, a Pérez se le fue la olla. O fue mal interpretado porque es sabido que se trata de hombre para el que la política no es para toda la vida y a lo mejor se refería a eso, a que carece de ambición personal y hará, en todo caso, lo que considere mejor.

Pero así y todo, no es injusto atribuirle una actitud entreguista y subrayar la flagrante contradicción entre su proclamado empeño de cambiar el modo de hacer política en Canarias, donde ha alcanzado un notable grado de descrédito, y su recién confesada propensión a pactar con cualquiera de los dos partidos responsables de que todo vaya manga por hombro. Posteriormente, Pérez ha aclarado eso, que pretende, como primer objetivo, que el PSC se haga con la presidencia para dirigir el cambio en la política canaria y que quiso decir, en cualquier caso, que no obstaculizará lo que decidan en su momento, tras las elecciones se entiende, los órganos de su partido; incluso aceptar la vicepresidencia si ese fuera el caso, añadiría yo. De ser así, hemos de convenir que no hay palabra mal dicha sino mal entendida aunque, de todos modos, Pérez debió dejar la exquisitez de las sutilezas y los matices en un cajón de su mesa de despacho en la Facultad. En un clima político tan degradado, donde no son sólo los estudiantes “pisanos” tienen dificultades para entender lo que leen, no caben las vainas intelectuales.

Paulino, canario de colmillo retorcido donde los haya, no ha hecho, que yo sepa, comentario alguno a lo de Pérez. La presidente de CC, Claudina Morales, ha manifestado su gozo por lo que considera un “cambio de talante” positivo del PSC; aunque afirma que los nacionaleros no están haciendo quinielas de posibles pactos, qué va. Aunque pudiera ocurrir que no mienta, que no sea una quiniela, siempre azarosa, porque ya lo tienen amarrado con Soria.

Pero si Paulino nada ha dicho, Soria no ha podido reprimirse y considera que Pérez está mayormente inquieto porque las encuestas no le son favorables y busca una salida al “batacazo” que le anuncian. Las encuestas como instrumento de gobierno. Tiene el hombre tanta fe en ellas que se dedica a promover imputados en sus listas electorales visto que los sondeos le indican que la gente es boba, lo que le induce a abusar.

Yo no sé si habrá batacazo psocialista, por más que todos los indicios vayan por ahí a escala nacional. Lo que sí sé es que en las islas el gran batacazo lo sufrirá la administración canaria a poco tenga Soria la oportunidad de gestionarla. Sus antecedentes en el Ayuntamiento de Las Palmas, en el Cabildo de Gran Canaria y lo que se va sabiendo de la Consejería de Hacienda indican que se trata de un mal gestor en el que no se puede confiar.

Podría entenderse lo del presidente del Cabildo como un guiño a Paulino que anda, el hombre, arregostado a la costumbre nacionalera de asegurarse la presidencia con quien haga falta. Eso, ya saben, crea hábito. Pero, así y todo, a Pérez se le fue la olla. O fue mal interpretado porque es sabido que se trata de hombre para el que la política no es para toda la vida y a lo mejor se refería a eso, a que carece de ambición personal y hará, en todo caso, lo que considere mejor.

Pero así y todo, no es injusto atribuirle una actitud entreguista y subrayar la flagrante contradicción entre su proclamado empeño de cambiar el modo de hacer política en Canarias, donde ha alcanzado un notable grado de descrédito, y su recién confesada propensión a pactar con cualquiera de los dos partidos responsables de que todo vaya manga por hombro. Posteriormente, Pérez ha aclarado eso, que pretende, como primer objetivo, que el PSC se haga con la presidencia para dirigir el cambio en la política canaria y que quiso decir, en cualquier caso, que no obstaculizará lo que decidan en su momento, tras las elecciones se entiende, los órganos de su partido; incluso aceptar la vicepresidencia si ese fuera el caso, añadiría yo. De ser así, hemos de convenir que no hay palabra mal dicha sino mal entendida aunque, de todos modos, Pérez debió dejar la exquisitez de las sutilezas y los matices en un cajón de su mesa de despacho en la Facultad. En un clima político tan degradado, donde no son sólo los estudiantes “pisanos” tienen dificultades para entender lo que leen, no caben las vainas intelectuales.