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A los “picapleitos” de Canarias

Llevo varias décadas escuchando con atención y bastante estupefacción los razonamientos de políticos y medios de comunicación al uso del poder sobre el merecimiento de las islas periféricas en el reparto de los fondos económicos y en el acceso a la prestación de servicios. Como herreño me siento harto de dar la impresión de que somos como los hijos adoptivos de la etapa franquista; como funcionario público, que nos tienen aquí para cubrir los servicios esenciales mínimos al ciudadano, y a nivel de la empresa familiar de la que indirectamente formo parte de que estamos aquí siempre esperando la subvención pública para seguir trabajando el día a día.

Intentan desde algunos poderes fácticos compararnos a los herreños con las garrapatas que desesperadamente se pegan al animal en busca de la sangre que les permite sobrevivir cómodamente. Nos tratan con evidente compasión, nos echan en cara nuestra condición de territorio deprimido que precisa de una subvención constante y muchas veces nos reprochan las consecuciones básicas constitucionales que tanto nos costaron y que nos permiten vivir al menos con dignidad.

Nadie se preocupa por preguntarnos cómo sobrevivimos, cuánto pagamos por desplazarnos entre nuestras islas, cuál es el sobrecosto familiar y económico que supone la educación de nuestros hijos fuera de la isla, o cuáles son los condicionantes que impiden el desarrollo de islas como El Hierro en el contexto de Canarias.

Esos poderes políticos acomodados que desde las metrópolis canariense solo muestran su comprensión en las campañas electorales, los mismos que después desde sus respectivas poltronas públicas nos reprochan para toda la vida los servicios esenciales que nos prestan gracias a su bendición, para que nunca olvidemos que ellos, y solo ellos, son los benefactores que tienen la potestad de dar o no dar y de poner o quitar de los presupuestos de todos, siempre con la infalibilidad de un papa vaticano a lo canario.

Ellos, esos poderes capitalinos que compran con prebendas a medios de comunicación al servicio del todopoderoso para que de vez en cuando, siempre después y nunca antes de contiendas electorales, nos estreguen por el hocico, como decimos los canarios, lo bien que se han portado con los herreños. Fíjense ustedes, nos han hecho un hospital, nos han puesto un barco, nos han hecho un túnel y nos arreglan las carreteras. Gracias, gracias, infinitas gracias para toda la vida por tanta sensibilidad y comprensión para que podamos contar con una sanidad básica y no tener que ser evacuados en helicóptero, por poder salir en un barco y no en una patera, por no tener que ir al Valle del Gofo por la Cumbre como antes. Nosotros los herreños les estaremos eternamente agradecidos y como fieles súbditos estamos a su disposición para lo que manden.

Los conejillos mediáticos los sacan de la chistera para comunicar en portada a la opinión pública que cada herreño le cuesta anualmente al erario público en endeudamiento nueve veces más que a un ciudadano capitalino, pero lo que no dicen es que somos menos y si lo somos es por un algo que nunca explican. Eso sí, esos mismos mensajeros en su gran labor investigadora nunca han indagado cuánto nos cuesta al herreño, al gomero, al majorero, al palmero o al conejero mantener las dobles sedes que el Gobierno de Canarias tiene repartidas entre Tenerife y Gran Canaria, para qué sirve el Tribunal de Cuentas, el Consejo Consultivo o el Diputado del Común. Tampoco explican cuánto nos cuesta a los canarios, a todos, las promociones empresariales y turísticas que se hacen en el exterior con la imagen de Canarias y que solo tiene beneficio directo para las capitalinas. Tampoco hablan de la pasión y dedicación que le ponen en conseguir mayor conectividad con Canarias como destino nacional e internacional hacia las islas turísticamente desarrolladas, y qué les impide o qué intereses les lleva a desistir de la conectividad con las periféricas. Antes de mayo todos ellos hablaban de la tarifa plana para viajar entre Canarias, hoy todos ellos callan.

Esos que presumen de falsos eslóganes como “Canarías una Tierra Única” o “Canarias una sola voz”, los mismos que pregonan la cohesión territorial de todos los canarios cuando les interesa y a los que les molesta hasta la representación institucional que nos brinda el actual Estatuto de Autonomía, siguen empeñados en mantener a islas como El Hierro en el voto de la obediencia, pobreza y castidad política permanente, renunciando a todos los placeres y con agradecimiento vitalicio para todo el señorío canario. Si fuera por ellos nos quitarían voz y voto para reclamar porque tenemos más de los que nos merecemos.

A muchos de ellos, que reniegan de ser la “casta” con la que Podemos define las hegemonías, son parte interesada y son hechos probados como se diría en el lenguaje judicial, de que les interesa alentar y alimentar el pleito insular del que tanto provecho siempre han sacado, y es por eso por lo que de vez en cuando y cada vez más ponen en entredicho la solidaridad territorial, el reparto de fondos como los del IGTE, la reforma de la Ley Electoral para lograr los equilibrios que solo a ellos les interesa, …. Nuestra rica lengua española tiene una palabra para definir cada cosa, cada lugar, cada situación, ….; encontré una que nos viene al pelo para todos ellos, y es la de “picapleitos”, cuya definición no es otra que la de abogado sin pleitos, que anda buscándolos, además de enredador y rutinario.

Llevo varias décadas escuchando con atención y bastante estupefacción los razonamientos de políticos y medios de comunicación al uso del poder sobre el merecimiento de las islas periféricas en el reparto de los fondos económicos y en el acceso a la prestación de servicios. Como herreño me siento harto de dar la impresión de que somos como los hijos adoptivos de la etapa franquista; como funcionario público, que nos tienen aquí para cubrir los servicios esenciales mínimos al ciudadano, y a nivel de la empresa familiar de la que indirectamente formo parte de que estamos aquí siempre esperando la subvención pública para seguir trabajando el día a día.

Intentan desde algunos poderes fácticos compararnos a los herreños con las garrapatas que desesperadamente se pegan al animal en busca de la sangre que les permite sobrevivir cómodamente. Nos tratan con evidente compasión, nos echan en cara nuestra condición de territorio deprimido que precisa de una subvención constante y muchas veces nos reprochan las consecuciones básicas constitucionales que tanto nos costaron y que nos permiten vivir al menos con dignidad.