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A pesar de los vientos

Guillermo Perdomo Hernández / Guillermo Perdomo Hernández

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Parece ser que en esta ocasión los vientos han arrancado el Museo Martín Chirino que había de asentarse en el Castillo de la Luz. El viejo edificio portuario vuelve nuevamente a su letargo secular con destino indefinido. Nuevos planes, nuevos informes, nuevos asesoramientos, para llegar a conclusiones viejas, muy viejas, en esta isla, el abandono: Ni castillo, ni museo, ni nada de nada. Así nos va por estos territorios, siempre dando palos a la madriguera. Los proyectos se desvanecen sin saberse muy bien por qué, sin tenerse en cuenta el bien general, sin visión de futuro ninguno todo parece obedecer a los caprichos institucionales. ¡Lástima de tierra! Sin un museo de arte permanente, sin un museo de arte contemporáneo que exponga sus cuadros, sin espacios culturales consolidados, sin museo Millares (antes), sin museo Chirino (ahora). Cuántas oportunidades perdidas en época de bonanzas y, ahora, en plena tempestad ya no se nos permite ni el deseo de tenerlas.

La genialidad de Martín Chirino (con todas sus letras) no es cuestionada, al menos, fuera de estas islas. La importancia y significación de su obra dentro del contexto insular, nacional e internacional es indudable (salvo para algunos sabios insulanos que estarán dándole vueltas a la creación del Museo del Valbanera, para seguir la moda de Europa). Cualquier madre patria quisiera ?para protegerlo y cuidarlo? tener cerca de sí a un hijo tan aventajado y, sin embargo, a Chirino le ha salvado la distancia. Esa misma distancia que salvó a Millares, que tiempo atrás salvó a Galdós. Dichosa distancia que es capaz de salvaguardar el espíritu, el alma creadora, porque esta tierra canaria, tan grata en algunos aspectos, viene demostrando con sus hechos su enorme ingratitud con todo aquello que tiene que ver con el mundo inmaterial de los sueños.

Recientemente se han trasplantado ?con gran fortuna? dos de las esculturas capitalinas de Chirino. El Pensador, símbolo de la Universidad , y la Espiral del Viento. Dos esculturas casi perdidas han cambiado de ubicación para ocupar lugares simbólicos de nuestra capital. De los jardines del antiguo seminario, casi enterrada, El Pensador pasa ocupar la pequeña rotonda que hace de pórtico al Campus Universitario de Tafira. Esperemos que dicho cambio conlleve también el reconocimiento a la labor de mecenazgo de Domingo Alonso que, como suceden aquí las cosas, se ha ido olvidando. Y la Espiral del Viento, inundada por el ruido de la circunvalación, el olor amargo del lúpulo de la Tropical y la compañía de Las Brujas, en la rotonda de Barranco Seco, pasa al bullicio andariego de la simbólica calle de Triana, aumentando aún más su simbología.

Hablábamos hace ya algún tiempo de la necesidad de crear una ruta martínchirinesca. Poco después vino la excelente exposición de Triana, un deleite de sensaciones y un reconocimiento de su ciudad natal sólo comprensible por el momento. Sin embargo, no podemos dejar en el olvido el proyecto de que Gran Canaria acoja en un espacio las obras de este inigualable forjador del viento que nos permita soñar a nosotros, que lo necesitamos, pero también a nuestros hijos y nuestros nietos que lo habrán de disfrutar, a pesar de los vientos.

Guillermo Perdomo Hernández

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