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Los pitidos de Pavlov

Desde luego, no pienso modificar la frecuencia de mis colaboraciones; por más que les estaría muy agradecidos a todos si se embistieran de martes a jueves, que son mis días hábiles. Porque, con este régimen de fin de semana que llevan, los compañeros plumillas disponen de más tiempo para despanzurrar y descojonarse de lo actuado, dejándome sin apenas resquicio por el que meter el dedo.

Por suerte, no soy un tipo competitivo, lo que me ha permitido siempre ir moderadamente por libre sin sujetarme a disciplinas ni mantener otras expectativas que las de vivir tranquilo. Eso que los isleños llamamos “un pasar”. Prefiero leer a los demás que escribir yo, que ya son demasiados años de dale que te pego. O sea, no me quejo de que los compañeros me madruguen como es su obligación, pero me gustaría que embestidos y embestidores se fajen de lunes a jueves para atenderlos mejor.

Sería el caso, por ejemplo, del palo que le ha dado al PP el juez que rechazó las denuncias de unos policías bajo sospecha contra sus mandos. La denuncia la manipularon los soriásicos para hacer verosímil la imagen de López Aguilar emitiendo, a través de su móvil y desde cualquier parte del mundo, los pitidos pavlonianos que, es fama, ponen en marcha aquí a policías, fiscales, jueces y hasta periodistas; todos ellos monitorizados contra los honestos soriásicos que sólo buscan ganarse la vida lo mejor posible con tendencia a lo imposible, no sé si me entienden. Una imagen con la que ha vuelto el PP a poner de manifiesto su miseria: en lugar de celebrar y aplaudir que un canario haya alcanzado tan alto nivel tecnológico que supera las leyes de la lejitud, que diría un clásico, lo critican sin reconocerle el mérito del hallazgo.

Pero a lo que iba: el rechazo de la denuncia de los policías bajo sospecha me cogió fuera. Menos mal que se produjo el efecto colateral de que el sobrexcitado Miguel Cabrera Pérez-Camacho perdiera los nervios permitiéndome coger algún recorte. Tras proclamar que el reproche de la Mesa del Parlamento a sus malos versos ridiculizando a la psocialista Francisca Luengo le entró por un oído y le salió por el otro (se la refanfinfla, dicho sea en romance), dijo que también está bonito el juez que dejó al PP vestido y sin denuncia. Si está feo que un diputado se pase por ahí la institución a la que pertenece y de la que cobra, no les digo de un abogado alegando “indefensión” de los policías sospechosas al tumbarle el juez la denuncia.

Pérez-Camacho se erigió en defensor de los policías indefensos con tal vehemencia que adelantó los pasos que darán para continuar con el relajo. Y lo hizo, ya ven, del bracillo de la sección femenina del PP, con Australia Navarro, Cristina Tavío y Mercedes Roldós a la cabeza. Los policías no aportaron pruebas y el juez no vio indicios de los sórdidos manejos que atribuyen a sus mandos, pero las damas peperas no están de acuerdo convencidas de que algo raro hay.

Por cierto: si arrimamos a Pérez-Camacho, llama la atención que sean mujeres las que cerraron decididamente filas alrededor de las tesis conspiranoicas con las que el Jefe trata de escapar de la quema. Que yo sepa, los varones del PP no han dicho esta boca es mía, no vaya a ser que se la partan. Ya no responden automáticamente a la voz de “¡ar!” por lo que, digo yo, debería plantearse Soria probar con el móvil y los pitidos. Desde lejos, a poder ser.

Desde luego, no pienso modificar la frecuencia de mis colaboraciones; por más que les estaría muy agradecidos a todos si se embistieran de martes a jueves, que son mis días hábiles. Porque, con este régimen de fin de semana que llevan, los compañeros plumillas disponen de más tiempo para despanzurrar y descojonarse de lo actuado, dejándome sin apenas resquicio por el que meter el dedo.

Por suerte, no soy un tipo competitivo, lo que me ha permitido siempre ir moderadamente por libre sin sujetarme a disciplinas ni mantener otras expectativas que las de vivir tranquilo. Eso que los isleños llamamos “un pasar”. Prefiero leer a los demás que escribir yo, que ya son demasiados años de dale que te pego. O sea, no me quejo de que los compañeros me madruguen como es su obligación, pero me gustaría que embestidos y embestidores se fajen de lunes a jueves para atenderlos mejor.